Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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Millay. Lo que no podemos saber es cuántos no novelistas estaban construyendo vidas sexualmente abiertas que les funcionaban, porque no hay registro de esas vidas. Nos atrevemos a suponer, de todos modos, que una significativa minoría de personas ha satisfecho siempre sus necesidades mediante relaciones éticas con varias personas a la vez.

      la generación del amor

      Dossie llegó a la mayoría de edad con los conceptos utópicos de los años sesenta, y Janet poco después. Ambas nos vimos muy influidas en nuestra manera de pensar por esos días de exploración radical. Muchos ideales de la época —inconformismo, exploración de estados alterados de la conciencia, igualdad de raza y género, conciencia ecológica, activismo político, apertura respecto a la sexualidad y, sí, la posibilidad de una no monogamia ética y cariñosa— han permeado la cultura mayoritaria. Dudamos mucho de que hubiésemos podido escribir o publicar este libro en los años cincuenta, así que si lo estás leyendo y disfrutando, dale las gracias a la cultura hippie.

      La promiscuidad hoy

      Hay putones de tantas formas y estilos como existen seres humanos: hombres y mujeres en todas las culturas, en todas partes del mundo, de todas las religiones y estilos de vida, ricas y pobres, con formación académica o sin ella.

      La mayoría vivimos en comunidades de personas que no son putones, con contacto solo ocasional o limitado con otras personas que comparten nuestros valores. Algunos grupos organizan reuniones y congresos para mitigar el aislamiento y ampliar los círculos íntimos de sus miembros. Estos congresos son muy importantes para poner esos mundos sexuales clandestinos a la vista de quienes están buscándolos y para construir instituciones visibles que puedan apoyar mejor a sus miembros. Otros putones abandonan la cultura dominante para vivir en comunidades compuestas de personas que comparten sus valores.

      Un putón que viva en la cultura mayoritaria monogamocéntrica en el siglo xxi puede aprender mucho de estudiar otras culturas, otros lugares y otras épocas: no eres la única persona en el mundo que ha intentado esto, sí puede funcionar, otras personas lo han hecho sin resultar dañadas, ni sus amantes, ni su prole, sin hacer, en realidad, otra cosa que disfrutar de sí mismas y mutuamente.

      La discoteca favorita de Dossie en 1970 era un microcultivo excepcional de perversidad polimorfa.

      Ella recuerda:

      The Omni, de «omnisexual», era un pequeño bar de North Beach cuya clientela se componía de hombres y mujeres, heterosexuales, gays, lesbianas, bisexuales y, a menudo, transgénero. Los valores sexuales eran muy abiertos, desde hippies fans del amor libre a profesionales de la industria del sexo, y la mayoría íbamos allí a bailar como salvajes y a buscar amantes como locas.

      Gracias a la gran proporción de personas transgénero, no había manera de encasillar a la persona con la que te querías acostar en tus categorías del deseo. Podías estar bailando con alguien con mucho atractivo y no saber si era cromosómicamente hombre o mujer. Es complicado apegarse a preferencias como lesbiana o heterosexual cuando no sabes el género de la persona con la que estás flirteando.

      Puede parecer una locura, pero los resultados eran sorprendentes. Frecuentaba The Omni porque era el espacio disponible más seguro para mí. Como no era posible dar nada por hecho, las personas tenían que tratarse mutuamente con respeto. Nadie podía dar por hecho qué tipo de interacción le podía interesar al objeto de su atención, así que no podías hacer otra cosa que preguntar. Y si eras, como yo lo era, una mujer joven en la veintena, el que se te aproximaran con respeto era un alivio muy bienvenido en los entornos sociales heterosexuales donde era costumbre que los hombres demostraran su hombría flirteando de una manera demasiado agresiva, evidentemente persuadidos de que las mujeres que coquetean en bares de gente soltera tenían problemas por su timidez virginal y, en realidad, no querían decir «no» cuando lo decían. The Omni me proporcionó mis primeras experiencias de respeto auténtico.

