Ética promiscua. Dossie Easton
anterior de Ética promiscua, el poliamor se ha vuelto muchísimo más visible, lo que significa que una variedad muy amplia de gente de todas las razas, géneros, orientaciones y biografías se ha interesado por explorar las posibilidades de las relaciones más allá de la monogamia culturalmente impuesta. En esta edición, hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para dirigirnos a un abanico de público potencial lo más amplio posible. De ahí que te vayas a encontrar que le hemos prestado más atención a las personas de color, a las asexuales y arrománticas, a las adolescentes, a las no binarias y a otros grupos que demasiado a menudo no reciben la atención que se merecen por parte de las comunidades sex-positive.
Se ha situado en primera línea un debate público que se esperaba desde hace tiempo sobre la naturaleza y matices del consentimiento sexual. Hemos incluido un nuevo capítulo sobre este tema tan importante. Y, solo por divertirnos, también hemos incluido algunas historias breves sobre las personas e ideas que han ayudado a que la sexualidad alternativa sea lo que es hoy.
El lenguaje de este libro
Cuando te sientas a escribir un libro sobre sexo, como deseamos que hagas algún día, descubres que siglos de censura nos han dejado poco lenguaje apropiado con el que hablar de las alegrías y ocasionales preocupaciones del sexo. A menudo el lenguaje que usamos arrastra juicios implícitos: si la única manera educada de hablar sobre sexualidad es empleando el latín médico —vulvas y partes pudendas, penes y testículos—, ¿quiere esto decir que solo los profesionales de la medicina pueden hablar sobre sexo? ¿El sexo solo tiene que ver con enfermedades? Mientras tanto, muchas de las palabras (polla y coño, follar, y oh, sí, putón) se emplean como insultos para degradar a las personas y su sexualidad y a menudo tienen un regusto hostil o basto. Los eufemismos —pipí y conejo, puertas de jade y torres poderosas— suenan como si nos diese vergüenza. A lo mejor nos la da.
Nuestra manera de acercarnos a un lenguaje positivo para el sexo consiste en reapropiarse las palabras originales y, usándolas como descriptores positivos, limpiarlas. De ahí nuestra adopción de la palabra «putón» (de la que estamos orgullosas que se haya infiltrado en el lenguaje de la mano de slut-walks [marchas de las putas] y el rechazo del slut-shaming [culpabilizar o acusar a quien se viste o comporta de una manera desinhibida sexualmente]).También verás que usamos, en este libro, palabras como «follar», «polla» y «coño», no como insultos, sino para decir lo que realmente significan.
Escribimos este libro desde una nueva postura sex-positive, en la creencia de que estamos trabajando por un mundo más sano, más feliz y más seguro. Somos conscientes de que, para mucha gente, el sexo no ha sido algo positivo en sus vidas, sea por estigmatización social, por religión o por su exposición a violencia sexual, y a veces porque no desean relaciones sexuales centradas en los genitales.
Nuestra más deseada visión utópica es que cuando el sexo, el amor y la intimidad sean realmente libres, y se vean como fuerzas positivas en nuestras vidas y en el mundo, seremos mucho más capaces de resolver problemas como las violaciones, el acoso sexual, la estigmatización y la represión. Deseamos de verdad que este libro contribuya a un mundo en el que no te conformes con menos que tener amor y libertad en tu vida sexual.
Por otra parte, pueden aparecer puntos ciegos culturales en la forma de centrismos como el parejacentrismo, el heterocentrismo y el eurocentrismo. La no monogamia, el sexo extramarital, las relaciones abiertas, todas se definen a sí mismas por lo que no son, diciendo implícitamente que son una especie de excepción a las relaciones «normales» que tienen las personas «normales».
Poliamor es una palabra nueva, que fue acuñada por Morning Glory Ravenheart Zell alrededor de 1990, y estamos encantadísimas de informar que actualmente está incluida en el Oxford English Dictionary. Formada con raíces del latín y del griego, su traducción sería «amar a muchos». Esta palabra ha sido adoptada por muchos putones para describir su estilo de vida, a menudo abreviada como «poli», por ejemplo, como cuando alguien dice «soy una persona poli». Algunos la utilizan para referirse a relaciones de convivencia a largo plazo, formas de matrimonio en grupo; otros la emplean como una palabra comodín para cubrir todas las formas de sexo y amor y asuntos domésticos fuera de la monogamia convencional. Poliamor se ha instalado tan rápido en el lenguaje que pensamos que quizás el lenguaje ha estado esperándola desde hace mucho tiempo.
