Formación de la ciudadanía en primera infancia en entornos de vulnerabilidad. Nelly Patricia Bautista Cárdenas
es necesario entregarle lo que le falta, con la esperanza de que el sujeto acepte aquello que se le impone como necesario para estar completo. Esta forma de percibir al niño y a la niña es en realidad una proyección de los propios valores en el otro, es decir, se asume que la única forma de verlo como igual es transformarlo en idéntico. Skliar expresa su argumento de completud de la siguiente manera:
La escuela está allí pues algo debe, puede y merece ser completado. (…) la completud es aquello que sirve para argumentar para qué sirve la escuela: sirve para completar al otro, sirve para completar lo otro. Hay aquí, por lo menos, un doble movimiento que podemos percibir: por un lado, el movimiento de pensar al otro como incompleto, de hacerlo incompleto, de fabricar y producir más y más su incompletud; por otro lado, el movimiento de complementamiento, la necesidad de complementamiento, la violencia de complementamiento. (Skliar, 2005, p. 13)
En concordancia con el pensamiento de Skliar, Kohan (2004), sostiene que el modo contemporáneo de pensar a la infancia está caracterizado por cuatro marcas:
1 la ausencia, pues la infancia es lo que todavía no es, es la presencia de una ausencia;
2 la inferioridad, frente al adulto, sobre todo ante el varón;
3 el otro despreciado, lo no importante, lo infantil, y
4 como material de la política, ya que sobre ella la sociedad refleja lo que necesita idealmente para trazar la perspectiva de un futuro mejor. Esto hace que la infancia preocupe más como un futuro que como un presente.
Desde la perspectiva de Kohan, difícilmente los niños y las niñas podrían participar como coconstructores de sus competencias ciudadanas, dada la posición de dependencia y de subalternidad moral, social, económica, psicológica y afectiva en que han sido puestos. Según este autor, por razones tanto naturales como sociales, se les introyectan la mayor parte de los elementos que se les ofrecen como referentes de su identidad, especialmente cuando pertenecen a grupos sociales afectados por la violencia y otras problemáticas sociales. No obstante, el comportamiento cooperativo y participativo que se desarrolla en la socialización primaria desplegado en el entorno preescolar conlleva que cada niño y niña reciba tanto libertades como limitaciones para su actuación en sociedad.
Para la construcción de ciudadanía se debe tener en cuenta que todos los seres humanos necesitan atención y cuidados, pero ciertas personas tienen necesidad de una atención especial, pues les puede ir en ello la vida (Molenier, 2009). Es decir, que se admite que todas las personas son vulnerables, pero algunas, por sus características individuales son más vulnerables y dependientes que otras. Pensar sobre la vulnerabilidad involucra también reflexionar sobre los cuidadores, y en el caso de la construcción de ciudadanía en la infancia, pensar en los formadores que ejercen un moldeamiento definitivo en los sujetos.
No obstante, nos sustentamos en una sociedad fundada sobre el ideal de autonomía, que predica la idea que toda persona es autora de sí misma, crea sus propias ideas y acciones, minimizando la responsabilidad social sobre la construcción de ciudadanía parametrizada por valores culturales, creencias, pautas de crianza, entre otros.
Los individuos son ciudadanos desde que nacen, los niños y las niñas deben reconocerse como tales y ser conscientes de las implicaciones de esto en su vida (Ministerio de Educación Nacional, 2011). El psicólogo Jean Piaget (1965) reconoce que los niños son egocéntricos por naturaleza, llegando a establecer su verdad incluso en contraposición con la realidad. Pero a medida que se van desarrollando, van adaptándose a la sociedad. “En este tránsito se debe integrar en el pensamiento dirigido, los modos de atribución y acción propios de un ciudadano activo y responsable con la sociedad” (Peña, 2016, p. 2).
En sus primeras experiencias, el sujeto debe reconocerse y reconocer a los otros para construir un nosotros. Por lo que la formación ciudadana debe fomentar los recursos socioafectivos, lograr que los niños exploren su entorno social, fortalecer sus habilidades sociales básicas y superiores, y apropiarse de algunas habilidades de la vida que los ayuden a transitar desde el yo hacia la humanización (Peña, 2016).
