El vínculo que nos une. Hugo Egido Pérez
fundamentales y no han sido tenidos en cuenta.
–Entre otras, esta es una de las tareas más relevantes e importantes que hace tu hija en su trabajo: estudiar bien los proyectos analizando su viabilidad. En definitiva, qué cosas consideramos y qué cosas dejamos fuera.
–Pero… ¿no todos son viables?
–No, en ocasiones hay proyectos que con un análisis superficial parecen interesantes, pero que en el momento en el que profundizamos vemos que resultan complicados y arriesgados.
–Pero no siempre son factores económicos los que hacen que un proyecto sea o no viable, ¿verdad? –preguntó Luis con curiosidad, ya que no recordaba la última vez que hablaba con Paula de su trabajo.
–A veces son factores jurídicos, a veces políticos; estos últimos suelen ser los que menos controlamos. Los aspectos financieros de una operación, una vez que dominas la técnica y tienes experiencia, resultan sencillos de analizar; son estos otros aspectos cualitativos los que más complicaciones pueden dar.
–Hija, no te envidio. Desde que eras muy pequeña tenía claro que no te dedicarías al trabajo de tu padre. Siempre te gustaron las matemáticas y supongo que el orden y la certidumbre que te aportan.
–Sí, siempre me gustaron y no por el orden. Al final la matemática es un lenguaje. En la antigua Grecia vivían un grupo de filósofos, «Los Pitagóricos», que se pasaban la vida profundizando en el conocimiento matemático y creando música. De hecho, si alguna vez tuviésemos que establecer contacto con una inteligencia de otro planeta, lo haríamos utilizando series secuenciales musicales. La música y sus compases son básicamente métrica, y por lo tanto matemática.
–Como en Encuentros en la Tercera Fase, con el órgano tocando la secuencia musical. Ta, ta, ta, ta, ta –Luis intentaba imitar el famoso compás musical de la película.
–Sí, sí, algo así.
Una vez terminada la cena y pese al tremendo cansancio que tenía, a Paula le compensó haber podido hablar con su padre de algo distinto a su enfermedad. No recordaba la última vez que Luis se interesó por su trabajo sin sentirse juzgada o despreciada por no haberse dedicado al noble arte de hacer películas de cine. Por no haber sido una «artista» como él.
Antes de dejarlo en la puerta de su casa, a Paula le apeteció proponerle que al día siguiente viesen una película en la sala de cine que Luis tenía en el chalé. Era jueves y hasta el martes siguiente no tenía que viajar.
–¿Quieres que mañana después de la sesión con Julián veamos una película juntos?
–Me gustaría mucho, hija. Vente pronto y así mando al carajo al joven maltratador de ancianos. Creo que ese cabronazo me odia.
–Por favor, tienes que tener paciencia con él. No olvides que está aquí para hacerte las cosas más fáciles. No puedo creer que después de una sesión de estiramientos no te encuentres mucho mejor.
–Podríamos simultanearlo. Unos días que venga el musculoso maltratador y una o dos veces a la semana una jovencita que me dé masajes «relajantes». Creo que eso sí sería beneficioso para mí.
–Y dale con el monotema. ¡Eres un viejo verde incorregible!
Los dos se rieron. A Paula le gustó poder reírse con su padre, disfrutar de su compañía sin tener que estar haciendo algo importante o trascendente. Simplemente estando juntos, sin más.
Al llegar a su apartamento se fue quitando la ropa, dejándola caer a lo largo del pasillo distribuidor. Los colores de las prendas producían una curiosa policromía en contraste con el color miel del barniz de la madera. Inertes, se quedaron como testigos mudos de la soledad de su apartamento. Ya completamente desnuda, entró en su espacioso baño. Al observar su cuerpo frente al espejo, se dio cuenta de hasta qué punto había adelgazado. Echó sales en la bañera-jacuzzi y se dio un baño sin prisas que le sentó muy bien. Relajada y desnuda deslizó furtivamente su cuerpo dentro de las sábanas de seda de su inmensa cama. En ese momento, tumbada en la cama, se dio cuenta del tiempo que hacía que no tenía sexo.
