Honorables. Rossana Dresdner Cid
la Cuenta Pública del Congreso que se celebra el próximo mes –respondí–. Es la primera vez que el parlamento entrega un balance de gestión al país; los medios estarán pendientes y es una buena oportunidad para que el Presidente haga anuncios de probidad.
Sonrió.
–Nos estamos entendiendo –dijo–. Me encanta. Efectivamente, es una oportunidad inmejorable. Trabajemos una propuesta.
Salí de su oficina pensando que había conseguido apoyo para mi plan de reestructuración. Pero no tenía la sensación de que avanzaba, sino más bien de que venían problemas.
Decidí llamar a Matías Tello por la entrevista a Catalán. Le pediría que la solicitara como algo suyo. Que no comentara que yo se lo sugerí.
5. Control de daños
Javiera Koch
–¿Tú sabes cómo se manejan los dineros de la Cámara?
–¿A qué te refieres…?
Matías Tello, mi ex compañero de universidad, me había invitado a un café. Le propuse que fuera a mi oficina, pero insistió en que nos juntáramos en la cafetería de los diputados, hoy, a las nueve de la mañana. Me provocó curiosidad. A esta hora, este sector del edificio estaba vacío. Desde nuestro encuentro para el cambio de Mesa, solo había hablado con él la semana pasada por la entrevista a Catalán. A la que el Secretario no había accedido y que finalmente dio el Presidente.
Me había decepcionado un poco que Matías no me hubiera contactado antes. Sé que habían pasado más de veinte años desde que tuvimos ese pequeño affaire en la universidad, pero siempre sentí que había quedado algo. No pendiente, pero sí presente. Lo confirmaba cada vez que nos habíamos topado en la calle, en un evento de trabajo o en las reuniones de curso. Pero era verdad que hace mucho tiempo que no lo veía. Y que mis pretensiones eran bastante ridículas. Tampoco eran pretensiones. Más bien una idea. Solo eso.
Llegué atrasada. No quería parecer ansiosa. Los mozos estaban limpiando y preparando cafeteras y vajilla para cuando comenzara la afluencia de público y autoridades. Faltaba más de una hora. Matías me esperaba en una mesa, concentrado en su celular. Estaba igual: alto, flaco y desgarbado. El pelo seguía largo pero ahora lo controlaba con gel y había cambiado la polera de algodón por chaqueta, camisa y corbata. Me pareció que tenía una mirada triste. O quizás solo aburrida.
En la universidad militaba en la Juventud Socialista y participaba en todas las asambleas, mítines, protestas y paros, y en todo lo que significara no ir a clases. Como alumno, se caracterizaba por llegar atrasado, no tener la materia ni saber cuándo había prueba. Pero era inteligente y chistoso.
–¿A qué te refieres con el manejo de dineros? –repetí.
–A lo que pasa después de que el presupuesto de la Cámara se aprueba, cómo llegan esos fondos a la Corporación, si se entrega todo de una vez o se van transfiriendo por remesas, si se depositan en una o varias cuentas de la Cámara, quién las maneja, quién o quiénes tienen la facultad para girar de esas cuentas, quién toma las decisiones de los gastos, cómo se rinden… En fin. ¿Sabes eso o no?
–Claro que no, no tengo idea. Pero supongo que es información que se puede solicitar a través de la página web, en Transparencia Activa.
–Es que lo hice, y respondieron que no pueden entregar esos antecedentes.
Catalán me había comentado acerca de esa solicitud y preguntado si conocía a Matías. Dijo que era un periodista de cuidado y que había publicado un reportaje sobre los privilegios de los diputados. Recordaba la nota: hablaba de los pasajes de avión, los estacionamientos gratis en el aeropuerto, el pago de cuentas telefónicas, el cobro de dobles viáticos, los regalos que no se declaraban, etc. De todo. Y abrió un debate sobre el tema que aún no se calmaba.
–¿En qué andas? –le pregunté.
–Haciendo mi pega: reporteando.
