Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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de que, si realmente te has enamorado, perderás automáticamente el interés por otras personas; por lo que, si tienes sentimientos sexuales o románticos hacia otra persona que no sea tu pareja, no estás enamorado de verdad. Esta creencia ha costado la felicidad de muchas personas durante siglos, aun siendo mentira hasta el punto del absurdo: un anillo en el dedo no provoca una anestesia de los genitales.

      Y debemos preguntarnos, si la monogamia es la única opción aceptable, la única forma de amor verdadero, ¿son esos acuerdos realmente consensuados? Tenemos muchas amistades que han elegido ser monógamas y lo aplaudimos. Pero, ¿cuántas personas en nuestra sociedad hacen esa elección de manera consciente?

      Mito nº 2: El amor romántico es el único amor auténtico.

      Echa un vistazo a la letra de canciones conocidas o lee alguna poesía clásica: las frases que elegimos para describir el amor romántico no suenan demasiado agradables. Loca de amor, el amor duele, obsesión, desengaño... son todas descripciones de enfermedades mentales o físicas.

      A lo que se le llama amor romántico en nuestra cultura parece ser un embriagador cóctel de lujuria y adrenalina, avivado con incertidumbre, inseguridad, quizás incluso enfado o peligro. El escalofrío que nos baja por la columna vertebral que reconocemos como pasión es, de hecho, el mismo fenómeno físico que el erizamiento de los pelos en la espalda de un gato y está causado por el instinto de lucha o huida.

      Este tipo de amor puede ser emocionante e incontenible y a veces muy divertido, pero no es el único tipo «real» de amor, ni es siempre una buena base para una relación en curso. Como señaló George Bernard Shaw: «Cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, insensata, ilusoria y efímera de las pasiones, se les pide que juren que se mantendrán en ese estado excitado, anormal y agotador continuamente hasta que la muerte les separe».

      Mito nº 3: El deseo sexual es una fuerza destructiva.

      Este proviene del Jardín del Edén y lleva a muchos casos de desquiciante doble moral. Algunas religiones parece que creen que la sexualidad de la mujer es maligna y peligrosa, y que solo existe para arrastrar al hombre a la perdición. De la época victoriana hemos tomado la idea de que, cuando se trata de sexo, los hombres son voraces y depredadores sin remedio, y se espera de las mujeres que los controlen y civilicen siendo puras, asexuales y puritanas. Los hombres son el acelerador y la mujer el freno, lo que nos parece que es bastante duro para el motor. A nosotras no nos funciona nada de esto.

      Muchas personas también creen que el deseo sexual sin vergüenza, en particular el deseo por más de una persona, inevitablemente destruye la familia; pero sospechamos que muchas más familias han sido destruidas por amargos divorcios por adulterio que por una no monogamia ética y consensuada.

      Preferimos escuchar a nuestro deseo con una mente abierta y a partir de ahí tomar decisiones sobre cómo actuar.

      Mito nº 4: La única manera moralmente aceptable de tener sexo es dentro de una relación a largo plazo.

      Un viejo dicho afirma que los hombres tienen relaciones para tener sexo y las mujeres aceptan tener sexo para tener relaciones. Creer ese despropósito lleva a creer que el sexo es como dinero intercambiado por seguridad financiera y física, aceptación social y otras ventajas tradicionalmente otorgadas a quienes han alcanzado el estado culturalmente impuesto del vínculo de largo plazo. Si crees este mito, es probable que te parezca inmoral y socialmente destructivo el sexo por diversión, por placer o para explorar, o para cualquier otra cosa que no sea para reforzar la unión de dos personas.

      Mito nº 5: Amar a alguien significa que está bien controlar su comportamiento.

      Este tipo de razonamiento territorial está pensado, creemos, para hacer que la gente se sienta segura, pero no creemos que nadie tenga derecho, y mucho menos la obligación, de controlar el comportamiento de otra persona adulta.

      El que nos traten como dicta este mito no nos hace sentir más seguridad; nos hace sentir furia. El antiguo razonamiento «¡Oh, está celosa, debo importarle de verdad!», o la escena en que la chica se enamora cuando el chico noquea al pretendiente rival, son síntomas de unos límites personales muy trastornados que pueden acarrear mucha infelicidad.

