Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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semejante a conducir un coche, no se sostiene demasiado bien.

      Si quieres, puedes comparar esta idea con la idea de comer. La mayoría de la gente definiría «comer» como la actividad de introducir comida en la boca. Pero los gourmets pueden pasar mucho tiempo saboreando el aroma y apariencia de una comida antes de echarle realmente un bocado, de manera que el olfato y la vista se han hecho parte del acto de comer. Para aquellas personas que se abren a las posibilidades, cada aroma perdido que flota hasta nuestra nariz, la brisa marina con su olor penetrante a ostras y algas, el olor terroso del humo de la madera con su leve reminiscencia al whisky, se convierte en algo parecido a comer. Y nuestros ojos capturan colores y formas —el rojo de las manzanas, el amarillo de las cremosas natillas— mientras nuestros ajetreados cerebros, recordando la maravillosa comida de ayer, está planeando otra para mañana, y el mundo entero se convierte en nuestra comida.

      De manera similar, nosotras pensamos que la energía erótica está en todas partes: en la inspiración profunda que llena nuestros pulmones cuando salimos en una cálida mañana de primavera, en el agua fría derramándose desde las rocas hasta un arroyo, en la creatividad que nos lleva a pintar cuadros, contar historias, componer música, escribir libros, en el tierno cariño que sentimos hacia nuestras amistades y familiares y prole. En los tres cuartos de siglo que ambas sumamos como escritoras y educadoras sexuales, hemos encontrado que cuanto más aprendemos sobre el sexo, menos sabemos cómo definirlo. Así que ahora solo decimos la verdad tal y como la conocemos: el sexo forma parte de todo.

      Ahora mismo estamos escribiendo sobre sexo y tú estás leyendo lo que tenemos que decir sobre él. ¡Estás teniendo sexo con nosotras! ¿Ha estado bien? Para nosotras sin duda que sí.

      Desde un punto de vista más pragmático, hemos tenido largas, intensas conversaciones íntimas que hemos sentido como profundamente sexuales. Y hemos tenido relaciones sexuales que tampoco sentimos como algo terriblemente erótico. Nuestra mejor definición al respecto es que sexo es cualquier actividad que consideran sexo las personas que participan en ella. Para algunas personas, el spanking es sexo. Para otras, ponerse medias y ligueros es sexo. Si tú y quien sea os sentís sexuales cuando coméis helados, eso es sexo en vuestro caso. Mientras que esta manera de entenderlo puede parecer una tontería ahora, es un concepto que será muy útil más adelante cuando hablemos sobre cómo llegar a acuerdos sobre conductas sexuales.

      Negación frente a satisfacción

      La tesis de licenciatura de Dossie se llama El sexo es agradable y el placer es bueno para ti. La idea es tan radical ahora, en el siglo xxi, como lo era en los años setenta, cuando Dossie la escribió.

      Nuestra cultura valora mucho renunciar a cosas, que es algo que está bien cuando hay mucho trabajo por delante. Pero, demasiado a menudo, esas personas que sin tener que disculparse satisfacen su deseo por placer en su tiempo absolutamente libre son vistas como inmaduras, asquerosas o incluso pecadoras. Puesto que todo el mundo tiene deseos, los valores puritanos llevan inevitablemente a odiarse, a odiar nuestros cuerpos y lo que nos excita, y a sentir miedo y culpa por nuestros instintos sexuales.

      Nosotras nos vemos como rodeadas de muertos vivientes: de personas que han sido heridas profundamente por el miedo, la vergüenza y el odio de su dimensión sexual. Nosotras creemos que conectar de manera alegre, libre y sin culpa es la cura para esas heridas; creemos que la sexualidad es vital para el sentimiento de autoestima de las personas, para su sensación de que la vida vale la pena. Nunca hemos encontrado a nadie con una baja autoestima en el momento del orgasmo.

      No necesitas una razón

      Si te acercas a alguien elegido al azar y le planteas que el sexo está bien y el placer es algo bueno para ti, probablemente oirás un montón de resoplidos, razonamientos y varios «ya, pero»: enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, violación, el deseo sexual convertido en mercancía, etc. Ninguno de estos «peros» cambia la idea central.

