Información, participación ciudadana y entre palabra e imagen. Alejandro Ramos Chávez
redes de decisiones horizontales que pusieron en cuestión las instituciones y organismos centralizados (Torres y Ramos 2008, 78).
Sin embargo, es oportuno mencionar que para que estos dos enfoques de la idea de ciudadanía (tanto el apegado a derechos y obligaciones como el participativo) funcionen correctamente, resulta esencial la información, pues con base en ella la ciudadanía tendrá los elementos fundamentales para que la participación resulte congruente con la dimensión y el peso de las decisiones. En este sentido, se puede vincular la idea de la calidad de la información con la calidad participativa de la ciudadanía y en general con la democracia.
Ahora bien, si se parte del supuesto de que a lo largo de la historia ha existido de cierta forma una manipulación de la información tanto en los discursos políticos como en los medios tradicionales de la información, estos fenómenos se han visto fuertemente acentuados con la utilización de internet y de las redes sociales digitales para la formación de opinión pública.
Por tanto, conviene en un primer momento hacer una pausa para intentar definir los conceptos que son utilizados constantemente en este trabajo: ciudadanía y ciudadanía digital. Esta tarea no sencilla pues son conceptos que se encuentran en constante cambio y evolución, como lo puede ser en un primer momento la evolución y masificación en el uso de las tecnologías de la información y comunicación. Es por esto por lo que algunos autores (Bernete 2013) han argumentado, por ejemplo, que:
[…] el concepto de ciudadanía digital dista de ser inequívoco. El mismo concepto de ciudadanía tampoco lo es del todo, en tanto que remite a una condición legal, en sentido estricto, pero también al hecho de vivir en una comunidad de personas […] En cuanto al término digital se ha popularizado tanto y ha adquirido tantas acepciones que ya resulta difícil reconocerle un significado (Bernete 2013, 167-68).
En este contexto, se considera pertinente rescatar la definición de ciudadanía que la define como:
[…] la condición de reconocimiento de los individuos en su carácter público que, por su pertenencia a una comunidad determinada, les permite ejercer derechos políticos, sociales y económicos, así como la capacidad de intervenir en el desarrollo e incidir en el rumbo de la política de esa comunidad. Se debe también advertir de las desigualdades y las situaciones de vulnerabilidad y atraso de una parte importante de la sociedad y cómo ésta lleva a cabo los elementos atribuidos a la idea del ejercicio ciudadano (Ramos 2019, 147-48).
Por otro lado, la idea de ciudadanía digital podría partir de esta definición general de ciudadanía haciendo énfasis en la utilización de las tecnologías de la información y comunicación, principalmente el Internet, para llevar a cabo esos procesos de ejercicio de sus derechos, obligaciones y participaciones utilizando las herramientas digitales. En este punto podemos diferenciar al ciudadano digital del que no lo es tomando en consideración si se utilizan estas tecnologías para llevar a cabo los procesos ciudadanos o no. Por tanto, una definición de ciudadanía digital sería la que la describe como el:
[…] conjunto de prácticas políticas y ciudadanas que de una forma u otra tratan de modificar y/o incidir en las instituciones, a través del uso de medios y tecnologías que tienen como característica la digitalización de sus mensajes y contenidos, como por ejemplo internet, pero también con otras tecnologías de información y comunicación (las llamadas TIC) (Natal, Benítez y Ortiz 2014, 9).
Bajo esta última definición, la noción de ciudadanía no sólo se quedaría supeditada a los espacios democráticos establecidos gubernamentalmente para su participación, sino que se aprecia una capacidad propia de ciudadanía de poder modificar el rumbo de las instancias públicas mediante la información y organización de acción colectiva que le ofrecen las posibilidades del uso de las tecnologías digitales.
