Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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      Probablemente encontrarás algunos de estos juicios de valor en tu propio cerebro, escondidos más profundamente de lo que nunca te habías dado cuenta. Nosotras creemos que dicen más sobre la cultura que los promueve de lo que dicen de cualquier persona real, incluyéndote a ti.

      «promiscuas»

      Esto significa que disfrutamos del sexo con demasiadas parejas sexuales. También nos han llamado «indiscriminadas» en nuestra sexualidad, lo que nos sienta mal: nosotras siempre podemos distinguir unas parejas de otras.

      No creemos que exista algo como «tener demasiado sexo», excepto en ciertas ocasiones felices en que nuestras opciones posibles exceden nuestra capacidad. Ni creemos que la ética de la que hablamos aquí tenga nada que ver con la moderación o la abstinencia. Kinsey definió una vez a una «ninfómana» como «alguien que tiene más sexo que tú» y, siendo científico, demostró su afirmación con estadísticas.

      ¿Tener menos sexo tiene más mérito que tener más? Creemos que no. Nosotras medimos la ética de los buenos putones no por el número de parejas que tienen, sino por el respeto y cariño con que las tratan.

      «amorales»

      Nuestra cultura también dice que los putones son malos, indiferentes, amorales y destructivos: Jezabel, Casanova, Don Juan. El mitológico y malvado putón es codicioso y manipulador, y busca robar algo —virtud, dinero, autoestima— de sus amantes. En cierto modo, este arquetipo está basado en la idea de que el sexo es una mercancía, una moneda que intercambias por otra cosa —estabilidad, descendencia, un anillo de boda— y que cualquier otra transacción entraña que te han engañado y traicionado.

      Rara vez hemos visto Jezabels o Casanovas en nuestra comunidad, pero quizás no es muy satisfactorio para un ladrón el robar lo que se da libremente. No nos preocupa que las personas con las que compartimos placer nos roben nuestro valor sexual.

      «pecaminosas»

      Algunas personas basan su sentido de la ética en lo que les han dicho que Dios, o su Iglesia, o su familia, o su cultura creen que es correcto o que no lo es. Creen que ser buenas consiste en obedecer las leyes establecidas por un poder mayor que ellas mismas.

      Nosotras creemos que la religión tiene una gran cantidad de cosas que ofrecer a mucha gente: la comodidad de la fe y la seguridad de una comunidad entre ellas. Pero creer que a Dios no le gusta el sexo, como parece que dicen muchas religiones, es como creer en que a Dios no le gustas tú. Por culpa de esta creencia un número enorme de personas carga con una gran vergüenza por sus deseos y actividades sexuales perfectamente naturales.

      Preferimos las creencias de una mujer que conocimos, una devota practicante de una religión fundamentalista. Nos dijo que cuando tenía cinco años, descubrió los placeres de la masturbación en el asiento de atrás del coche familiar, metida bajo una abrigada manta durante un largo viaje. La sensación fue tan maravillosa que concluyó que la existencia de su clítoris era una prueba definitiva de que Dios la amaba.

      «patológicas»

      Cuando los estudios psicológicos de la conducta humana se pusieron de moda a finales del siglo xix, Krafft-Ebing y Freud intentaron crear más tolerancia con la teoría de que los putones no son malos sino que están enfermos, que sufren de una psicopatología que no es su culpa, puesto que las neurosis se derivan de tener la sexualidad deformada por sus padres/madres durante el aprendizaje del control de los esfínteres. Por eso, decían, no debemos quemar putones en la hoguera sino que, en su lugar, deberíamos enviarles a hospitales psiquiátricos para ser curados en un ambiente que no permitiera la expresión sexual en absoluto, fuera sana o no.

      A principios de los años sesenta, durante la infancia de tus autoras, era una práctica común el declarar dementes y encarcelar adolescentes para el «tratamiento» de su «enfermedad» por ser sexuales, especialmente si eran gays o lesbianas, padecían disforia de género y por lo tanto ponían en tela de juicio las normas culturales en cuanto al género, y/o mujeres que incurrían en el riesgo de dañar su valor de mercado como vírgenes. Es algo que sigue ocurriendo más a menudo de lo que podrías pensar. Últimamente, oímos hablar de personas adictas al sexo, de fobia a la intimidad o al compromiso y de desórdenes del afecto. Estos términos se crearon para describir problemas auténticos, pero demasiado a menudo se emplean como armas en una batalla moral contra toda libertad sexual.

