El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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vida he visto un mono más inteligente".

      Cogí entonces el cálamo, lo mojé, extendiendo bien la tinta por sus dos caras, y comencé a escribir.

      Y escribí cuatro estrofas, cada una con una letra diferente, e improvisadas en distinto estilo: la primera al modo Rikaa, la segunda al modo Rihani, la tercera al modo Sulci y la cuarta al modo Muchik: ¡El tiempo ha descrito ya los beneficios y los dones de los hombres generosos, pero desespera de poder enumerar jamás los tuyos! ¡Después de Alah, el género humano no puede recurrir más que a ti, porque eresrealmente el padre de todos los beneficios! b) Os hablaré de su pluma: ¡Es la primera, y el origen mismo de las plumas! ¡Su poderío es sorprendente! ¡Y ella es laque le ha colocado entre los sabios más notables! ¡De esa pluma, cogida con las yemas de sus cinco dedos, han brotado y corren por el mundo cinco ríos de elocuencia y poesía! c) Os hablaré de su inmortalidad: ¡No hay escritor que no muera; pero el tiempo eterniza lo escrito por sus manos! ¡Así, pues, no dejes escribir a tu pluma más que aquello de que puedas enorgullecerte el día de la Resurrección! d) ¡Si abres el tintero, utilízalo solamente para trazar renglones que beneficien a toda criatura generosa! ¡Pero si no has de usarlo para hacer donaciones, procura, al menos, producir belleza! ¡Y serás así uno de aquellos a quienes se cuenta entre los escritores más grandes!

      Cuando acabé de escribir les entregué el rollo de pergamino. Y todos los que lo vieron se quedaron muy admirados. Después cada cual escribió una línea con su mejor letra.

      Luego de esto se fueron los esclavos para llevar el rollo al rey. Y cuando el rey hubo examinado lo escrito por cada uno de nosotros, no quedó satisfecho más que de lo mío, que estaba hecho de cuatro maneras diferentes, pues mi letra me había dado reputación universal cuando yo era todavía príncipe.

      Y el rey dijo a sus amigos que estaban presentes y a los esclavos: "Id en seguida a ver al que ha hecho esta hermosa letra, dadle este traje de honor para que se lo vista, y traedle en triunfo sobre mi mejor mula al son de los instrumentos".

      Al oírlo, todos empezaron a sonreír. Y el rey, al notarlo, se enojó mucho, y dijo:

      "¡Cómo! ¿Os doy una orden y os reís de mí?".

      Y contestaron: "¡Oh rey del siglo! En verdad que nos guardaríamos de reírnos de tus palabras; pero has de saber que el que ha hecho esa letra tan hermosa no es hijo de Adán, sino un mono, que pertenece al capitán de la nave". Estas palabras sorprendieron mucho al rey, y luego, convulso de alegría y estallando de risa, dijo: "Deseo comprar ese mono". Y ordenó inmediatamente a las personas de su corte que cogiesen la mula y el traje de honor y se fuesen a la nave a buscar al mono, y les dijo: "De todas maneras, le vestiréis con ese traje de honor y le traeréis montado en la mula".

      Llegados a la nave me compraron a un precio elevado, aunque al principio el capitán se resistía a venderme, comprendiendo, por las señas que le hice, que me era muy doloroso separarme de él. Después los otros me vistieron con el traje de honor, montáronme en la mula y salimos al son de los instrumentos más armoniosos que se tocaban en la ciudad. Y todos los habitantes y las criaturas humanas de la población se quedaron asombrados, mirando con interés enorme un espectáculo tan extraordinario y prodigioso.

      Cuando me llevaron ante el rey lo vi, besé la tierra entre sus manos tres veces, permaneciendo luego inmóvil. Entonces el monarca me invitó a sentarme, y yo me postré de hinojos. Y todos los concurrentes se quedaron maravillados de mi buena crianza y mi admirable cortesía; pero el más profundamente maravillado fué el rey. Y cuando me postré de hinojos, el rey dispuso que todo el mundo se fuese, y todo el mundo se marchó. No quedamos más que el rey, el jefe de los eunucos, un joven esclavo favorito y yo, señora mía.

      Entonces ordenó el rey que trajesen algunas vituallas. Y colocaron sobre un mantel cuantos manjares puede el alma anhelar, y cuantas excelencias son la delicia de los ojos. Y el rey me invitó luego a servirme, y levantándome y besando la tierra entre sus manos siete veces, me senté sobre mi trasero de mono y me puse a comer muy pulcramente, recordando en todo mi educación pasada.

