Deseo. Flavia Dos Santos

Deseo - Flavia Dos Santos


Скачать книгу
voluntad es el impulso sexual. Según él, la voluntad de vivir del descendiente que todavía no se ha concebido es lo que hace que un hombre y una mujer se unan en una ilusión de lujuria y amor. Pero cuando se ha logrado lo que deseaban, su ilusión compartida desaparece y vuelven a su “estrechez y necesidad original”.

      Es por eso que el deseo se debe lograr a través de distintas bases, teniendo en cuenta las necesidades propias y del otro, y movilizando un deseo perpetuo y duradero a través de fantasías, sueños, proyectos, placeres. Nosotros deseamos lo que no tenemos, pero esto viene cargado del “no” porque desde niños nos dicen que no se puede, no se puede consentir, no se puede mal educar, vamos aprendiendo que desear es malo y por eso tantas personas ahogan el deseo, por miedo, por muchos “no”.

      En redes sociales, por ejemplo, me llegan muchas preguntas sobre si se pierde el deseo en ciertos contextos. Como el caso de una chica que llevaba un año y medio con su novio. Antes su apetito sexual era bueno, tenían sexo frecuente en la semana, y se sentía muy bien con él, pero con el tiempo fue perdiendo el deseo. Aunque decía sentir “fascinación” por él, dejó de sentir ganas y se puso “fría”. Podía pasar un mes y ella no tenía deseos, pero se sentía mal porque él deseaba estar más con ella, y a veces lo hacía por “cumplirle”. Cuando lo hacía de esta manera quedaba incómoda y obligada, esto produjo una situación de hastiamiento. Es un caso para detectar por qué ya no lo desea de igual manera o si es su libido la que se está viendo afectada directamente por otras razones de su emocionalidad o cuerpo. Esto para dar un contexto de que no siempre la razón de perdida de deseo está envuelta en una rutina de convivencia, hijos, o votos matrimoniales. A veces puede suceder de manera inesperada.

      Control del deseo

      Hemos visto cómo el deseo está en la raíz de la vida misma, es lo que nos hace estar vivos. Repitamos la pregunta: ¿Por qué entonces queremos controlarlo? En el intento de descubrir cuáles son nuestros deseos, no hay que tratar de controlar el pensamiento y la emoción. Más bien, hay que permitir a la mente estar despierta de tal manera que todas las trabas que abruman el pensamiento se revelen a sí mismas. Es algo que la psicología reciente llama awareness: estar consciente.

      Awareness es una palabra inglesa que indica el acto de una persona darse cuenta o tomar conciencia sobre algo.

      Awareness se traduce al español como sensibilización o concientización.

      En psicología, el awareness es el darse cuenta de lo que una persona siente y percibe de la realidad para entrar en contacto consigo misma y es fundamental en nuestra tarea de mantener o rescatar el deseo. Se habla de tres zonas de awareness:

      • Awareness exterior: conocimiento sensorial de los objetos y el ambiente.

      • Awareness interior: contacto de los sentidos con nuestro mecanismo interior como respiración, tensión muscular y temblores.

      • Awareness de la fantasía o zona intermedia (ZIM): conciencia de toda la actividad mental que transcurre más allá del presente. Y que podríamos entablar contando nuestras propias fantasías y escuchando las del otro, en un contexto de respeto e inclusión, sin que eso sea una amenaza o despierte miedos de abandono. Compartir deseos, fantasías es parte de una comunicación cómplice, excitante y no todos se la permiten, de nuevo por tantos “no” inculcados desde temprano.

      El awareness tiene como finalidad la búsqueda del presente, del aquí y ahora a través de una autoconciencia. En este sentido, se relaciona con la meditación.

      El deseo no se debe detener, esto sería igual a estar muertos. Pero hemos visto que el deseo está ligado al dolor, y por eso, muchas veces queremos suprimir o controlar el deseo. Las personas religiosas, los monjes de todo el mundo, nos dicen: “Permanece sin deseo, controla el deseo, reprime el deseo. Si no puedes hacerlo, transfiérelo a algo valioso, a Dios, a la iluminación, a la santidad, a lo que sea”.

      Pero la respuesta para nuestro deseo es la libertad de este, sin que amenace nuestro equilibrio interior. Por lo general las personas temen a la libertad, se asustan con la falta de control, pero, ¿cómo desear controladamente? Buscando un balance, pues el deseo descontrolado es la adicción, una patología como las otras adicciones, que deben ser tratadas por un especialista.

