Ecos del misterio. José Rivera Ramírez
tiene que ver con virtudes intelectuales, y la bondad con las morales, la belleza no puede descuidar el cultivo de aquellas virtudes que hagan de ella una dimensión al servicio del espíritu humano. Hay determinados hábitos que contribuyen al cultivo de un espíritu estético lo mismo que los hay que deterioran su sentido. La connaturalidad o convivencia familiar con la cosa bella será, sin duda, el mejor de todos ellos. Por eso para don José Rivera arte y moral, ética y estética no están, en absoluto separadas, antes bien, entrelazadas radicalmente: “La virtud es la belleza auténtica (…) Contemplamos y realizamos la belleza más sublime, en la armonía de la conducta de la vida (…) La finalidad suprema del arte es el arte de vivir, de ser feliz y realizar la belleza en el comportamiento” (Diario, 7 de agosto de 1969).
Con la publicación de este nuevo volumen de la obra escrita de don José Rivera, pretendemos seguir dando a conocer su vida, su pensamiento y sus escritos, por lo muy provechosos que nos pueden resultar. Como se ha indicado, en esta selección de textos, pertenecientes a sus Cuadernos de Estudio, el autor analiza determinados escritos clásicos sobre arte, en general, y sobre poesía o literatura en particular. En los manuscritos conservados son pocos los autores que don José estudia, pero lo que de cada uno de ellos se expresa resulta sumamente sugerente. A propósito de una obra literaria se vierten riquísimos comentarios no sólo sobre estética, sino sobre historia, teología, espiritualidad también, e incluso sobre la vida política o moral. Si a D. José le interesa el estudio minucioso de los clásicos latinos (o de otros temas semejantes) es precisamente por su actualidad, porque el panorama que dibujan corresponde al corazón del hombre de todos los tiempos, a sus proezas y a sus miserias. El estudio de la literatura pagana no sólo le permite conocer el mundo desde una perspectiva natural, sino también descubrir y valorar la novedad fecunda que ofrecerá la gracia de Cristo, y que aquellos ignoraron14. Su capacidad profundamente crítica le llevará a preguntarse si tal renovación transformante –que pasa por la mediación de la Iglesia– se ha dado y en qué medida.
Lo primero que nos encontramos es una introducción a la Historia de la Estética, bastante incompleta, por desgracia: tan sólo unas pocas páginas acerca de los primeros pensadores de este asunto en la antigüedad. En los capítulos siguientes don José analiza algunas de las obras más representativas de escritores latinos antiguos.
A pesar de no contar con el Diario completo, las páginas que constituyen estos estudios resultan excesivas para un único libro, por lo que preferimos hacer una doble presentación, dejando para un volumen posterior el comentario riveriano de algunos escritores contemporáneos15.
Se ha respetado el texto tal cual lo encontramos transcrito de su Diario, haciendo únicamente algunas correcciones ortográficas. Conviene recordar que otro tipo de erratas, si se encuentran, responden en el fondo a la espontaneidad de los textos y a que éstos nunca fueron escritos pensando en su futura publicación. Hemos añadido, por cuenta propia, una breve nota biográfica de cada uno de los escritores antiguos que don José estudia, pensando en que los futuros lectores no tienen por qué conocerlos, así como la traducción de los abundantes textos citados en latín.
Juan Carlos García Jarama
Sacerdote Diocesano de Toledo
Profesor de Filosofía
ECOS DEL MISTERIO
I. INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA ESTÉTICA
Día 2 de agosto de 1969
Efectivamente, mis trabajos marchan bastante bien. He releído ya, el primer libro catalán, y voy por casi la mitad del segundo; los temas de hebreo puedo estar seguro que los liquido antes de salir de aquí. De la historia de la estética16, he ido leyendo, y ahora estoy releyendo, la primera parte, lo referente a la antigüedad griega. El libro de Bernal Díaz del Castillo, un poco menos aprisa de lo deseable, pero va avanzando... En fin, que hasta ahora no me puedo quejar.
Lo único malo es la amabilidad de X. que, por ayudarme, no me deja salir solo a registrar librerías como sería mi gusto.
Comienzo a tomar notas sobre Platón17. Más bien, a registrar unas cuantas ideas personales, sugeridas por la lectura de sus teorías.
