El lugar del testigo. Nora Strejilevich

El lugar del testigo - Nora Strejilevich


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Este tema se discutirá en el capítulo «Uruguay, Chile y Argentina». Lo cierto es que los detenidos colaboran, a pesar suyo, en la existencia del campo, porque el campo no existe sin ellos. Pero más allá de este punto de partida, el fenómeno tiene gradaciones y se lleva a cabo a menudo con la conciencia alerta. Por último, quienes llegaron a colaborar abiertamente, lo hicieron, a menudo, tras situaciones imposibles, como la de presenciar la tortura de hijos, familiares, etc. El que produce la colaboración es el poder que procura «quebrar» y a veces lo logra.

      18 Es llamativo que estas estrategias sean ignoradas incluso por algunos intelectuales que estudiaron (como Hanna Arendt) el mismo tema en el caso del nazismo. Esta pensadora solo se basó en fuentes escritas en alemán, y al hacerlo ignoró la versión de los sobrevivientes, que se publicaba en diarios escritos en idish (Perla Sneh, 2012). La falta de lectura de material testimonial genera ciertos mitos en relación a los campos nazis: se sigue creyendo que la mayor parte de los judíos se dirigió a las cámaras de gas «como ovejas al matadero» y se desconoce la resistencia que existió en cada uno de los campos. Sneh nos muestra cómo nuestra imagen de esas historias está marcada por derivas del lenguaje, y nos recuerda que dicha expresión fue creada por los judíos más militantes para arengar a sus camaradas, o sea, para conseguir el efecto contrario –«no vayan como ovejas al matadero» (2012).

      19 La idea de una razón distanciada permea muchos otros debates contemporáneos y ha sido cuestionada por el feminismo (ya que a las mujeres se nos acusa de no separar razón de emoción). En esta oportunidad me remito al tema de este ensayo pero invito a los lectores a seguir desafiando la noción de distanciamiento teórico.

      20 La idea de obras que «cierran los sentidos» podría aplicarse, según Philippe Mesnard (2010), a novelas donde se intenta describir la muerte extrema desde una mirada omnisciente (como a su juicio sucede en Vida y destino, donde Vasili Grossman narra la experiencia de las víctimas de las cámaras de gas). Una perspectiva de este tenor, que todo lo controla y todo lo ve, limitaría la posibilidad del lector de captar lo inconmensurable de la tragedia, justamente porque la revela en sus más mínimos detalles. Presento esta posición aunque no coincida con ella: todo depende de cómo se ejerza el arte de narrar.

      21 Ver capítulo «Argentina».

      II

       Los acontecimientos del horror nos ofrecen una profusión ilimitada de testimonios, representaciones, imágenes y relatos. Una masa discursiva e icónica se presenta frente a las sociedades y las generaciones como un interrogante sobre la viabilidad de nuestra existencia como especie. Ese interrogante no es normativo ni epistémico, sino ético.

      Alejandro Kaufman

      Un glosario sin definiciones

      Este glosario no pretende saldar discusiones ni sellar ideas. Lo que intenta es presentar una selección de términos tal como aparecen en algunos debates contemporáneos sobre escritura y memoria. El despliegue de argumentos no es exhaustivo, apenas intento salir del pensamiento dicotómico y abrir interrogantes, siempre desde el lugar del testigo (que tampoco es unívoco). Se interpreta cada noción en relación al testimonio y la mayor parte de los ejemplos provienen del caso argentino.

      Autobiografía: Tanto la autobiografía como el testimonio organizan el sentido de la experiencia en formas narrativas propias, pero mientras algunos críticos subrayan las diferencias entre ambas vertientes, otros las diluyen. Para Mesnard, el sujeto testimonial no se puede reducir al autobiográfico porque «[e]l sujeto del testimonio nunca es solo individual» (2010: 317). Para Arfuch, en cambio: «El testimonio puede ser pensado como un tipo de autobiografía donde se unen –y se refuerzan– dos imaginarios de verdad y realidad: no solo los hechos que tuvieron lugar sino también la propia experiencia que suscitan». (2013: 85)

