Conexiones de la salud global. Diana Benavides Arias
estudios de ecología —principalmente urbana— en roedores se han desarrollado en las especies Rattus norvegicus y Rattus rattus, especies consideradas plagas por su alta prolificidad y amplia distribución en el mundo (Feng y Himsworth, 2013). Lo anterior se sustenta por los efectos de estos animales sobre los ecosistemas urbanos, que incluyen: el daño estructural, la contaminación de alimentos y la diseminación de enfermedades. Para entender las causas de estos efectos, se requiere abordar la ecología de los roedores, cuyos aspectos son la dinámica poblacional, su comportamiento, los movimientos poblacionales y las influencias ambientales (Feng y Himsworth, 2013).
Por otro lado, dentro del comportamiento de este grupo taxonómico se debe resaltar el alimenticio, ya que son crepusculares y prefieren zonas cerradas. Tienen neofobia, es decir, fuerte tendencia a evitar cosas nuevas, lo cual es un desafío para su control, por la novedad de algunos métodos en función de los elementos utilizados en sus ambientes. Además, sus interacciones sociales, debido a que tienen poco comportamiento cooperativo, son agonales, y su dominancia jerárquica es mixta (Feng y Himsworth, 2013).
Finalmente, se destacan los factores ambientales, como el clima y la estacionalidad, especialmente al comparar los climas templados con los tropicales, ya que en los climas fríos disminuyen la reproducción, con efectos sobre la dinámica poblacional. Además, en el ambiente urbano, los desechos se constituyen en la fuente de alimentación y las colonias tienen preferencia por edificaciones abandonadas (Feng y Himsworth, 2013).
Ecología de bacterias patógenas
Previamente se nombraron aspectos de la ecología de vertebrados (como los roedores). Ahora se destacan algunos aspectos de la ecología de bacterias patógenas, lo cual se desarrolla a través del género Leptospira.
En este sentido, autores como Lau (2009) y Lau y colaboradores (2010) han postulado modelos ecológicos para leptospirosis, que incluyen factores sociodemográficos, climáticos y de uso del suelo. La urbanización, la sobrepoblación, la pobreza, las altas tasas de personas sin hogar, el sida, el uso de drogas inyectables (Himsworth et al., 2013) y el desplazamiento son factores sociodemográficos. La lluvia, las inundaciones y los eventos extremos del clima son factores climáticos. Las ciudades, la vegetación, la agricultura, la irrigación, la deforestación y la minería son factores del uso del suelo. Las tres categorías de factores tienen efectos directos e indirectos en el ambiente de las leptospiras, los animales, (tanto huéspedes como reservorios), y los humanos.
Desde el punto de vista evolutivo y ecológico se habla de microdiversidad bacteriana, en la cual las diferentes poblaciones de bacterias saprófitas, patógenas y simbióticas (microbiota normal) conviven en una estrecha relación, definida tanto por su constitución genética como por las características y el manejo del ambiente, que influyen directamente en la estructura y composición de dichas poblaciones de bacterias (Schloter et al., 2000).
La microdiversidad bacteriana depende de las condiciones del hábitat (factores ecológicos). Aquí se hace la selección de las formas mejor adaptadas y, generalmente, la separación espacial influencia el agrupamiento específico, lo que conduce a una microevolución aislada. Lo anterior es más evidente en las poblaciones de bacterias de ambientes naturales. A partir del análisis del genoma de algunos microorganismos (como Helicobacter pylori y Escherichia coli) se han identificado posibles mecanismos de evolución molecular que conducen a mutaciones puntuales y por consiguiente al desarrollo de enzimas mutantes, que les permiten a las bacterias la supervivencia en diversos ambientes (Derne et al., 2011).
Por otro lado, Baranton y Old (1995) postulan que hablar sobre ecología de bacterias es referirse a su comportamiento. Por ejemplo, el género Leptospira incluye cepas saprófitas (L. biflexa) y patógenas (L. interrogans). Las saprófitas han sido aisladas de orina de diferentes vertebrados —desde anfibios hasta mamíferos—. Las cepas patógenas pueden, aparentemente, no exhibir patogenicidad. Las saprófitas se encuentran relacionadas de forma estrecha (antigénicamente) con grupos patógenos (usados por lo general en pruebas diagnósticas). Los estudios genómicos muestran que los criterios de patogenicidad no son absolutos y que las cepas saprófitas se agrupan de manera ocasional con genomoespecies patógenas (Cerqueira y Picardeau, 2009).
