Deseo. Flavia Dos Santos
personas que pasan por situaciones extremas de vida y vemos que algunas pierden el deseo por vivir, por sentir, por estar? Otras, sin embargo, luchan, encuentran formas de canalizar el dolor, de atreverse a nuevos sueños, proyectos, deseos. ¿Cuál es la diferencia entre ambas? Está en decidir desear el deseo.
Las nuevas formas de la sociedad se asientan sobre la inestabilidad de los deseos, la insaciabilidad de las necesidades y la tendencia al consumismo instantáneo. Deseamos, conseguimos, desechamos, deseamos más: nunca estaremos satisfechos. No controlamos el deseo; este nos controla. Y, sin embargo, nos sentimos vacíos o apesadumbrados pues el deseo que nos controla no es el que necesariamente nos hace sentir vivos o alegres, es el deseo que nos ligaría profundamente a nuestro ser el que restringimos. Es una sexualidad controlada o aburrida que se puede hacer monótona en la rutina del hogar o del día a día pues cualquier forma de castración de los pensamientos afecta nuestras vidas. Una persona libre para pensar, soñar, desear, es la que disfruta de cada momento de la vida. Es la que sabe encontrar gratificación en cosas sencillas y en cosas grandes, como un aroma agradable, un dulce sabroso, una casa nueva, un viaje soñado. En cambio, otros que tienen la mente castrada no logran satisfacerse con nada, como diría Mick Jagger: I can´t get no satisfaction.
No se trata, claro está, de rechazar todos los avances de la sociedad, ni de evitar tener objetos que nos pueden hacer la vida más fácil, ni de pensar en un retorno a un idílico espacio donde el ser humano vive feliz, sin conflictos y tiene todo lo que desea, porque solo desea la subsistencia y la reproducción. Esta visión la tienen muchos movimientos anticonsumo, pero en la práctica no es fácil llevarla a cabo, a menos de que queramos irnos a vivir en una comuna.
Lo que podemos hacer es estar atentos a nuestros deseos, aprender a discernir cuáles y cómo deben ser controlados — porque no podemos entregarnos sin más a la satisfacción completa de nuestros apetitos— y aprender cómo se puede gozar con las cosas sencillas de la vida.
Ausencia de deseo
Si se sigue una eliminación selectiva de los deseos, podemos minimizar el dolor y la ansiedad de tener deseos insatisfechos y se puede llegar a la anhedonia o incapacidad para experimentar placer, la falta de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Algo también bastante común en nuestra sociedad, ¿o no?
No obstante, hay varias teorías filosóficas que se basan en la eliminación de los deseos para lograr el control total de la vida. Dijo Epicuro: “Si quieres hacer feliz a un hombre, no incrementes sus riquezas sino disminuye sus deseos”.
La ausencia de deseo puede ser producto de una orientación consciente y voluntaria o puede ser producto de diversas causas patológicas. Dedicaremos el capítulo cuarto de este libro a examinar esas causas.
Por ahora, digamos que en la sociedad actual hay una marcada ausencia de deseo, más frecuente entre mujeres que en hombres y que, en muchos casos, está ligada a la depresión y la ausencia del joie de vivre (la alegría de vivir), que en este caso se asemeja mucho al ikigai de la vida, o al encontrar un profundo y delicioso conocimiento interior sobre nuestros verdaderos deseos. He ahí la tarea.
Estos son algunos ejemplos de mensajes que recibo con frecuencia y demuestran cómo nos hemos ido blindando del verdadero placer.
• Hola doctora, me gustaría preguntarle por qué no me dan ganas con mi esposo. Yo tengo 26 años y él 38 y llevamos 10 años juntos. Al principio sí me gustaba, pero ahora me da pereza. ¿Qué puedo hacer?
……..
• Buenas noches, doctora. Estoy pasando por un momento extraño, no me dan ganas de estar con mi pareja, a veces lo hago por cumplir más que por deseo. ¿Qué me recomienda hacer?
……..
• Tengo mi pareja desde hace tres años. Al principio me encantaba estar con él, pero ahora me da pereza.
………..
• Flavia, necesito un consejo. Llevo 18 años con mi esposo, tengo 41 años y no me dan ganas de tener relaciones y eso me preocupa…
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• ¡Necesito que me ayude! Tengo 22 años y un bebé de ocho meses. Luego de que nació mi bebé he perdido el apetito sexual y eso me está ocasionando graves problemas con mi pareja, cree que tengo otro y la verdad no es así, pero siento que no me dan ganas de tener sexo y no sé por qué. ¿Es normal después de tener un bebé?
Son muchas las razones que veo a menudo de porqué las personas pierden, abandonan o dejan dormir su deseo sexual, pero lo que más me llama la atención por lo general en temas de sexualidad tiene que ver con la mala educación sexual, ideas preconcebidas, ideas que están presas dentro de uno y que impide que uno sea libre y feliz. Si nosotros pudiéramos vivir esos deseos y nuestra sexualidad de manera libre, placentera y positiva yo estoy segura de que tendríamos menos neurosis, menos enfermedades mentales y mucho menos sufrimiento en la sociedad.
¿Suprimir el deseo?
“La mayoría de nosotros ha suprimido el deseo, por varias razones: porque no es conveniente, no es satisfactorio, porque cree que no es moral, o porque los libros religiosos dicen que para encontrar a Dios deben carecer de deseo, etc. La tradición dice que deben suprimir, controlar, dominar el deseo, de modo que gastamos tiempo y energía en disciplinarnos. Ahora bien, veamos primero lo que le sucede a una mente que siempre se está controlando, que está suprimiendo, sublimando el deseo. Esa mente, al estar ocupada consigo misma [pensando], se vuelve insensible [a más pensamiento menos sensibilidad]. Aunque pueda hablar de sensibilidad, bondad, aunque pueda decir que debemos ser fraternos, que debemos producir un mundo maravilloso, y todas las demás tonterías de las que habla la gente que suprime el deseo, esa mente es insensible porque no comprende lo que ha suprimido. Tanto si suprime como si se deja llevar por el deseo, es esencialmente lo mismo, porque el deseo sigue estando ahí. Usted puede suprimir el deseo de tener una mujer, un coche, posición; pero el propio impulso de no tener estas cosas, que hace que usted suprima el deseo que tiene de ellas, es en sí una forma de deseo. De manera que, porque está atrapado en el deseo, tiene que comprenderlo, y no decir que está bien o mal”.
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