      Según la mayoría de las religiones hay que detener el deseo porque se necesita la energía para servir a Dios. Por tanto, hay que evitar las tentaciones y estas vienen a través de los sentidos: ver, tocar, oler, saborear, escuchar. Hay comunidades de monjes que no miran la belleza del cielo, ni la luz sobre los montes y la hierba, ni los pájaros ni el agua que corre. Por eso pasan la mayor parte de su tiempo en oración y por eso hay comunidades de clausura donde monjes y monjas se torturan, se autoflagelan, para castigar la carne, dicen, para no sentir deseos. Hay conventos de monjes donde usan cinturones de espinas alrededor de su cuerpo. Eso, según sus creencias, los va a conducir a la verdad: a otra vida donde el ser humano gozará perpetuamente de la presencia de Dios y nunca va a desear nada más.

      Estos son actos tremendamente represivos, limitantes. Son formas de reprimir y controlar el deseo, ya sea por creencias religiosas o sectarias, o por disciplina. La disciplina se basa sobre el control. La sociedad y la cultura controlan. La religión controla. Pero el consumismo dice: “No controles, disfruta, compra, vende”. Y la mente humana dice: “Todo eso está muy bien. Mi propio instinto es tener placer, así que lo voy a buscar. Pero el sábado, o el domingo o el día que sea, lo dedicaré a Dios”. Esto ha sido así desde siempre. Entonces, ¿por qué ha de ser controlado el placer? ¿Y por qué no buscarlo de manera libre y espontánea trabajando en un área que nos va a ayudar en todos los otros aspectos de nuestra vida?

      No estamos ni condenando el placer ni decimos que hay que darle rienda suelta ni que haya que reprimirlo o justificarlo. Hay que tratar de comprender por qué el placer ha adquirido una importancia tan grande en nuestra vida: el placer de la iluminación, el placer del sexo, el placer de la posesión, el placer del conocimiento, el placer del poder.

      En el momento que controlo, hay desorden porque estoy reprimiendo y sufriendo. Pero no hay desorden cuando permitimos que el deseo aflore y lo observamos, en el sentido de estar alerta a él, a las formas sutiles de poseer y no poseer. Para eso tenemos que estar en un estado de vigilancia, una observación muy sensible nuestra y, si es el caso, de nuestra pareja, para lograr comprender sus deseos.

      ¿Es posible vivir sin ejercer control alguno? Hay que ser cauteloso con la palabra control; la ausencia de control no implica hacer lo que nos plazca, actuar de manera permisiva y acceder a todas las extravagancias de la vida moderna: promiscuidad, droga, desacato de las convenciones, como salir a la calle sin ropa. Sin embargo, tampoco nos podemos ir para el otro lado, debemos trabajar en sentirnos vivos, en encontrar la manera de saborear la vida desde muchos de los aspectos humanos: lo físico, lo mental, lo espiritual.

       Sociedad de consumo y control del deseo

      Este tema ha merecido la atención de importantes pensadores contemporáneos y quisiera exponer la visión de algunos de ellos. Paradelo Núnez, investigador de la Universidad de Bilbao, afirma que a partir de la década del 70 del siglo pasado comienza a aparecer con fuerza una nueva forma de vida que se vuelve dominante rápidamente. Se trata de modelos basados en la imitación de formas de vida de las clases altas, convenientemente presentadas y simplificadas como lo que hay que hacer para “divertirse” (having fun, en inglés). Esto va desde la aparición de los yuppies (Young urban professionals, jóvenes profesionales urbanos) hasta el afianzamiento de la clase media con modelos que son totalmente homogeneizadores, es decir que quieren estandarizar, que quieren hacer que todas las personas sean iguales y el elemento unificador de estos modelos es el consumo. Podemos decir que, a partir de ese momento, todo el mundo se ha convertido en un consumidor, todo se ha transformado en un gran centro comercial, donde se exhiben gran cantidad de imágenes y la diferencia ha dado paso a la identidad y la estandarización. La reducción al cuerpo y al presente ha significado una desarticulación para el individuo que ha perdido todos sus referentes excepto los que tengan que ver con su propio poder, que para garantizar su reproducción necesita crear personas que satisfagan las necesidades del propio poder,


Скачать книгу