Desde el punto de vista ambiental, las especies de Leptospira se asocian con ambientes húmedos, en los cuales las cepas patógenas en condiciones de aguas estancadas o lodos pueden sobrevivir hasta por seis meses manteniendo su patogenicidad. En contraste, la patogenicidad rápidamente puede disminuir después de varios pasajes in vitro. Leptospira se encuentra en un amplio espectro de huéspedes, desde artrópodos hasta mamíferos; además, se ha llevado a cabo una coadaptación entre el huésped y Leptospira, desde hace miles o millones de años, lo cual ha traído infecciones asintomáticas y estados de portador, en el que este excreta la bacteria a través de la orina (Baranton y Old, 1995; Parker y Walker, 2011).
Ecología de Leptospira en roedores
Como se dijo atrás, los roedores (como Rattus spp.) son reservorios primarios en áreas urbanas de bacterias patógenas como Leptospira. Por esto resulta de interés estudiar la ecología de L. interrogans en R. norvegicus. Por ejemplo, Himsworth y colaboradores (2013) desarrollaron un estudio sobre la presencia de L. interrogans en muestras de riñones a partir de PCR y secuenciación. A través de un modelo multivariado pudieron predecir el estado de infección individual usando información estacional y morfométrica (como peso, sexo, madurez, etc.), unido al análisis espacial, en el que identificaron grupos de alta y baja prevalencia. De aquí se resalta que características como el peso, el incremento de la grasa interna y el número de heridas por mordeduras estaban asociadas significativamente con la infección por L. interrogans en ratas. Este hecho confirma que la estructura social y la interacción entre ratas influencian la transmisión de la bacteria.
Conclusiones
Al estudiar las zoonosis, es inevitable tratar el tema de la naturaleza antropogénica de los factores de riesgo que llevan a la aparición o persistencia de dichas enfermedades (Friend, 2006; Greger, 2007; Lloyd-Smith et al., 2009; Osofsky et al., 2005). Los humanos han alterado drásticamente los paisajes en los cuales otras especies y sus patógenos deben coexistir. Si los cambios en la actividad humana pueden causar nuevas enfermedades, otros cambios en las conductas humanas deben prevenir la aparición de otras enfermedades en el futuro. El reconocer que cerca de tres cuartas partes de las enfermedades emergentes se originan en el reino animal y que la separación entre la especie humana y las demás es artificial (Bose, 2008; Friend, 2006; Greger, 2007; Lloyd-Smith et al., 2009) permite aumentar el conocimiento de la conexión entre los disturbios ambientales y las enfermedades. De aquí se destaca que el concepto Una Salud no solo incluye la salud humana y animal, sino también la planetaria (Greger, 2007).
Para progresar en la lucha contra las enfermedades que se generan por sus alteraciones, se requiere una nueva generación de modelos que incluyan la historia de vida de los patógenos (Caron et al., 2010; Friend, 2006; Lloyd-Smith et al., 2009; Osofsky et al., 2005) —lo cual es poco entendido en condiciones como las del neotrópico (Montenegro et al., 2010; Soler-Tovar et al., 2010)— y que se integren de manera cruzada las especies de huéspedes y las disciplinas científicas (Anderson et al., 2010; Caron et al., 2010; Friend, 2006; Lloyd-Smith et al., 2009).
Definitivamente, el entendimiento de la interacción entre el ambiente, las poblaciones de roedores, las poblaciones de humanos, los vectores y los organismos patógenos permite la identificación de determinantes comunes de enfermedad en humanos. Las enfermedades asociadas a roedores (especialmente urbanos) son cada vez más comunes y más problemáticas, por el crecimiento de las ciudades. Aquí las poblaciones pobres se encuentran en mayor riesgo de enfermedades asociadas a los roedores, debido a que la pobreza crea un entorno que fomenta especies sinantrópicas y hace que las personas sean más vulnerables a las enfermedades (Himsworth et al., 2013).
El clima y la estacionalidad tienen un efecto significativo en las poblaciones de roedores y los agentes causantes de enfermedades que pueden llegar a transmitir. En esta instancia, el comportamiento de los roedores y sus patógenos zoonóticos determina el riesgo de transmisión de la enfermedad de los roedores a las personas. Además, los tipos de patógenos zoonóticos y el número de roedores infectados pueden variar notablemente, incluso a través