      No hay nada en el mundo, por maravilloso que sea, de lo que no se pueda hacer un mal uso, si uno se empeña: se pueden traicionar las conexiones familiares, el deseo sexual puede manipularse. Incluso se puede abusar del chocolate. El mal uso no cambia lo maravilloso que es ninguna de esas cosas. El peligro está en la motivación de quien hace ese mal uso, no en la naturaleza del objeto.

      Si no existieran las enfermedades de transmisión sexual, si nadie pudiera tener un embarazo a no ser que lo desease, si todo el sexo fuese consensuado y agradable, ¿qué pensaría el mundo entonces? ¿Cómo te sentirías tú? Si miras en tu interior más profundo, puedes encontrar pequeños restos de una visión negativa del sexo, a menudo tras palabras críticas como «promiscuidad», «hedonismo», «decadencia» e «improductividad».

      Incluso personas que se consideran a sí mismas con una postura positiva hacia el sexo y sexualmente liberadas caen a menudo en una trampa diferente: la trampa de racionalizar el sexo. Relajar la tensión física, aliviar dolores menstruales, mantener la salud mental, prevenir problemas de próstata, tener bebés, consolidar relaciones y demás, son todos objetivos admirables y maravillosos beneficios colaterales del sexo. Pero esa no es la razón de ser del sexo. La razón de ser del sexo es el placer, un completo y valioso objetivo en sí mismo y por sí solo. La gente tiene sexo porque se siente muy bien, y después se siente bien sobre sí misma. El valor del placer es uno de los valores centrales de la promiscuidad ética.

      Amor y sexo son el fin, no el medio

      Nuestra cultura monocéntrica tiende a asumir que el propósito y fin último de toda relación —y todo sexo— es una relación emocional de pareja a largo plazo, y que cualquier relación que no alcance ese objetivo ha sido un fracaso.

      Por otro lado, pensamos que el placer sexual puede sin duda contribuir al amor, compromiso y estabilidad a largo plazo, si eso es lo que uno quiere. Pero esas no son en absoluto las únicas buenas razones para tener sexo. Nosotras creemos en el valor de las relaciones por lo que hay de valioso en ellas; una aparente tautología que es más sabia de lo que parece.

      Una relación puede ser valiosa simplemente porque proporciona placer sexual a las personas involucradas; no hay nada malo en el sexo por el sexo. O puede incluir el sexo como una vía hacia otras cosas valiosas: intimidad, conexión, compañía, incluso amor, lo que en sí no cambia la bondad intrínseca del sexo placentero.

      Una relación sexual puede durar una hora o dos. También es una relación: las personas participantes se han relacionado entre sí —como pareja sexual, colegas, amantes— el tiempo que ha durado su interacción. La duración no es un buen criterio para juzgar el éxito o fracaso de una relación.

      Los encuentros de una sola noche pueden ser intensos, enriquecer nuestra vida y ser satisfactorios; también lo pueden ser los amores que duran toda la vida. Mientras que los putones con ética puede que elijan tener un tipo de relaciones y no otras, creemos que todas las relaciones tienen el potencial para enseñarnos, emocionarnos y, sobre todo, proporcionarnos placer.

      Dossie recuerda una entrevista con una joven hippie en 1967 que hizo la afirmación más sucinta que hemos oído sobre la promiscuidad ética: «Creemos que está bien tener sexo con todo el mundo a quien amas y creemos en amar a todo el mundo».

      Ya eres una persona completa

      Nosotras creemos que la unidad sexual fundamental es una sola persona; añadir más personas a esa unidad puede ser algo íntimo, divertido y dar compañía pero no completa a nadie. La única cosa en este mundo que puedes controlar es a ti mismo: tus propias reacciones, deseos y comportamientos. Por lo que un paso fundamental en la promiscuidad ética es situar tu locus de control en tu propio interior, para reconocer la diferencia entre tus «cosas» y las de otras personas. Cuando lo haces así, te vuelves capaz de completarte: esa es la razón por la que llamamos a esto «integridad». Cuando has construido una relación satisfactoria contigo mismo, entonces tienes algo de un gran valor para compartir con los demás.

      La abundancia está totalmente disponible

      Muchas personas creen, explícita o implícitamente, que nuestros recursos para el amor romántico, la intimidad y la conexión son finitos, que nunca hay suficiente para todo el mundo y que, si le das parte a una


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