Cómo evitar amargarse la vida. Brenda Barnaby
le responde el hermano, me parece justo.Y ambos se retiraron, cada uno por su lado, con sus respectivas sortijas.
Después de varios meses, al menor se le ocurrió preguntarse por qué el padre había guardado tan cuidadosamente ese anillo de plata ya que no parecía tener el aspecto de una joya, por lo cual, comenzó a examinarlo, y en su interior pudo leer:
«esto también cambiará».
Mientras el tiempo transcurría, ambos hermanos vivían tiempos de alegría y otros de tristeza, de bonanza e infortunio. Sin embargo, los cambios en la vida comenzaron a desequilibrar al hermano mayor, porque se entusiasmaba muchísimo cuando las cosas iban bien, pero se entristecía y caía en depresión cuando las circunstancias no le eran favorables. Estas fluctuaciones lentamente comenzaron a socavar su salud, a convertirlo en un ser nervioso, preocupado, opaco, solitario. De nada le había servido recibir una fabulosa herencia, había perdido su capacidad de disfrute. El hermano menor, en cambio, a pesar de haber pasado por momentos de prosperidad y otros menos favorables, había tenido siempre presente esa inscripción que tenía en su sortija «esto también cambiará». Con lo cual siempre había tenido una actitud equilibrada tanto ante lo bueno como lo malo. No se apegaba ni a lo placentero ni a lo desagradable porque sabía que todo era pasajero. Para él lo importante era vivir en paz y equilibradamente.
Y esa fue «su» felicidad.
Sobre las emociones
«El hombre que controla a un grupo es importante; un hombre que controla masas es influyente, pero el hombre que se controla a sí mismo es poderoso.»
Anónimo
Qué llamativo es ver todo el tiempo y en diferentes lugares las consecuencias del mal manejo (o directamente no manejo) de las emociones. Discusiones, peleas, malos entendidos, ira, todo producto de la comunicación incorrecta, llevada de la mano de emociones altamente negativas y algunas, hasta nocivas. Familias divididas, parejas rotas, seres humanos que se hallan al borde del abismo por no poder controlar ese impulso feroz.
Frente a esta realidad se hace necesario preguntar:¿es posible manejar las emociones? ¿Transformar esas emociones negativas en emociones más funcionales o positivas para uno y para los demás? ¿Podríamos lograr mantener el buen humor (o la buena onda, por llamarla de alguna manera) en circunstancias poco favorables?
Obviamente la respuesta es sí. La solución a las malas relaciones, a las reyertas, broncas, humores desagradables, es el autocontrol. Sí, autocontrol, no represión de las emociones. De nada sirve reprimir emociones, porque tarde o temprano aparecen en otro momento y otro lugar (desubicadísimas) y con mucha más fuerza, dañándonos y dañando a los que nos rodean; y generalmente, en vez de provocar una respuesta positiva, una solución, genera comentarios del tipo: ¿Estás loco?
¿Por qué salió esto ahora? ¿No es algo que pasó hace dos meses? ¿Todo este tiempo te lo tragaste? ¿Por qué no lo dijiste antes?
El autocontrol es una fuerza interior, la capacidad y la inteligencia puesta al servicio de nuestra calidad de vida y de quienes nos rodean, para mejorar nuestras relaciones y vida en general.Todo el mundo posee esta herramienta, pero como requiere disciplina y esfuerzo, la mayoría se deja arrebatar por el torbellino de emociones, la comodidad de dejarse llevar, que lejos de ser una comodidad es una incomodidad que en un lapso determinado se transforma en daño.
Todos los seres humanos poseemos una amplia gama de emociones y todas ellas pueden ser, con cuidado y voluntad férrea, manejadas. No somos sencillos animales que nos dejamos llevar por impulsos. Podemos decidir sobre lo que sentimos y lo que nos pasa.
La idea que quiero transmitirles es que las emociones, lo que sentimos, nuestros pensamientos deben jugar a favor nuestro y no en contra. Somos seres inteligentes, no debemos ser nuestro enemigo.
