La idea de una universidad. John Henry Newman
la ciencia ni la literatura serían necesarias.
Esta formación es la esencia de una universidad, la que, independiente de su relación con la Iglesia, no podría alcanzar por completo su objetivo sin su ayuda. Necesita de la Iglesia para su integridad;
Estos son los principios sobre los que argumentaré en los discursos a continuación, pero sin llegar a tratarlos con la profundidad necesaria. No obstante, antes de comenzar, les pregunto en primer lugar a los católicos19: ¿Cuál es la razón de la Santa Sede para recomendar la fundación de una universidad católica? ¿La ha recomendado el Papa por el valor de las ciencias en sí mismas, o por el bien de los estudiantes que recibirán esta enseñanza? ¿Se siente comprometido con el conocimiento de temas terrenales? ¿Debiera la Iglesia involucrarse en temas humanos como la teoría de la gravedad o el electromagnetismo? ¿Será que los logros intelectuales solo le interesan en relación con la Verdad Revelada? ¿No se estará distrayendo con estos temas a pesar de ser tan bellos, ingeniosos o útiles?
“La Iglesia se regocija en el más amplio y filosófico de todos los sistemas de educación intelectual, pues está íntimamente convencida de que la Verdad es su auténtica aliada.”
Claramente no. Todo lo que la Iglesia hace es en busca del bien, y si ve con buenos ojos los gobiernos temporales y si promueve y patrocina el arte o la ciencia, es porque ellos también buscan el bien que persigue la religión. La Iglesia se regocija en el más amplio y filosófico de todos los sistemas de educación intelectual, pues está íntimamente convencida de que la verdad es su auténtica aliada, así como cree que la razón y el conocimiento indudablemente son los ministros de la fe.
Cuando el Papa pide a la autoridad irlandesa que establezca una universidad, su objetivo no es la ciencia, ni el arte, ni la habilidad profesional, ni el desarrollo del conocimiento por sí mismo, sino más bien la búsqueda, mediante la literatura y las ciencias, de la formación de hábitos tanto morales como intelectuales; y la Iglesia no puede aspirar a menos que eso.
Al igual que un comandante requiere soldados bien formados y vigorosos no solo por devoción hacia el estándar militar, sino también para que estén bien preparados para la guerra, la Iglesia funda una universidad no solo en busca de talento, genio o conocimiento, sino que lo hace por el bien de sus hijos. Lo hace porque procura su bienestar espiritual y provecho religioso, con el fin de capacitarlos para que sean útiles e influyentes, para que cumplan sus respectivos oficios de la mejor manera, como miembros más inteligentes, capaces y activos de la sociedad.
Con esto, la Iglesia no sacrifica las ciencias, como tampoco se le puede acusar de servirse de la universidad para cumplir su deber misionero. Eso sería pervertir la misión misma de una universidad, que no busca convertir a sus estudiantes en gentleman,20 ni tampoco proteger los intereses o expandir los dominios de la ciencia.
El gran objetivo que persigue la Santa Sede en la fundación de una universidad católica es que los católicos gocen de ventajas similares a las de los estudiantes ingleses con respecto al cultivo del intelecto, sin tener que recurrir a universidades protestantes.21 Sabemos que los católicos de estas islas, por siglos, han sido privados de una educación que les permita acceder a una formación intelectual y social como la de sus pares protestantes, y con la fundación se busca revertir tal tendencia y entregarles esta enseñanza desde la perspectiva católica.
¿Qué ganamos con una universidad católica? Insisto: el cultivo del intelecto. De esta manera, no pretendemos solo formar los modales y hábitos de una persona educada, sino además la fuerza, disciplina, rectitud y versatilidad del intelecto, el dominio sobre sí mismo, y la claridad de juicio sobre lo que acontece. Si bien algunos podrán contar con este don por naturaleza, lo normal será adquirirlo con años de esfuerzo. Este es el verdadero cultivo de la mente.
Por cierto, la educación que planteo se manifiesta en los buenos modales y en el correcto hablar, pero va mucho más allá; pone la mente en forma. Cuando esta ha sido formada de ese modo, concibe una comprensión conectada de las cosas que permitirá a cada individuo desplegar todas sus capacidades, y quienes han recibido dicha formación académica se caracterizan por todo lo anterior, como también por su mesura, sensatez y franqueza. En algunos casos, el intelecto los llevará a emprender en los negocios y a influir de manera positiva en otras áreas, mientras que en otros suscitará el talento de la especulación filosófica y estimulará el razonamiento hacia la consecución de un conocimiento superior en un área intelectual específica. En tal caso, estará preparado para retomar con facilidad cualquier tema de estudio y para desempeñarse con aptitud en cualquier profesión o área científica.
“La educación que planteo se manifiesta en los buenos modales y en el correcto hablar, pero va mucho más allá; pone la mente en forma.”
Los siguientes discursos están dirigidos a la consideración de los objetivos y principios de esta educación, y para ello, el primer paso en la formación intelectual es cultivar la mente de los jóvenes con las ideas de ciencia, método, orden, principio y sistema, y con reglas y excepciones, riqueza y armonía. El resultado de dicha instrucción es una persona intelectual tal como la concibe el mundo de hoy: aquella que tiene opiniones válidas sobre temas de filosofía y actualidad.
A fin de alcanzar este ideal, es urgente para los prelados católicos que sus fieles sean formados en la verdadera sabiduría, la que ha sido custodiada por siglos en reconocidas universidades que han superado múltiples dificultades para resguardar este tesoro. Tal sabiduría ha sido confiada a nuevas generaciones por maestros confirmados a su vez por la coherencia de sus antecesores.
DISCURSO 1
Introducción
IDEAS CLAVES
Polémica sobre la inutilidad y exclusividad religiosa de las universidades inglesas de entonces – La educación como resultado de la experiencia de toda una vida – Filosofía de la educación basada en el orden natural más que en la Revelación – Las universidades consideradas desde la perspectiva de la razón y sabiduría humana – Aprecio e inclusión de la sabiduría de los no creyentes
1.
En el siguiente discurso continuaré mi consideración sobre el fin de la enseñanza universitaria y muy en especial sobre la educación liberal22 y los principios según los cuales debe ser conducida. Mi razón para tratar esta cuestión es porque ella ocupa un lugar muy particular en mi corazón. Pero además me refiero a ella porque ha sido objeto de grandes controversias, cuando después de un profundo debate, quedó en evidencia que durante casi un siglo la universidad ya no educaba a sus jóvenes con propiedad, por lo que se vio obligada a reflexionar sobre sus responsabilidades. Los argumentos en contra de los estudios universitarios hacían referencia a su lejanía con las ocupaciones y los deberes de la vida, es decir, a su inutilidad. La controversia giraba también en torno a la crítica de la conexión de este tipo de educación con una forma particular de fe, o sea, su exclusividad religiosa.
2.
Existen varias razones para abrir la discusión sobre la educación liberal, refiriéndome a algunas lecciones que he apren-dido en los últimos años. En primer lugar, mi solicitud por el tema de la educación es algo que ha llegado a formar parte de mi ser y los fundamentos que ahora presento, conformes con la Iglesia católica, han sido mi profesión desde un temprano período de mi vida, cuando la religión era para mí un objeto más de sentimiento y de experiencia que de fe. Estos se apoderaron de mí cuando me introduje en los escritos de la Antigua Cristiandad y comencé a acercarme al catolicismo; desde entonces, mi percepción de su