Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke


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(Moyano, 2009: 135).

      Como señala Moyano (2009: 135, 136), “la apropiación del marxismo a nivel teórico, entendido más como herramienta de análisis que como dogma, fue un elemento importantísimo en la historia del MAPU a posteriori y demostró el influjo que Althusser, a través de Rodrigo Ambrosio, tuvo al interior de la colectividad”, aunque la forma de uso del marxismo se iría gradualmente rigidizando.

      Ambrosio era un líder con un gran atractivo. “Se caracterizaba por actuar racionalmente, pero con una pasión que paradójicamente bordeaba lo irracional”24. Luego de su estadía en Francia, incorporó nuevos temas y nuevos lenguajes en la JDC, y comienza a producirse un acercamiento de estos jóvenes al marxismo, un marxismo diferente al sostenido por los partidos tradicionales de la izquierda (PC y PS). El marxismo comienza a ser proclamado como herramienta de análisis, de carácter científico, útil para hacer el cambio revolucionario (Moyano, 2009: 204).

      En la trayectoria sociológica de Ambrosio es destacable su temprana participación en la investigación realizada por Alain Touraine, a fines de los años 1950, en conexión con el instituto de investigaciones sociológicas de la Universidad de Chile, sobre la conciencia obrera en los sindicatos mineros del carbón en Lota y en los obreros siderúrgicos de Huachipato, en Talcahuano. Se concluía en ella que en la zona de industria tradicional del carbón los obreros eran en su mayoría comunistas, mientras en la zona de Huachipato, más moderna, eran demócrata cristianos y socialistas. Esto mostraba espacios de clase a los cuales convocar (Viera Gallo, 2013: 90). Fue una primera conexión con el campo intelectual francés, que luego retomarán tanto él como Moulian.

      En su estudio sobre la experiencia subjetiva de los militantes del MAPU, Moyano (2009) describe una especie de doble cara, o doble nivel de existencia del MAPU, que parece haber sido más clara en sus inicios: un componente más político institucional, reflejado en dirigentes ya incorporados al aparato político institucional, como era el caso de Jacques Chonchol o Gumucio, y otro componente, menos público y menos visible medialmente, expresado en grupos de jóvenes con una intensa actividad de discusión y crítica intelectual, y fuertes vínculos personales, dentro de los cuales Ambrosio era un eje crucial. Este segundo componente será el verdadero motor de su accionar, que persistirá más allá del golpe militar y más allá incluso del futuro fraccionamiento y posterior desaparición formal del partido. En su caracterización de los integrantes del MAPU, esta autora destaca: (1) “El MAPU representa […] a los jóvenes de los sesenta, jóvenes radicalizados provenientes mayoritariamente de sectores acomodados y profesionales, de origen cristiano […]”. En ellos incide de manera decisiva un espíritu contestatario, de rebeldía, con fuerte carácter generacional y con “marcado talante intelectual”. (2) “Los militantes de esta colectividad compartieron esos intensos años de su juventud con un compromiso absoluto”. (3) “Las redes sociales más íntimas, las amistades, las parejas y toda la vida cotidiana se mezclaron con la vida política, no existiendo una barrera definida entre ambas”. Esto cimentó las relaciones entre ellos y robusteció su imagen externa de consistencia. (4) De la formación católica retuvieron sentido de entrega y negación personal y sentido de culpa (Moyano, 2009: 273-275).

      De tal forma, sintetiza ella, “el MAPU fue una construcción de los jóvenes de la élite para hacerse públicamente del poder político. Esa confesada vocación de poder, que en los años setenta estaba orientada a la transformación de la sociedad capitalista en una socialista, no parecía muy común en la élite chilena, donde las redes hacia lo político eran bastante más ocultas” (Moyano, 2009: 275).

      Una influencia compartida por Moulian, Brunner y Morandé es una sen­sibilidad católica de la Iglesia de mediados de siglo, con una preocupación por la situación social, marcada especialmente por la renovación derivada del Concilio Vaticano II. Los tres, siendo jóvenes, estuvieron en un medio en que circulaba tal discurso social católico. En contacto con Marta Harnecker, Claudio Orrego y Rodrigo Ambrosio, imbuidos de tal pensamiento católico que busca conectarse con el mundo obrero –dice Moulian– “me fui convirtiendo, hasta llegar a presidente de la Acción Universitaria Católica, después de Marta”25. Además de su experiencia en la Acción Católica, Moulian menciona entre sus lecturas tempranas, previas al período althusseriano, a Henri Desroche, sociólogo de la cooperación con una perspectiva de intervención en el ámbito de la empresa, fundador del Colegio Cooperativo, de París y de la Universidad Cooperativa Internacional, y también a Louis-Joseph Lebret, cura dominico de esa misma orientación, ambos franceses que buscaban conectar economía y humanismo. Una publicación cuya lectura lo atraía en su juventud es la revista Esprit, fundada por Emmanuel Mounier, inspirado por Jacques Maritain, cuya lectura compartía con sus compañeros demócratacristianos. Esas eran fuentes que estaban en la línea del catolicismo social.

