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Dengue como modelo de interfaz ecosistema-humano-animal
Ana Isabel Celly Trujillo
Las enfermedades transmitidas por vectores constituyen un problema en el ámbito global, debido a la propagación e introducción de enfermedades emergentes y reemergentes en nuevos continentes. Para el caso del dengue, un arbovirus RNA, se transmite por la picadura de mosquitos del género Aedes aegypti y Aedes albopictus, siendo este el vector principal. El virus pertenece a la familia Flaviviridae, la cual presenta cuatro variantes, los serotipos DEN-1, DEN-2, DEN-3 y DEN-4. La inmunidad es serotipo-específica, por lo que la infección con un serotipo determinado otorga inmunidad permanente contra este, aunque su duración es por unos meses. Hay teorías que sugieren que una persona podría padecer de dengue hasta cuatro veces a lo largo de su vida, una vez por cada serotipo. Sin embargo, solo se han comprobado hasta tres infecciones en un mismo individuo (Ministerio de Salud de Argentina, 2013; Imai et al., 2016).
La epidemia del virus del dengue es considerada una de las más antiguas en la historia y se caracteriza por presentar brotes en periodos infrecuentes. No obstante, el virus, incluidos sus cuatro serotipos, ha mostrado una reemergencia con alta actividad en zonas tropicales. Cabe señalar que los factores que favorecen la presencia de esta enfermedad son: la expansión geográfica del mosquito vector y del virus, la evolución y adaptación del patógeno a nuevas zonas, la emergencia de la fiebre hemorrágica del dengue y el cambio climático (Gubler, 1997; Suwanbamrung et al., 2013).
Se estima que alrededor de 2,5 billones de personas, la mayoría residentes de grandes y pequeñas ciudades del trópico y subtrópico, están en continuo riesgo de padecer la enfermedad. Actualmente se considera a más de 100 países como endémicos para el dengue y dengue hemorrágico. Un total de 50 a 100 millones de nuevos casos de infección por dengue han sido registrados, mientras se estiman 500.000 casos por dengue hemorrágico; hasta el momento se ha estimado este número. No obstante, cabe resaltar que la vigilancia epidemiológica es débil en la mayoría de las ciudades (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2013).
El panorama en Latinoamérica durante 2010 registró brotes de dengue en varios países con un número total de casos que han superado los datos históricos anteriores. Fueron notificados más de 1,6 millones de casos, de los cuales 49.000 correspondían a dengue grave; más de 1000 personas fallecieron. Los países que registraron brotes fueron Brasil, Bolivia, Colombia, Guatemala, Nicaragua, México, Honduras, Puerto Rico, Perú, Venezuela y República Dominicana, entre otros (Dayan et al., 2015).
En los años noventa en Colombia se presentaban en promedio 30.000 registros cada año. En la última década el número se aumentó a 50.000. De esta cifra, el 76,1 % de los casos procede de diez entidades territoriales, que incluyen Santander, Norte de Santander, Cundinamarca, Meta, Cesar, Tolima, Huila, Valle, Putumayo y Antioquia (Instituto Nacional de Salud [INS], 2014).
El dengue es la arbovirosis humana que causa mayor morbilidad, mortalidad y afección económica en las regiones tropicales y subtropicales del mundo. El abordaje del paciente con diagnóstico probable de dengue tiene como objetivo identificar la fase clínica de la enfermedad en la que se encuentra, con el fin de instaurar un plan terapéutico adecuado. La primera manifestación clínica es fiebre de variable intensidad; se asocia a cefaleas, dolor retroocular, mialgias y artralgias. En niños se pueden evidenciar cuadros de fiebre junto con síntomas digestivos inespecíficos. El eritema faríngeo puede estar presente en algunos casos, así como signos respiratorios, aunque no son frecuentes (Malagón, Padilla y Rojas Álvarez, 2011; Bowman et al., 2016).
Es una enfermedad de alto impacto en salud pública y en lo económico. Presenta