      Cuando levantaron el mantel, me levanté yo también para lavarme las manos. Volví después de lavármelas, cogí el tintero, la pluma y una hoja de pergamino, y escribí lentamente estas dos estrofas ensalzando las excelencias de la pastelería árabe: ¡Oh pasteles! ¡dulces, finos y sublimes pasteles, enrollados con los dedos! ¡Vosotros sois la triaca, el antídoto de cualquier veneno! Nada me gusta tanto, y constituís mi única esperanza, toda mi pasión! ¡El corazón se me estremece al ver un mantel bien extendido, en cuyo centro se aromatiza una kenafa (1) nadando sobre la manteca y la miel en una gran bandeja! ¡Oh kenafa! ¡kenafa fina y sedosa como cabellera! ¡Mi deseo por saborearte ¡oh kenafa! llega a la exageración! ¡Y me pondría en peligro de muerte el pasar un día sin que estuvieses en mi mesa! ¡Oh kenafa! ¡Y tú, jarabe! ¡adorable y delicioso jarabe! ¡Aunque lo estuviera comiendo y bebiendo día y noche, volvería a desearlo en la vida futura!

      Después de esto dejé la pluma y el tintero, y me senté respetuosamente a alguna distancia. Y no bien leyó el rey lo que yo había escrito, se maravilló asombrosamente, y exclamó: "¿Es posible que un.mono posea tanta elocuencia, y sobre todo una letra tan magnífica? ¡Por Alah…! ¡Es el prodigio de los prodigios!" (1)Kenafa: especie de pastelillo hecho con fideos muy finos En aquel instante trajeron un juego de ajedrez, y el rey me preguntó por señas si sabía jugar, contestándole yo que sí con la cabeza. Y me acerqué, coloqué las piezas, y me puse a jugar con el rey. Y le di mate dos veces. Y el rey no supo entonces qué pensar, quedán. dose perplejo, y dijo: "¡Si éste fuera un hijo de Adán, habría superado a todos los vivientes de su siglo!"

      Y ordenó luego al eunuco: "Ve a las habitaciones de tu dueña, mi hija, y dile:

      "¡Oh mi señora! Venid inmediatamente junto al rey", pues quiero que disfrute de este espectáculo y vea un mono tan maravilloso".

      Entonces fue el eunuco, y no tardó en volver con su dueña, la hija del rey, que en cuanto me divisó se cubrió la cara con el velo, y dijo: "¡Padre mío! ¿Cómo me mandas llamar ante hombres extraños?" Y el rey dijo:

      "Hija mía, ¿por quién te tapas la cara, si no hay aquí nadie más que nosotros?" Entonces contestó la joven: "Sabe, ¡oh padre mío! que ese mono es hijo de un rey llamado Amarus, y dueño de un lejano país.. Este mono está encantado por el efrit Georgirus, descendiente de Eblis, después de haber matado a su esposa, hija del rey Aknamus, señor de las Islas de Ebano. Este mono, al cual crees mono de veras, es un hombre, pero un hombre sabio, instruido y prudente".

      Sorprendido al oír estas palabras, me preguntó el rey: "¿Es verdad lo que dice de ti mi hija?" Y yo, con la cabeza, le indiqué como era cierto, y rompí a llorar. Entonces el rey le preguntó a su hija:

      "¿Por qué sabes que está encantado?" Y la princesa contestó: "¡Oh padre mío! Siendo yo pequeña, la vieja que había en casa de mi madre era una bruja muy versada en la magia y me enseñó este arte. Más tarde me perfeccioné en él, y aprendí más de ciento setenta artículos mágicos, de los cuales el más insignificante me permitiría transportar tu palacio con todas sus piedras y la ciudad entera detrás del Cáucaso, y convertir en mar esta comarca y en peces a cuantos la habitan".

      Y el padre exclamó: "¡Por el verdadero nombre de Alah sobre ti ¡oh hija mía!, desencanta a ese hombre, para que yo le nombre mi visir! Pero ¿es posible que tú poseas ese talento tan enorme y que yo lo ignorase? Desancanta inmediatamente a ese mono, pues debe ser un joven muy inteligente y agradable". Y la princesa respondió: "De buena gana y como homenaje debido".

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 14ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el segundo saaluk dijo a la dueña de la casa: ¡Oh, mi señora! Al oír la princesa el ruego de su padre, cogió un cuchillo que tenía unas inscripciones en lengua hebrea, trazó con él un círculo en el suelo, escribió allí varios


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