El Marqués de Bradomín: Coloquios Románticos. Ramón del Valle-Inclán

El Marqués de Bradomín: Coloquios Románticos - Ramón del Valle-Inclán


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tanto no recordase á quien le quiere!

      LA DAMA

      ¿Tú crees que me haya recordado siempre?

      LA MADRE CRUCES

      Claramente. ¿Pues no ha venido apenas fué llamado? ¡Y cómo suspiró al darme la carta!

      LA DAMA

      ¡No suspirará más tristemente que suspiro yo!

      LA MADRE CRUCES

      Pues hace mal mi señora cuando sabe que es tan bien querida. Y siempre vale mejor que pene uno solo. Viendo triste al buen caballero decíame entre mí: Suspira, enamorado galán, suspira, que todo lo merece aquella paloma blanca.

      LA DAMA

      ¡Cuánto tarda! ¿Cómo el corazón no le dice todo mi afán?

      LA MADRE CRUCES

      El corazón es por veces tan traidor.

      LA DAMA

      ¡El mío es tan leal!

      LA MADRE CRUCES

      ¡Cuitado pajarillo! ¿Mas qué tiene mi reina que tiembla toda?

      LA DAMA

      No es nada, madre Cruces.

      LA MADRE CRUCES

      Vamos al palacio.

      LA DAMA

      Quería esperarle aquí, en el jardín donde nos separamos.

      LA MADRE CRUCES

      Antaño, cuando niños, algunas veces los he visto jugar bajo estas sombras. Apenas si recordará.

      LA DAMA

      ¡Me acuerdo tanto! No jugaba conmigo, jugaba con mis hermanas mayores, que tenían su edad. Solía traerlo mi abuelo en su yegua, cuando volvía de Viana del Prior, donde estaba con su tío. El viejo Marqués era tu padrino, verdad, Madre Cruces?

      LA MADRE CRUCES

      Sí, mi reina. Padrino como cumple, de bautizo y de boda. Un caballero de aquellos cual no quedan, un gran caballero, como lo era su primo, el señor de este palacio.

      LA DAMA

      ¡Pobre abuelo!

      LA MADRE CRUCES

      Mejor está que nosotros, allá en el mundo de la verdad.

      LA DAMA

      Si viviese no sería yo tan desgraciada.

      LA MADRE CRUCES

      Nuestras tribulaciones son obra de Dios, y nadie en este mundo tiene poder para hacerlas cesar.

      LA DAMA

      Porque nosotros somos cobardes, porque tememos la muerte.

      LA MADRE CRUCES

      Yo, mi señora, no la temo. Tengo ya tantos años que la espero todos los días, porque mi corazón sabe que no puede tardar.

      LA DAMA

      Yo también la llamo, madre Cruces.

      LA MADRE CRUCES

      Mi señora, yo llamarla, jamás. Podría llegar cuando mi alma estuviese negra de pecados.

      LA DAMA

      Yo la llamo, pero le tengo miedo. Si no le tuviese miedo, la buscaría.

      LA MADRE CRUCES

      ¡No diga tal, mi señora, no diga tal!

      N la escalinata, donde verdean yerbajos desmedrados que las palomas picotean, asoma una vieja ama de llaves vestida con hábito del Carmelo. Se llama Doña Malvina. Aventa un puñado de maíz, y las palomas acuden á ella. Doña Malvina ríe con gritos de damisela y llevando una paloma en cada hombro, baja al jardín, alzada muy pulcramente la falda para caminar por los senderos, y llega adonde está la Señora.

      DOÑA MALVINA

      ¡Que la humedad de esos árboles no puede serle buena!

      LA DAMA

      ¡Dentro de un momento acaso llegue aquel á quien espero hace tanto tiempo!..

      DOÑA MALVINA

      ¡El señor Marqués!

      LA DAMA

      Tú nunca dudaste que viniese.

      DOÑA MALVINA

      ¡Nunca!

      LA DAMA

      Yo lo dudé, é hice mal.

      DOÑA MALVINA

      ¿Cuándo ha tenido usted noticia de su llegada?

      LA DAMA

      Ahora.

      LA MADRE CRUCES

      Yo la truje, Doña Malvina.

      LA DAMA

      Quería esperarle aquí. Me mata la impaciencia.

      DOÑA MALVINA

      ¡Tiene las manos heladas!

      A dama calla y parece soñar. En medio de aquel silencio leve y romántico, resuena en el jardín festivo ladrar de perros y música de cascabeles, al mismo tiempo que una voz grave y eclesiástica se eleva desde el fondo de mirtos como un canto gregoriano. Es la voz del Abad de Brandeso. El tonsurado solía recaer por el palacio, terminada la misa, para tomar chocolate con la Señora. Sus dos galgos le precedían siempre.

      EL ABAD

      Excelentísima señora doña María de la Concepción Montenegro y Bendaña, Gayoso y Ponte de Andrade.

      LA DAMA

      ¡Señor Abad, qué olvidado tiene usted el camino de esta casa!

      EL ABAD

      No crea eso, mi buena amiga, pero estuve de viaje. Una consulta á Su Ilustrísima. Por cierto que el señor Provisor me ha dicho que estaba de vuelta nuestro gran Marqués. El señor Provisor, que le ha saludado en Roma cuando fué con la peregrinación, me contó que el pelo le ha blanqueado completamente. ¡Pues no tiene años para eso!

      LA DAMA

      ¡Oh, no!

      EL ABAD

      Es un muchacho. ¿Y qué magna empresa le habrá traído?

      LA DAMA

      ¡Señor Abad!

      EL ABAD

      Yo me la figuro. Nuestro ilustre Marqués trae una misión secreta del Rey.

      LA DAMA

      No creo...

      EL ABAD

      A mí no me extrañaría que volviese á estallar una nueva guerra. Yo confieso que la espero hace mucho tiempo. ¡Quieto, Carabel! ¡Quieto, Capitán!

      LA DAMA

      Usted tomará chocolate, señor Abad. Ya lo sabes, Malvina.

      DOÑA MALVINA

      ¿Prefiere bollos de Viana, ó bizcochos de las monjas de Velvis?

      EL ABAD

      Hay que pensarlo, Doña Malvina: ¡Es un caso de conciencia!

      LA DAMA

      Las dos cosas.

      DOÑA MALVINA

      ¿Y cabello de ángel ó dulce de guindas?

      EL ABAD

      También


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