La belleza absoluta es la sumamente atractiva; el hombre que la conoce, se siente absolutamente trasportado a ella. Pero aquí la conocemos en participaciones, capaces ya de suscitar el arrebato. Primero las participaciones materiales, luego las morales. La virtud es bella; es más bien, y belleza y verdad son una misma cosa. Las realizaciones corporales nos atraen y, a la vez, nos envían a esa belleza suma. Todo esto, en cristiano, significa que el Padre es la Belleza misma, revelada en Cristo. Y que como Platón señala, siendo la Belleza lo más atrayente para el hombre, se precisa, con urgencia, una buena teología de la Belleza. Y en cuanto a las cosas bellas, bello es aquello que es como conviene - y es bueno a la vez. “Dicho de otra manera: si su forma perceptible coincide con el ideal intelectual, que suponemos aspira, entonces es bello y perfecto. Para cada cosa, la forma arquetípica que trata de realizar es eterna y absolutamente conveniente; en la medida en que la cosa sea…”.
Día 4 de agosto de 1969
Las 6,12 de la mañana; escribo ya a la luz del día, un tanto temeroso de molestar a los que duermen, espero que suficientemente lejos para hacer vanos mis temores. Ayer excursión a Roncesvalles con los X. Preciosa excursión a lugares maravillosos. Panoramas deleitosos y monumentos extremadamente placenteros. La Basílica, la iglesia de Arce y la de Aoiz, todo románico, más o menos, y consiguientemente muy de mi gusto. A la ida, parada en el templo muy moderno de Espinal, construído con notable buen acierto estético y litúrgico... Todo ello es enriquecedor, pero pernicioso para los estudios. Ayer habíamos dedicado el día de las ejercitantes al descanso. Por ello fue la gira. Nada estudié; y por la noche venía fatigado y con jaqueca. Afortunadamente había celebrado en el altar de la Virgen en la Basílica, suprimí la cena, me acosté poco después de las 10, me releí, en parte, una novela de Maigret, y me dormí muy pronto. He despertado a la 1 pasada, y me he puesto muy pronto a estudiar. Repaso de temas hebreos, y estudio de un par de ejercicios nuevos; repaso de catalán. Y ahora, en las tres horas largas –de que todavía dispongo– ya duchado, vestido, y hecha la cama, me dispongo a continuar con las anotaciones a las teorías platónicas.
Había quedado a medias una cita, que vuelvo a comenzar; “Dicho de otra manera: si su forma perceptible coincide con el ideal intelectual, que suponemos aspira, entonces es bello y perfecto. Para cada cosa, la forma arquetípica que trata de realizar es eterna y absolutamente conveniente; en la medida en que la cosa se aproxima a su arquetipo eterno es bella; en la medida en que, por ser perecedera, difiere de él, pierde su belleza” (p. 49). Y aceptada plenamente la doctrina, la aplicación inmediata es que el criterio de belleza es la semejanza con el Verbo, y en concreto para los hombres, la conformidad con esa donación de Cristo, con esa imagen que el Padre tiene en su Verbo de cada uno, y para realizar la cual, otorga su gracia. Y esto ya en la tierra, para quien tiene ojos de artista en su pleno sentido. Pienso, por ejemplo, que si un entendido en pintura ingresa en el taller de un pintor y le contempla en plena faena, no goza del cuadro en elaboración, según la belleza actual de cuadro, sino que penetrando la imagen final, disfruta en la medida que constata que el pintor se acerca a él, avanza hacia él en sus pinceladas, en sus borrones, en sus detenciones... Más le placerá un bosquejo deforme, en su momento concreto, pero bien encaminado, que un cuadro mejor acabado, pero disconforme con la pintura última. No así el imperito, que sólo sabrá discernir, a lo más, el valor absoluto actual de la pintura, en el estado en que se encuentra. Así, pienso que, incluso en cuanto a la belleza corporal, quien es entendido en hermosura se deleitará más en el cuerpo feo de quien se va santificando, que en la pulcra figura del pecador, del descaminado. Pues el cuerpo del santo será, en su remate, incomparablemente más hermoso...
Hay, para Platón, como cuatro planos:
1º formas arquetípicas
2º conceptos científicos inmutables
3º formas sensibles
4º arte imitativo de ellas.
Y