Perlas en el desierto. Antonio García Rubio
camino.
Lo que este libro propone, desde la vida y la obra de Carlos de Foucauld, es que los testigos del Evangelio se formen y conformen en el desierto de sus vidas y en los desiertos de nuestras ciudades y sociedades mientras vayan creciendo y dando testimonio. Más que empezar evangelizando y creyendo que los sembradores están ya preparados, hemos de empezar conformándolos con Cristo, para que vuelva a arder la llama del Espíritu en la tierra. Los nuevos evangelizadores han de renacer hoy enamorados y apasionados de Cristo y por Cristo, el único capaz de movilizarlos y de sacarlos de sus poltronas; si no es así, mejor será que nos quedemos todos en nuestros hogares y no entorpezcamos, al menos, la obra más auténtica y amorosa de la Iglesia.
Permíteme que, al final de esta presentación, me dirija a ti directamente, amigo lector: si eres uno de los miles de obispos, sacerdotes, religiosos, miembros de la vida consagrada o laicos que asumen su bautismo y la misión evangelizadora a ti confiada, mírate a ti mismo con compasión y con ternura. Mira a tus hermanos en la fe, los que han recibido la misma vocación y la misma misión que tú. Mira a esos otros, también hermanos tuyos, a los hombres, a los pecadores, a los pobres de los que formas parte. Y mírale a él. Contempla. Confía, Cree. Espera. Sé humilde y sincero de corazón. No dejes que tu ego, en cualquiera de sus facetas o tentaciones, se ponga por delante de Cristo y de su Evangelio. Que no lo haga ni en tu corazón ni en tu mente.
Y, tras pasar por la prueba absolutamente necesaria del desierto, como Cristo Jesús, llegado al punto crucial de tu conversión, bien discernido por la Iglesia, comienza esta grandiosa aventura de la entrega de la vida al Evangelio de Jesús, encontrando compañeros y participando de lleno en la comunidad cristiana. Y de dos en dos, como sugiere el Señor, emprended la más maravillosa de las aventuras: la de proponer y susurrar el santo Evangelio en los oídos y en el corazón de aquellos a los que el Señor os envíe como sus mensajeros. ¡Evangelizar! Qué suave, santa y grata misión.
¿Qué podemos, qué puedes hacer? Lee, escucha interior y atentamente y encuentra el punto de partida desde el que emprender con pasión y entusiasmo la tarea encomendada por el Señor de la vida, que habla en los corazones:
Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,18-20).
PRIMERA PERLA:
LAICOS BAUTIZADOS BAÑADOS EN FUEGO
ADENTRARSE EN LAS AGUAS
La mirada principal en este libro se dirige, por un lado, hacia la persona y los escritos de Carlos de Foucauld y, por otro, a la vida renacida de los laicos bautizados, llamados a ser los artífices de la nueva evangelización. Vamos a partir, mirándolos a ellos y a él, de una petición de perdón por la historia de incomprensión y enfrentamientos de las religiones y de la humanidad, y por el pecado de nuestras comunidades. Y, partiendo del desierto de Foucauld y del de nuestra Iglesia, situémonos, en primer lugar, en el oasis cristiano de la Pascua, en el baño purificador y reparador del bautismo. Y como andamos buscando perlas en el desierto, saliendo transformados y renovados, hallaremos las perlas que buscamos. El bautismo es algo tan sustancial que, cuando el que ama el Evangelio se vuelve a adentrar en la Pascua en las aguas comprometidas de su fe, sale renacido y dispuesto a volver a empezar. Y el laico cristiano del siglo XXI sale del agua viva aceptando a los diferentes lejos de toda competencia con ellos. «Entre vosotros no ha de ser así» (Mt 20,26), sentenció Jesús.