      A Arfuch no le preocupa tanto separar autobiografía de testimonio o considerarlo una subregión de este «territorio», lo que le importa es su configuración narrativa:

      …no se trata de la expresión pura de lo vivido sino del despliegue del lenguaje en una configuración narrativa que involucra ciertas estrategias de autorrepresentación: cómo se construye el «yo» que narra, sus cualidades, atributos, circunstancias, valoraciones; la percepción del tiempo, su cronología… (subrayado mío, 2013: 85)

      Considero que, incluso si partimos de este aspecto, hay diferencias entre lo autobiográfico y lo testimonial. El yo autobiográfico construye el mundo desde sí y lo transforma en experiencia personal –modo de proceder que coincide con el espíritu expansivo de la burguesía, que ubica al sujeto en el centro del universo (Jameson, 1981)–. El yo testimonial, en cambio, parte de otro lugar de enunciación: el testigo que retorna del campo no creó el mundo que viene a contar, y no solo no fue el centro sino que allí intentaron volverlo anónimo. Por eso le importa crear sentido, comprender, asimilar, compartir lo padecido en nombre propio y del colectivo que se pretendió borrar.

      También se considera que el testimonio está emparentado con la autobiografía a partir del «pacto de verdad» entre autor y lector (Philipe Lejeune), pero este pacto trastabilla (ver sección «Verdad»).

       Centro clandestino de detención, tortura y exterminio (CDTyE) o campo:

      Un ser humano puede sufrir el exilio más radical cuando el estado de excepción lo coloca en un limbo que autoriza su aislamiento y posterior exterminio. En ese limbo llamado campo el ser humano es abandonado, se le quita el nombre y se lo cataloga con un número, es decir, se le roba la marca identitaria que la sociedad le otorgara desde el nacimiento a partir de su inscripción como ciudadano. Se transforma, para el poder, en pura vida biológica. ¿Cómo es que una persona puede perder su condición de ser humano cuando pierde su ser civil? […] La desaparición implica, entre otras cosas, la pérdida de la ciudadanía y de los derechos vinculados a ella. Por este motivo se puede entender el campo como un lugar donde el ex ciudadano es reducido a su condición de cuerpo y, por ende, pierde los atributos que caracterizan a todo ser social. (Strejilevich, 2006: 33)

      Los campos en los países del Cono Sur (distintos entre sí, aunque coincidan en sus funciones básicas), fueron concebidos como depósitos de cuerpos dóciles que esperaban la muerte, eran lugares de exclusion/inclusión y fueron dispositivos instrumentales para diseminar el terror. Se excluía a los detenidos de la comunicdad humana al tiempo que se incluía al campo en el proyecto de dominación:

      [Se trataba de un] terror que se ejercía sobre toda la sociedad […] El campo es efecto y foco de diseminación del terror generalizado en los Estados totalizantes (Calveiro, 2004: 52-53).

      La Shoá es la matriz interpretativa, el núcleo de donde proviene un lenguaje que, en gran medida, nos permite nombrar lo acaecido en nuestra región. Para mencionar uno de los tantos lazos comunicantes con la solución final, consideremos este paralelismo:

      Los trenes europeos mandaban a las víctimas o figuren –aquellos considerados matables sin que su muerte tuviera valor sacrificial– a la Noche y a la Niebla.

      Los Ford Falcon argentinos facilitaban la desaparición forzada de personas transportando a los secuestrados, para ellos «paquetes», a los centros clandestinos de detención.

      En ambos casos el crimen se negaba sistemáticamente, por eso Vidal Naquet llama a esta estrategia crimen dentro del crimen. Y ambos atentan contra la estructura ética de la especie (a esto alude la expresión “Mal radical”). «Si un grupo es asesinado por su raza o nacionalidad [o por su accionar político, agrego], quien sale dañada es la humanidad» (Reyes Mate, 2013: 123).

      Aunque la Shoá sea una fuente conceptual indispensable para el estudio de otros genocidios, el comparativismo se realiza en el plano simbólico. No se trata de un modelo aplicado mecánicamente en otros momentos históricos y regiones geopolíticas sino del imperio


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