Por tanto, una de las cuestiones interesantes de conocer sobre estos nuevos escenarios en los que se puede llevar a cabo la vida política de la ciudadanía sería la relacionada con ubicar “los indicadores, variables y tipos de procesos (que) inciden en la apertura de dinámicas de desenvolvimiento con participación de la población a través de las nuevas tecnologías” (Sierra 2013, 30). Es decir, de ubicar las potencialidades de la acción colectiva generada con la utilización de las tecnologías en principalmente cuatro vertientes:
- Las formas de apropiación social por las comunidades locales de estos nevos equipamientos tecnológicos.
- Las estrategias y buenas prácticas de producción y generación de contenidos compartidos en el ciberespacio.
- Los usos y la aplicación productiva de las nuevas tecnologías de la información en procesos de desarrollo comunitario.
- Las tipologías y experiencias creativas de participación ciudadana en el entorno digital (Sierra 2013, 31).
Un punto más que se podría incluir a estas grandes vertientes, sería la calidad de la información que se está generando, reproduciendo y consumiendo desde estos espacios digitales para la creación de opinión pública y participación social. En este sentido, se ubica a la propia información, y su calidad, como un pilar esencial en el conocimiento de las potencialidades y oportunidades, pero también de las problemáticas y limitaciones que ofrecen los medios virtuales para la oportunidad de generar cambios sociales amplios.
En términos generales, con el uso ciudadano de las tecnologías de la información y comunicación se abre hoy un espacio de inclusión de un sector de la población que utiliza constantemente esos medios digitales para llevar a cabo diversos aspectos de su vida diaria. Lo anterior no se refiere a que cualquier persona que utilice esas tecnologías es en automático un ciudadano digital, pues para serlo se necesitaría que la misma persona llevara a cabo procesos ciudadanos a través de esos canales (informarse, intercambiar opiniones, organizarse, emitir puntos de vista, generar acción colectiva, etcétera). De lo que se trata es más de la posibilidad de inclusión que representa para todas aquellas personas que, aun no usando las tecnologías para estos propósitos, puedan llevarlos a cabo a corto o mediano plazo.
Por tanto, las principales ventajas de la utilización de estas tecnologías digitales para el fomento de las actividades ciudadanas radican principalmente en tres aspectos. El primero de ellos está relacionado con la amplia ventana de oportunidades para informarse, intercambiar y enriquecer información tanto para el conocimiento de las problemáticas locales, nacionales o mundiales, como para la generación de opinión pública. Las otras dos están muy bien ubicadas por Contreras (2013) y son relativas a los procesos deliberativos que se pueden dar mediante la creación y promoción de espacios públicos en línea que revitalicen el enriquecimiento de la opinión pública desde un contexto de convivencia virtual; así como el relacionado con los valores de la propia participación, que puede incitar directamente a la movilización y acción de los ciudadanos en el mundo real.
Lo anterior es relevante al entender que la participación y acción colectiva que se puede gestar desde estos espacios virtuales puede quedarse en el plano meramente digital online, pero también puede trascender el mundo digital y tener expresiones en escenarios no virtuales o reales offline. Con ello no se pretende decir que alguna de esas manifestaciones, la online y la offline, sea más o menos importante que la otra, sino de ubicar las posibilidades y potencialidades de la participación que se puede dar con la utilización de las tecnologías. Ejemplos muy claros de las potencialidades de uno y otro de estos espacios pueden verse tanto en la viralización de contenidos que hacen insostenible una determinada situación política y que siendo ejercidos únicamente desde el espacio virtual, impactan las trasformaciones o los cambios en el comportamiento político; o las movilizaciones que teniendo en un primer momento el encuentro y la organización en Internet, puedan gestar movilizaciones sociales reales, como las acontecidas en México con el movimiento Yo Soy 132, del año 2012, o el caso del movimiento estudiantil chileno y su marcha más emblemática, conocida como “la marcha de los paraguas”, del año 2011.
Tomando en consideración estas perspectivas teóricas, resulta pertinente conocer con mayor detalle los usos que la ciudadanía está haciendo de las tecnologías digitales, el Internet y las redes sociales digitales.