      Ya en la universidad, Moulian se siente atraído, según declara, por “los cientistas sociales críticos de esa época: Erich Fromm, en primer lugar, también Martín Buber con ese maravilloso libro Caminos de utopía, que era una reivindicación del socialismo utópico y que conversábamos animadamente con los compañeros, con Ambrosio, con Orrego, porque estábamos, también, constituyendo nuestra visión de mundo”26.

      Mientras está en Lovaina recibe la influencia intelectual que lo marcará en los años siguientes y que ya hemos mencionado: la obra de Althusser, con una versión renovada de marxismo, receptivo a las influencias del estructuralismo, que procuraba superar el economicismo del marxismo ortodoxo. Moulian hace este contacto a través de sus amigos Rodrigo Ambrosio y Marta Harnecker que estaban en París. Según él cuenta, Althusser “hace un seminario los días jueves donde iban Ambrosio y Marta Harnecker, entonces yo en Lovaina recibía, podemos decir, los dichos de ese seminario. Yo participaba en ese seminario a distancia, por los rumores, por las conversaciones. Cuando iba a París me contaban todo lo que pasaba, entonces yo me sentía casi en la tercera fila, detrás de ellos. Althusser fue muy importante, porque nos mostró un marxismo que para nosotros se presentaba muy reflexivo […]. [Ya de vuelta en Chile,] nosotros nos reuníamos con Ambrosio, con José Joaquín Brunner, con otros intelectuales de por acá, a discutir sobre Althusser. Y a partir de Althusser comenzamos a leer a Marx”. Cuenta que tanto en París como en Santiago organizaban lecturas colectivas de El capital. En Santiago, dice, “se hacían en torno a la figura de Rodrigo Ambrosio. Porque Rodrigo era un dirigente político demócrata cristiano, pero que llegó de Francia con la idea de romper con la juventud demócrata cristiana y crear una opción de izquierda que surgiera del ámbito cristiano27. Y entonces, tanto Brunner como yo leíamos un poco para Ambrosio, leíamos Althusser para Ambrosio y discutíamos con él, estábamos formando al líder, así decía él. ‘Ustedes ayudan a formar al líder’. Bueno, empezamos por Althusser, y cuando leemos Althusser conocemos a Marx, aunque directamente muy poco. Conocíamos, evidentemente, el Manifiesto Comunista, pero el Manifiesto, por ejemplo, no fue estudiado como fue estudiado ‘Contradicción y sobredeterminación’, ‘Ruptura epistemológica’ y demás conceptos de Althusser de un modo minucioso”28. “Mi generación […] se sintió atraída por el marxismo revitalizado por Althusser. Este lo despojó de los residuos mecanicistas y economicistas, lo dotó de un nuevo rigor conceptual y además abrió puertas al diálogo con otras tendencias culturales” (Moulian, 1983a: 9,10).

      Detrás de la fuerza y claridad de los planteamientos de Ambrosio en estas materias intelectuales estaba este trabajo de grupo, esta labor colectiva, que era expresión de motivaciones sociales parecidas, de una amistad fuerte y prolongada, y de una exploración colectiva sobre ideas novedosas, uno de cuyos centros estaba en París.

      Junto con la construcción argumentativa de Althusser, otra faceta suya que atraía a Moulian era su “capacidad de escritura”. “Yo creo, dice Moulian, que Althusser escribe muy, muy bien. Esa es una de sus capacidades por las cuales es capaz de seducir […]. Es un leninista que busca rescatar el leninismo a través de la creación de un modelo distinto y en un lenguaje distinto”. La atención al lenguaje es algo que también caracteriza a Moulian y que va asociada a su gusto por la literatura. Esta faceta, sin embargo, no se manifiesta en sus primeras obras, de escritura más bien árida literariamente.

      Una lectura que después acaparará su atención, especialmente


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