      Mito nº 6: Los celos son inevitables e imposibles de superar.

      Los celos son, sin ninguna duda, una experiencia muy común, tanto que a la persona que no siente celos se la ve como un poco rara, o que se está negando a aceptar la realidad. Pero a menudo la situación que causaría unos intensos celos a una persona puede no ser algo tan importante para otra.

      Algunas personas sienten celos cuando su pareja bebe de la Coca-Cola de alguien; otras observan felices cómo su pareja se despide para irse un mes de escapada amorosa con una de sus amistades a la parte más remota del país.

      Alguna gente cree también que los celos son una emoción tan terrible que no queda otro remedio que sucumbir. A menudo las personas que lo creen piensan que cualquier forma de no monogamia debe ser no consensuada y completamente secreta, para proteger a la pareja «traicionada» de tener que sentir una emoción tan extremadamente difícil.

      Al contrario, nos hemos encontrado que los celos son una emoción como cualquier otra: te sientes mal (a veces muy mal), pero no es insoportable. También hemos encontrado que muchos de los «debería ser así» que llevan a sentir celos pueden ser «desaprendidos» y que desaprenderlos es a menudo un proceso útil. Más adelante en este libro dedicaremos mucho más tiempo para hablar de los celos y de las estrategias que muchas personas han empleado con éxito para sobrellevarlos.

      Mito nº 7: Las relaciones externas reducen la intimidad de la relación principal.

      La mayoría de terapeutas de pareja y psicólogos televisivos más populares cree que, cuando un miembro de una pareja que era feliz tiene una «aventura», tiene que ser síntoma de un conflicto no resuelto o de necesidades no satisfechas que deben ser abordadas dentro de la relación principal. Por supuesto, esto es cierto de vez en cuando, pero ni de cerca tan a menudo como a gran cantidad de «gurús de las relaciones» les gustaría que creyéramos. Es más, este mito no permite estilos de vida abiertos, constructivos y con posibilidades de desarrollarse.

      Es cruel e insensible interpretar una aventura como un síntoma de enfermedad en una relación, porque deja a las personas «engañadas» —que quizás ya se sentían inseguras— preguntándose qué están haciendo mal. Mientras que a las personas que «engañan» se les dice que solo están intentando volver con su relación principal y que en realidad no desean, ni necesitan, ni siquiera les gustan sus amantes.

      Mucha gente tiene sexo fuera de sus relaciones principales por razones que no tienen nada que ver con ningún tipo de ineptitud de su pareja o deficiencia en la relación. Puede que la nueva relación sea simplemente la continuación de una atracción emocional y/o física hacia alguien aparte de la relación principal. O quizás esta pareja externa permite tener un tipo de intimidad que la pareja principal puede incluso no querer (ya sean prácticas sexuales no convencionales o ir a ver partidos de fútbol) y supone una solución para un conflicto de otra manera irresoluble. O quizás cubre otras necesidades como la necesidad de sexo físico sin complicaciones ni los inconvenientes de las relaciones, o de tener sexo con alguien de un género distinto del de la propia pareja, o de sexo en un momento en que no está disponible de otra manera (en un viaje o por una enfermedad de la pareja, por ejemplo).

      Una relación externa no tiene que restar nada a la intimidad que compartes con tu pareja excepto si se lo permites. Y, sinceramente, esperamos que no lo hagas.

      Mito nº 8: El amor todo lo puede.

      Hollywood nos cuenta que «amar significa no tener que pedir nunca perdón», e idiotas como somos, nos lo creemos. Este mito dice que, si realmente te has enamorado de alguien, nunca más necesitarás discutir, discrepar, comunicarte, negociar o hacer cualquier otro tipo de esfuerzo. También nos cuenta que el amor significa que, automáticamente, nos excitamos con nuestra pareja y que nunca debemos mover un dedo o hacer cualquier esfuerzo para encender la pasión deliberadamente. Quienes creen en este mito pueden tener la sensación de que su amor ha fracasado cada vez que necesitan encontrar un momento


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