El ministerio de las publicaciones. Elena G. de White
de otros. Tú puedes ser un instrumento para su salvación. No te alejes de él porque tiene puntos débiles en su carácter” (Carta 115, 1902).
Tratar con liberalidad a los obreros.–Dios es rico. Puede permitirse ser liberal. Él desea que sus servidores trabajen en líneas de actividad que inspiren confianza. Hay que tratar liberalmente a todos. Sin embargo, hay que recoger los fragmentos para que nada se pierda.
En el trato con las mentes, sean muy cuidadosos de revelar a Cristo. Hagan que sus aprendices comprendan que son parte de la firma. Díganles: “Deseamos que colaboren con Cristo. Al hacerlo, trabajarán en vuestra propia salvación con temor y temblor, porque Dios obrará en ustedes para que quieran y hagan según su propia voluntad”. No hagan nada que conduzca a los aprendices a creer que no han sido tratados correctamente. Este sentimiento corroe la mente y la impresión causada nunca desaparece.
Que Dios nos conceda corazones tiernos, corazones de carne, y no corazones de acero. Recuerden que de la manera como juzguen serán juzgados. Dios será misericordioso con los que manifiesten misericordia. Recuerden que se les ha concedido el privilegio de ayudar a Cristo en la persona de sus santos. Cuando usen este privilegio debidamente, están dando gloria al Salvador. El trabajo les proporcionará abundantes ganancias (Manuscrito 81, 1901).
21 Con el fin de proveer una capacitación práctica en los sectores de escritura, trabajo editorial y relaciones públicas, la Asociación General ha establecido en forma cooperativa un programa de formación y perfeccionamiento en el empleo (General Conference Publishing Department Policies, 43).
Capítulo 9
Se necesitan publicaciones de calidad con el mensaje
Hacer circular libros con la verdad presente.–Dedíquese más tiempo a la publicación y circulación de los libros que contienen la verdad presente. Llámese la atención a los libros que se espacian en la fe práctica y la piedad, así como a los que tratan de la palabra profética. Se ha de educar a la gente para que lea la segura palabra profética a la luz de los oráculos vivos. Necesita saber que se están cumpliendo las señales de los tiempos.
Dios es el único que puede dar éxito tanto en la preparación como en la circulación de nuestras publicaciones. Si con fe sostenemos sus principios, él cooperará con nosotros al colocar los libros en las manos de aquellos a quienes beneficiarán. Debemos orar por el Espíritu Santo, confiar en él y creer en él. La oración humilde y ferviente hará más para promover la circulación de nuestros libros que todos los costosos adornos del mundo (JT 3:158, 159).
Artículos que honren la religión en la familia.–Dedíquense nuestros periódicos a la publicación de un material vivo y serio. Rebose cada artículo de pensamientos prácticos, elevadores y ennoblecedores, pensamientos que darán al lector ayuda, luz y fuerza. Debe honrarse como nunca antes la religión y la santidad en la familia. Si hubo un pueblo que necesitase andar ante Dios como Enoc, es el pueblo adventista del séptimo día ahora, que debe demostrar su sinceridad por sus palabras puras, limpias y llenas de simpatía, ternura y amor.
Hay momentos en que son necesarias las palabras de reprensión y de reproche. A los que han salido del camino recto se les debe despertar para que vean su peligro. Debe dárseles un mensaje que los saque del letargo que encadena sus sentidos. Debe producirse una renovación moral, de lo contrario las almas perecerán en sus pecados. Déjese penetrar hasta el corazón el mensaje de verdad, como una espada aguda y de dos filos. Háganse llamamientos que despierten a los negligentes, y hagan volver a Dios a los espíritus extraviados en la insensatez.
Debe atraerse poderosamente la atención de la gente. Nuestro mensaje es sabor de vida para vida o de muerte para muerte. Están en la balanza los destinos de las personas. Hay multitudes en el valle de la decisión. Debe oírse una voz que clame: “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (1 Rey. 18:21).
Al mismo tiempo, en ninguna circunstancia deben publicarse cosas provenientes de un espíritu duro y denunciador. No haya en nuestros periódicos estocadas ni críticas amargas o sarcasmos mordaces. Satanás ha logrado casi expulsar del mundo la verdad de Dios, y se deleita cuando sus profesos defensores dan la impresión de no estar bajo la influencia de la verdad que subyuga y santifica el alma.
Los que escriben en nuestros periódicos deben espaciarse lo menos posible en las objeciones o los argumentos de los opositores. En toda nuestra obra debemos hacer frente a la mentira con la verdad. Expóngase la verdad por encima de todas las sugerencias personales, alusiones o insultos. Negociemos únicamente con la moneda del cielo. Hagamos uso solamente de aquello que lleva la imagen y la inscripción de Dios. Hagamos penetrar la verdad, nueva y convincente, para minar y suprimir el error.
Dios quiere que seamos siempre serenos y tolerantes. Cualquiera que sea la conducta seguida por los demás, debemos representar a Cristo, obrando como obraría él en circunstancias similares. El poder de nuestro Salvador no estribaba en una enérgica andanada de palabras agudas. Fue su bondad, su espíritu abnegado y humilde lo que hizo de él un conquistador de corazones. El secreto de nuestro éxito estriba en revelar el mismo espíritu.
La unidad.–Los que hablan a la gente en nuestros periódicos deben conservar la unidad entre sí. Nada debe encontrarse en nuestros periódicos que sepa a disensión. Satanás trata siempre de provocar la disensión, porque sabe muy bien que por este medio puede contrarrestar muy eficazmente la obra de Dios. No debemos favorecer sus designios. La oración de Cristo en favor de sus discípulos fue: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21). Todos los que trabajan verdaderamente para