El autocontrol al principio cuesta, da trabajo, pero con el tiempo se va internalizando y finalmente se convierte en nuestro mejor aliado.A través del control analizamos mejor y reaccionamos mejor, positivamente y con ello maduramos, evolucionamos.
Imaginemos que queremos hacer un bello dibujo y tenemos una caja con un montón de lápices; algunos de hermosos colores, otros no tan bellos y finalmente unos que no tienen ni punta. ¿Usaríamos estos dos últimos? Si así lo hiciéramos no solo arruinaríamos el dibujo sino que no sería muy inteligente de nuestra parte ¿no?
Si bien el manejo de las emociones no es tan fácil como elegir lápices (ojalá lo fuera) es posible hacer elecciones mejores para hacer de nuestra vida una hermosa aventura.
¡Es posible! ¡Intentémoslo!
Insisto… no es fácil pero no es imposible. Vivir les puede resultar más fácil y gratificante.
Las exageraciones
Llegar cansados de trabajar y no atender las necesidades de la pareja ni dedicar un momento a los hijos... «¡Por favor! Tuve 10000 problemas para poder llegar a la oficina» (En realidad solo tuvo uno o dos.)
TODO me sale mal.
Soy horrible.
Me manché la camisa con café, toda la gente creerá que soy un dejado. Es horrible.
Una mujer joven exclamando: «¡Me ha salido una arruga! ¡Me estoy haciendo vieja!»
El bolso y los zapatos no están conjuntados, es un desastre, no puedo salir así.
A mí me suceden todas las desgracias.
El mundo está contra mío.
Todo está tan caro que no voy a tener dinero ni para comer (lo dice una persona en una buena situación económica).
No sirvo para nada.
Te llamé mil veces y no viniste ni me respondiste. ¡No significo nada para ti!
Hace mil horas que te espero.
Cometí un error, soy un idiota consumado.
Siempre a mí, siempre a mí.
Uno de los grandes problemas fundamentales que es preciso erradicar son las exageraciones; ese ánimo de magnificar cualquier tontería, infortunio o circunstancia y categorizarlo como desgracia. Es la manera de elevar un inconveniente a la enésima potencia y convertirlo en algo casi imposible de resolver.
Las exageraciones le dan a cualquier contrariedad ese toque de tragedia que tan agradablemente nos gusta dispensar. Si algo es apenas una molestia no es necesario mirarlo como si fuera un tormento ¿no? Qué acostumbrados estamos a funcionar de esa manera. No es correcto vivir así.
Veamos juntos esto que decía Epícteto ya en el siglo I d. C. (se ve que este tema es más viejo que la humedad):
«Podemos aprender la intención de la Naturaleza respecto a las cosas por medio de aquellas que no nos atañen; por ejemplo, cuando un vecino rompe una copa, en seguida, al oírle lamentarse, piensas que es un accidente vulgar y sin importancia; pues bien, si el percance te ocurre a ti, acostúmbrate a mirarlo con la misma tranquilidad e indiferencia que si se tratase de tu vecino.Y no dejes de aplicar este método aun a las cosas de mayor importancia. Cuando fallece la mujer de otro, en seguida le decimos que no se desespere, ya que se trata de algo inevitable e inherente a la condición humana; en cambio, si se trata de la nuestra, sin escuchar razones y consuelos, nos deshacemos en gemidos y llantos. Pues bien: se trata precisamente de acordarnos en las desgracias propias del estado de conformidad con que miramos las ajenas, si queremos ser menos desgraciados».
Es decir, que para ser feliz y vivir en paz es importante tomarse las cosas de manera más calmada, sin exagerar, sin problematizar demasiado.
Uno de los principios fundamentales de una vida plena y feliz es no dramatizar y vivir más tranquilo sin darle demasiada trascendencia a los acontecimientos de la vida. Por eso Epícteto recomendaba tener fuerza emocional, fortaleza de carácter para hacer frente a los contratiempos en la justa proporción y medida.
Esto es justamente lo que debemos aprender