Partiendo del propio vacío, tras las renuncias y las promesas, el bautizado se encuentra ante Jesucristo resucitado. Jesús da forma y figura a su persona renacida y le da participación en su misión, en las tareas del Evangelio. El bautismo le da nueva vida: «Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,24). El laico bautizado, amante del Evangelio, está llamado a renacer como hombre nuevo y a dejar que aflore el niño, el hijo amado que lleva en las entrañas de su hombre viejo 1. «Jesús le dice: “El que se ha bañado no necesita lavarse; está del todo limpio [...] Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”» (cf. Jn 13,1-15). Ahí nace el compromiso de aprender a vivir con paz las diferencias. Los nuevos evangelizadores han de renacer de estas aguas en su desierto.
En la renovación pascual, adquirida la forma y la figura de Cristo, la fe recibida como don conlleva la semilla de un hombre nuevo, soñado por el Padre. Carlos de Foucauld es la expresión limpia de este adulto renacido y conformado con Jesucristo. No es un adulto perfeccionista. El bautizado, como Foucauld, solo aspira a «ser perfecto como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). La perfección en el amor, que es la gran aspiración del cristiano bautizado, no se intenta por uno mismo. Es gratuita. Se da por añadidura. Y solo precisa, desde un silencio receptivo y sanador, dejarse hacer y exprimir por las manos amorosas del Padre, del Hijo y de su Espíritu.
Una historia ilumina esta experiencia de fe:
Me estaba preparando para dar una conferencia y decidí llevar una naranja al escenario como una proposición para mi clase [...] Entablé una conversación con un joven brillante que estaba sentado en la primera fila, y le dije:
–Si yo exprimiera esta naranja tan fuerte como pudiera, ¿qué podría salir?
Él me miró como si estuviera un poco loco y dijo:
–Zumo, ¡por supuesto!
–¿Crees que podría salir de ella zumo de manzana?
–¡No! –él se reía.
–¿Y zumo de toronja?
–¡Tampoco!
–¿Qué saldría de ella?
–Zumo de naranja, obviamente.
–¿Por qué?, ¿por qué cuando exprimo una naranja sale zumo de naranja?
–Bueno, es una naranja, y eso es lo que hay dentro.
Asentí con la cabeza y le dije:
–Cierto. Vamos a suponer que esta naranja no es una naranja, sino que eres tú y alguien te aprieta, pone presión sobre ti y te dice algo que a ti no te gusta; te ofende y fuera de ti sale ira, odio, amargura, miedo. ¿Por qué sale esto?
La respuesta que dio el joven fue:
–Porque eso es lo que hay dentro.
Esta es una de las grandes lecciones de la vida: ¿qué sale de ti cuando la vida te aprieta, cuando alguien te produce dolor o te ofende? Si la ira, el dolor y el miedo salen de ti, es porque eso es lo que hay dentro. No importa quién «exprima», si tu madre, tu hermano, tus hijos, tu jefe, tu esposa... Si alguien dice algo acerca de ti que no te gusta, lo que sale de ti es lo que hay dentro; y lo que está dentro solo depende de ti, ¡es tu elección! Cuando alguien te presiona y sale amor, es porque eso es lo que has permitido que habitara en tu interior. Hoy hay una naranja para ti y para mí. Ahora nos toca reflexionar qué hay dentro de ti y de mí, porque «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt 15,18). A Jesús lo «exprimieron» y solo salió de él perdón, sangre de amor y misericordia por nosotros. Nos dio vivo ejemplo de que, aunque lo insultaron, lo laceraron, lo humillaron y lo trataron peor que a un criminal, ¡de él solo salió amor! Trata de llenarte de ese amor gratuito y vive cada día siguiendo su ejemplo. No, no te equivoques.
La historia nos hace comprender que la Iglesia católica precisa recuperar a los laicos cristianos, bautizados conscientes, adultos exprimidos y configurados con Cristo crucificado. Cristianos que hagan posible una silenciosa y enamorada lectura adulta del Evangelio, que renuncien a vivencias infantiles o adolescentes de la fe cristiana: las meramente piadosas o interesadas, las politizadas o ideologizadas, las manipuladas o enfermizas, las victimistas, rigoristas o impositivas, las pregoneras de calamidades, las «progres» de salón, las críticas sin piedad del enemigo y las que se escandalizan de las