      La mera idea de la adicción sexual resulta controvertida: muchas personas sienten que la palabra «adicción» no es apropiada para discutir problemas de la conducta como el sexo. Aun así, todo el mundo parece estar de acuerdo en que recurrir al sexo para satisfacer otras necesidades —aplacar la ansiedad, por ejemplo, o reforzar una autoestima caída— representa un problema.

      Solo tú puedes decidir si tu conducta sexual se ha vuelto compulsiva y si deseas cambiarla. Algunas personas buscan validar su atractivo sexual una y otra vez, usando el sexo como una manera de demostrarlo continuamente porque no se ven a sí mismas como inherentemente atractivas o adorables. El sexo puede utilizarse como un sustituto de la conexión. El sexo puede ser la única moneda con valor suficiente para atraer atención y aprobación.

      Algunos grupos de ayuda y terapeutas que suscriben el modelo de la adicción pueden intentar contarte que cualquier cosa, excepto las conductas sexuales más convencionales, está mal, es nocivo o es parte de tu adicción; te animamos a que confíes en tus propias creencias y que busques un entorno que te apoye. Compulsivos Sexuales Anónimos y Adictos al Sexo Anónimos te animan a definir qué vida sexual sana quieres para ti. Si tu objetivo es la monogamia, está bien; si tu objetivo es dejar de buscar sexo en lugar de amistad, o cualquier otro patrón de conducta que desees remodelar, está bien también. Nosotras no creemos que las personas adictas al sexo que se recuperan tengan que ser monógamas, a no ser que deseen serlo.

      «fáciles»

      Nos preguntamos, ¿hay algún mérito en ser difícil?

      Mitos sobre los putones

      Uno de los retos que se encuentra el putón con ética es la insistencia de nuestra cultura en que, si algo «lo sabe todo el mundo», obviamente debe ser verdad. Te animamos a mirar con escepticismo cualquier frase que comience por «Todo el mundo sabe que...» o «El sentido común nos dice que...» o «Es sabido que...». A menudo esas frases son la señalización de sistemas de creencias culturales que pueden ser antisexuales, monogamocéntricos, y/o codependientes. El cuestionar «lo que todo el mundo hace» puede ser difícil y desconcertante, pero también nos ha resultado muy gratificante. Cuestionar las cosas es el primer paso para crear un nuevo paradigma, tu propio paradigma sobre cómo debes ser.

      Los sistemas de creencias culturales pueden estar muy profundamente enraizados en literatura, leyes y arquetipos, lo que significa que ser capaz de debilitarlos desde tus propios valores puede ser complicado. Pero el primer paso para explorarlos es, por supuesto, reconocerlos. Así que aquí están algunos de los mitos dominantes que hemos oído toda nuestra vida y que hemos llegado a entender que muy a menudo son mentira y destructivos de nuestras relaciones y nuestras vidas.

      Mito nº 1: Las relaciones monógamas a largo plazo son las únicas relaciones reales.

      La monogamia para toda la vida como ideal es un concepto relativamente nuevo en la historia del ser humano y nos convierte en algo único entre los primates. No hay nada que se pueda conseguir en una relación monógama a largo plazo que no se pueda conseguir sin estar en ella. Asociarse para crear una empresa, el apego profundo, cuidar de manera estable de la prole, el crecimiento personal, el cuidado y la compañía al envejecer están todas entre las habilidades del putón.

      Las personas que creen en este mito pueden sentir que tienen un problema si no están en una pareja a largo plazo, si prefieren seguir siendo autónomas, si se descubren a sí mismas amando a más de una persona a la vez, si han intentado una o más relaciones tradicionales que no funcionaron. En lugar de cuestionar el mito, se cuestionan a sí mismas: ¿Estoy incompleta? ¿Dónde está mi otra mitad? El mito les enseña que, estando solas, no son lo suficientemente buenas. A menudo, la gente desarrolla una visión muy poco realista de lo que es estar en pareja: su media naranja resolverá automáticamente


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