      Puesto que vemos que algunos de los problemas para conseguir una expresión libre y abierta de nuestra sexualidad individual tienen que ver con el hecho de vivir en una cultura marcada por los roles sexuales, nos ha parecido útil aprender de personas que han cambiado los límites de lo que significa ser hombre o mujer, o lo que significa elegir parejas del mismo sexo o del opuesto, o con formas de acercarse al sexo que van más allá de lo genital. El pensar sobre diferentes maneras de vivir y amar nos puede ayudar cuando nos planteamos si queremos cambiar algo de cómo vivimos como hombres y mujeres o algo a medio camino.

      lesbianas

      En la comunidad lésbica vemos qué sucede en un mundo que está compuesto casi completamente de personas que se identifican como mujeres. Para las mujeres, las relaciones pueden confundirse con su sentido de identidad, especialmente porque en nuestra cultura en su forma más tradicional apenas se permite a las mujeres tener ningún sentido de identidad en absoluto. Así, muchas mujeres que quizá hayan crecido con la idea de que su identidad depende de si tienen o no pareja, actúan como si su vida fuera a perder por completo el sentido si no la tienen. La secuencia más común de relación, que vemos magnificada en la comunidad lésbica, es la forma de no monogamia conocida como monogamia en serie. A menudo, la conexión con la pareja futura precede a la ruptura con la pareja del pasado, con el drama correspondiente que presumiblemente hace sentirse más segura que el enorme, desconocido y terrorífico vacío de identidad que entraña ser una mujer que vive como un ser humano sin pareja.

      Las lesbianas más jóvenes están cuestionando estas tradiciones y, a menudo, cuestionarlas incluye mirar la no monogamia como una manera de formar relaciones menos insulares. El poliamor lésbico se caracteriza por una gran consideración y atención al consentimiento y, con ello, a una apertura tremenda a analizar los sentimientos, un área en la que la comunidad de mujeres está muy por encima de la media.

      Nuestras hermanas lesbianas también tienen mucho que enseñarnos sobre nuevas maneras de desarrollar el papel de la mujer como iniciador sexual. En la cultura heterosexual, a los hombres se les ha asignado el papel de iniciadores, y son educados para ser sexualmente agresivos, a veces hasta la exageración. En el mundo en que las mujeres se relacionan sexualmente con otras mujeres, rápidamente se hace evidente que si todas nos vemos a nosotras mismas como Bellas Durmientes esperando a que venga la Princesa Azul y nos despierte, quizás tendríamos que esperar cien años.

      El estilo de coqueteo de las mujeres —cuando la timidez no se interpone— tiende a ser directo, con respeto por el consenso, y rara vez resulta intrusivo o agresivo, porque muchas mujeres ya han tenido experiencia de sobra siendo violadas como para querer seguir por ese mismo camino. Las mujeres tienen preocupaciones serias sobre la seguridad y, por eso, tienden a avanzar despacio y avisar de sus intenciones. Puede que sean tímidas en los pasos de la seducción, y más atrevidas una vez que se cercioran de que son bienvenidas. Las mujeres tienden a querer un permiso explícito para cada acto en concreto, por lo que su manera de comunicarse podría servir como un excelente modelo para negociar el consentimiento.

      Nos gustaría llamar la atención sobre otra esclarecedora diferencia sobre el sexo entre mujeres. Un encuentro sexual entre dos mujeres rara vez incluye la expectativa de un orgasmo simultáneo, como mucha gente cree que debe provocar el coito pene-vagina, por lo que las mujeres se han convertido en expertas en turnarse. Las lesbianas son expertas de primera categoría en la sensualidad y las relaciones sexuales sin penetración, esas maravillosas formas de sexualidad que no se basan en la penetración con el pene. Cuando se desea penetración, se centran en qué funciona para quien la recibe. Aún está por inventar un dildo que esté obsesionado con sus propias necesidades. ¡Y puedes


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