–¿Sobre el manejo de las platas?
Pesutic y Catalán estaban nerviosos después de que apareció la entrevista de Matías al Presidente en La Crónica, donde sindicaba a la Dirección de Finanzas como responsable de las imposiciones impagas. Me dijeron que esto confirmaba la necesidad de un mayor manejo institucional de la prensa. Que ése había sido uno de los argumentos para traer a alguien externo, con experiencia, a Comunicaciones y no elegir a alguien de la Cámara. Por tanto, mi labor era desarticular este tipo de publicaciones sobre la institución.
–Pero no opera así –respondí–. Uno no puede pautear a la prensa sobre qué pueden y qué no pueden investigar. ¿Cómo creen ustedes que funciona?
–¿Qué cómo creo que funciona? Como la mierda –contestó Pesutic–. Con cahuines, periodistas poco serios que publican lo que escuchan sin informarse bien, que escriben con errores porque no saben la diferencia entre proyecto de ley, proyecto de acuerdo, proyecto de resolución, un mensaje o una moción; que lo único que quieren es una exclusiva y que para eso son capaces hasta de meterse a la cama con los diputados.
–Yo creo que los periodistas funcionan como lo hacemos todos –intervino Catalán– negociando lo que les interesa a las partes. ¿Qué le interesa a los periodistas?: información. Exclusiva, por supuesto. Entonces eso es lo que hay que facilitarles… y pedir algo a cambio.
–Bueno, pero es justamente esa información la que muchas veces no nos interesa que publiquen, porque nos perjudica –respondí.
–Siempre va a haber cosas que nos dañan menos que otras
–contestó Catalán–. O, mejor dicho, que permiten un mayor «control de daños». Es decir, perjudican a menos personas, o a personas que son menos importantes para nosotros. Esa es la información con la que debemos negociar. ¿Quiere hablar de privilegios? Bueno, entreguémosles algunos de los que nadie sabe, como los pasaportes diplomáticos para las esposas e hijos de los honorables, por ejemplo, pero ocultemos otros que son más complicados. Entreguémosles nombres, pero de los diputados que no le importan a nadie. ¿Me entiendes a lo que me refiero, Javiera?
–Si sabes qué les puedo ofrecer a los periodistas para que se olviden de los asuntos más delicados, me lo dices y lo veo con ellos –contesté–. Pero me gustaría saber cuáles son esos temas…
–Los temas más delicados son aquellos relacionados con las finanzas de la Corporación –dijo Catalán–. Porque son temas que la opinión pública no entiende; involucran grandes sumas, generan titulares, conciernen a otras instituciones del Estado, y porque la dinámica de la Corporación es tan compleja, que aunque intentáramos explicar cómo se gastan los más de 65 mil millones de nuestro presupuesto, nadie lo entendería. Es un tema que solo causa problemas. Y entiendo que hay algunas solicitudes al respecto en el portal de Transparencia, justamente de un periodista amigo tuyo, el mismo que entrevistó al Presidente: Matías Tello. ¿Tienes alguna idea de cómo podemos manejarlo?
–Amigo no –corregí–. Ex compañero de universidad, de hace más de veinticinco años.
Catalán sonrió.
–No conozco las solicitudes ni la forma en que la Cámara las aborda –continué–. Dame los antecedentes. Supongo que podremos decir que cierta información no se entrega por razones de buen funcionamiento de la institución, o algo por el estilo.
Al otro lado de la mesa, Matías me miraba fijamente mientras tomaba su café.
–Me dicen que existe la idea de hacer una auditoría a las finanzas de la Cámara –continuó–. Que Cruz lo planteó ayer en la reunión de Régimen Interno y que generó una pelea entre los diputados.
–No sé nada al respecto.
–No necesitas confirmarme eso, ya me lo contaron. Solo quiero que me corrobores algunas cosas, como que los principales detractores fueron Müller y Dalmazzo.
–Es que en realidad no sé de qué me estás hablando.