Según Faure y Morales (2007), la dificultad para la formación ciudadana radica en que el aspecto económico se ha convertido en el pilar fundamental de las políticas sociales las cuales han adquirido un carácter paliativo y residual para la población que no se incluye en la economía del consumo, porque los Estados se
(…) basaron en el modelo de ciudadanía asistida, donde el mercado es el asignador de los recursos, determina lo social y lo político, con un Estado mínimo y marginal y una concepción tutelar del ciudadano/a que no reconoce los derechos sociales como demandables. (Faure & Morales, 2007)
La política social se encamina a la asistencia de la pobreza sin enfrentar la distribución injusta de los recursos. De ahí que la infancia vulnerable por la dinámica económica se construya en el contexto de la beneficencia desde las políticas subsidiarias, generando una condición y una población específica de intervención. Los programas sociales encaminados a la población más vulnerable se aplican desde un concepto de ciudadanía asistida que contradice los documentos rectores de los programas sociales, como es el caso de los Centros de Desarrollo Infantil (cdi) que son gestionados desde el pensamiento asistencial más que de formación integral.
Si bien el concepto asistencial de la política social afecta la construcción de ciudadanía de los niños y niñas de primera infancia, también se encuentra otro obstáculo en la limitación de la edad para que una persona ostente la categoría de ciudadano limitándolo al individuo adulto. Así, García y Micco (1997) acuñan el término preciudadanía el cual descansa sobre varios tipos de justificación como son la política, politológica, psicológica social, filosófica-ética y la jurídica.
En la justificación política se resalta la contradicción en la génesis del concepto de ciudadanía que incluye el reconocimiento de derechos básicos como principio del ser ciudadano lo cual se opone a la definición de ciudadanía que excluye a la infancia, por lo que el tema de derechos parece restringirse a la acción de elegir y ser elegido. La preciudadanía otorga importancia política a las capacidades ciudadanas del infante eliminando la edad como criterio de frontera, reconociendo el desarrollo psicológico y moral de niños y niñas y rescatando la cosmovisión en la infancia.
La justificación politológica se sustenta en la democracia que desde la mirada tradicional se funda en un concepto procedimental para garantizar el gobierno. Mientras que el criterio de preciudadanía se sustenta en el reconocimiento de conceptos como el bien, la vida buena y los valores, tales como la libertad y la igualdad, que son postulados normativos a los cuales los niños y niñas se adhieren gradualmente como un proceso indispensable en el desarrollo de la democracia.
La justificación psicológico-social del término preciudadanía parte de la crítica del desarrollo del civismo que sustenta las democracias legítimas de los grupos sociales relevantes que no podrían consolidarse sin una socialización política de niños y niñas, sustentada en la familia, los grupos de pares, la escuela y los medios de comunicación social. Es desde estos ámbitos que el infante se prepara para la democracia y la participación.
En cuanto a la justificación social, García y Micco (1997) comienzan por criticar el concepto de democracia como un sistema político que no incluye el tema de la igualdad socioeconómica, sino que se restringe a los derechos civiles y políticos. Desde la teoría de la preciudadanía, se concede la categoría de ciudadanos sociales a los niños y las niñas, puesto que son objeto de políticas públicas que buscan hacer realidad sus derechos socioeconómicos.
La justificación filosófico-ética se sustenta en la aspiración de la sociedad de contar con ciudadanos capaces de participar en reflexiones pragmático-trascendentales que conlleven el establecimiento de un acuerdo ético, en las que dichas reflexiones son parte del proceso de formación y desarrollo de los niños y niñas como ciudadanos en potencia.
La justificación moral de la noción de preciudadanía está arraigada al derecho categórico de toda persona de participar y gobernar en un sistema democrático. Pensar al niño y a la niña desde el derecho a la participación conlleva la profundización de la inclusión en el sistema democrático,