***
Sentados cómodamente en los sillones de la sala de cine, padre e hija decidieron por unanimidad volver a ver una de las películas favoritas de ambos, Nosferatu, de Murnau. Una película de 1922.
Luis mostró muy pronto a la pequeña Paula el valor de aquella extraña película en blanco y negro que mezclaba maravillosamente lirismo, romanticismo y expresionismo en un ambiente fantástico que ha quedado para siempre en el recuerdo de los amantes del cine fantástico como una auténtica obra maestra del género. La caracterización del actor Max Schreck como Nosferatu resulta magnética todavía hoy desde el primer fotograma en el que aparece.
El vampiro de Murnau, en consonancia con el expresionismo, se aleja de los cánones estéticos del vampiro descrito en la novela de Bram Stoker. El vampiro de Nosferatu es un ser horroroso, de cráneo deforme, dentición exagerada con unos colmillos deformados y deslavazados, ojos saltones y mirada amenazadora, zarpas afiladas y grotescas. Es un vampiro opuesto al que en 1931 interpretara Bela Lugosi en el Drácula de Tod Browning. Lugosi marcó un elegante referente por décadas que sería imitado hasta la extenuación en distintas revisiones del personaje. Un vampiro elegante, vestido con un fino traje y un cuidado peinado, un verdadero gentleman de la maldad. La imagen de Bela Lugosi es la que perduró en el cine hasta la revisión tan personal que sobre el clásico hizo el genio Francis Ford Coppola, ya en la década de los años noventa.
El visionado de la película había terminado.
–¡Las obras maestras nunca envejecen!
–Bueno, no estoy tan segura. En ocasiones he vuelto a ver películas que en su momento me gustaron y me han resultado completamente decepcionantes. No han sido capaces de superar el paso del tiempo.
–¡No serían obras de arte! Siempre me he preguntado qué pensarán los amantes de mi cine cuando yo ya no esté. ¿Tú qué piensas?
–Hoy día existen tantas posibilidades y soportes para poder ver casi «a la carta» el contenido que quieras que me resulta imposible pensar en otro escenario que no sea el de la especialización y el contenido bajo demanda.
–¡No has contestado a mi pregunta!
–Supongo que siempre tendrás seguidores que continúen apreciando tus películas. A tenor de la cantidad de peticiones que todavía me llegan para que acudas a todo tipo de actos y eventos en tu honor, no creo que tengas queja. Puedes sentirte halagado Luis, tu cine sigue interesando a mucha gente en el mundo.
–Eso lo tengo claro, lo que no tengo tan claro es que mis películas sean capaces de sobrevivirme.
–Te veo un poco pesimista. ¿Qué te hace pensar algo así?
–El dudar de la capacidad de que algo que has realizado con todo el amor del mundo pueda vencer al tiempo, o pasar por encima de modas o escuelas que, de algún modo, quede en el recuerdo para siempre, como un legado de todos y de nadie. Supongo que eso solo les pasa a las obras de arte universal.
–Luis, es la primera vez en la vida que te veo darle importancia a tu legado artístico. Siempre has estado más interesado en hacer y crear que en preservar lo realizado. Siempre centrado en el hoy o en el mañana más que en el ayer.
–Puede ser que antes tuviese una perspectiva de futuro que ahora no tengo.
–Sí, eso es cierto. Pero hace años que te retiraste y tampoco has mostrado mucho interés en la cantidad de estudios, retrospectivas, certámenes que se han hecho sobre ti o tu obra, que para el caso que nos ocupa es lo mismo.
A Luis le molestaba que su hija le mostrara lo incoherente que había resultado su propia actitud para con su obra o para con las distintas iniciativas de instituciones públicas o privadas que habían intentado, sin mucho éxito, recopilarla, mantenerla o divulgarla.
–Paula, no sé a dónde quieres llegar. Antes era antes. Ahora me preocupa, eso es todo. No tanto porque un montón de amantes