En este nuevo mundo de sexo y relaciones, se acuñan nuevos términos todo el tiempo para describir, o intentar describir, el siempre cambiante espectro de las maneras en las que la gente ordena su vida. Si, según lees, encuentras un término que no entiendes, por favor, comprueba el glosario al final del libro, donde hemos definido esos términos para ti.
Para terminar, hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para que el lenguaje del libro sea todo lo pansexual y de género neutro posible: escribimos este libro para todo el mundo. En ediciones anteriores, hemos alternado entre los pronombres «él» y «ella», pero en esta edición, con el reciente incremento de la visibilidad de las sexualidades y géneros no binarios, usaremos pronombres neutros en la medida de lo posible. Pansexual significa incluir a todas las personas como seres sexuales: heterosexuales, bi, lesbianas, gays, asexuales, no binarias, trans, queer, mayores, jóvenes, discapacitadas, pervertidas, hombre, mujer, quienes están cuestionándoselo o transicionando. Los ejemplos y citas de este libro se han extraído de la inmensa variedad de estilos de vida que nos hemos encontrado sumando nuestras ocho décadas de promiscuidad: existen infinitas maneras «correctas» de ser sexual, y nosotras queremos reafirmarlas todas.
Personas pioneras en el poliamor: Alfred Kinsey y el Instituto KinseyA lo largo de este libro iremos sugiriendo que las conductas consensuadas como el sexo extramatrimonial, la masturbación, la homosexualidad y el bdsm, que alguna gente todavía considera «pecado» y como algo «pervertido», pueden ser de hecho una manera mejor y completamente normal de vivir una vida de putón de manera ética. Y si no te choca leer algo así, le puedes dar las gracias al doctor Alfred Kinsey y sus colegas de trabajo.Kinsey, un scout condecorado con el nivel máximo posible, educado en un hogar represoramente patriarcal, se rebeló estudiando la biología de los insectos en lugar de seguir una carrera profesional como ingeniero, que era lo que había ordenado su padre hiperreligioso y autocrático. Antes de que hubiese escrito una sola palabra sobre la sexualidad humana, se le consideraba una de las personas que más sabían en el mundo sobre la avispa de las agallas, y había escrito dos conocidos libros monográficos sobre ese tema y otros textos sobre biología y naturaleza.La investigación de las prácticas sexuales estadounidenses realizada por Kinsey comenzó cuando le pidieron que ayudara dando una clase en equipo sobre sexualidad humana a un grupo de la Universidad de Indiana. Su interés se despertó cuando se vio incapaz de responder a las preguntas de su alumnado: simplemente no existía ninguna investigación científica sobre cómo la gente tenía sexo realmente. |
En esa época, un Kinsey con pocas habilidades sociales se embarcó en un experimento más personal: conoció, se enamoró y se casó con Clara McMillen («Mac»), una brillante estudiante de posgrado de química y con un cierto aire masculino. Prok (un apodo que tendría toda la vida, puesto por su estudiantes, apócope de Profesor K) y Mac eran vírgenes cuando se casaron, como muchas jóvenes parejas en la época; sus dificultades para superar su inexperiencia fueron un estímulo adicional en la determinación de Kinsey para aprender más sobre sexo.El afán por abarcarlo todo que había animado a Kinsey a coleccionar miles de especímenes de avispa de las agallas le llevó a liderar un proyecto épico: entrevistar a miles de estadounidenses de todos los géneros, razas y clases sobre sus experiencias sexuales y actitudes. Consiguió suficiente dinero en patrocinios como para contratar y formar a sus colegas de investigación para que le ayudaran en aquella imponente aventura. Esos investigadores e investigadoras se convertirían con los años en respetables especialistas en la materia.Así pues, recopilaron más de doce mil historias sexuales enormemente detalladas, ocho mil de las entrevistas hechas por el mismo Kinsey. Prok llegó a gente con estilos de vida que rara vez se habían hecho públicos: comunidades minoritarias, Iglesias, asociaciones de madres y padres de estudiantes y muchas más. Insistía en que participara la totalidad de estas comunidades, para asegurarse de que no se dejaba fuera a quien sintiera demasiada timidez o vergüenza para colaborar. La investigación de Kinsey y sus conclusiones |
todavía son bien valoradas, si bien hoy en día las técnicas estadísticas son mucho más |