Despertar contemplativo. Carlos Samaniego

Despertar contemplativo - Carlos Samaniego


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      CARLOS RAMON ANTONIO SAMANIEGO

       Despertar Contemplativo

      Editorial Autores de Argentina

      Samaniego, Carlos

       Despertar contemplativo / Carlos Samaniego. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: online

       ISBN 978-987-87-0725-9

       1. Autoayuda. I. TÌtulo.

       CDD 158.1

      Editorial Autores de Argentina

      www.autoresdeargentina.com

      Mail: [email protected]

      Diseño de portada: Justo Echeverría

      Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

      Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

      Impreso en Argentina – Printed in Argentina

      

       El despertar contemplativo es el despertar a la verdadera naturaleza humana. Encontrarse con lo eterno en todo, en cada taza de té, en cada saludo afable y pequeños detalles de la vida que pasan fugaces… en la brizna del campo, los pétalos de la rosa y el atardecer que no ha de volver. El que despierta a la vida contemplativa acoge el silencio, ora y alaba a Dios.

      Despierta

      A lo largo de los siglos se creyó erróneamente que la contemplación, entrar en meditación profunda, llevar una vida mística, solo eran atributos de un selecto grupo de personas. El ser humano, como manifestación de luz, debía en principio rechazar las alegrías del mundo y hacer de su misma existencia un canto solemne. De manera que el hombre que camina en el mundo pasa sus días sin más contentos que los inferiores, primitivos, y tampoco puede usar sus talentos naturales ni llegar a la cumbre de su excelencia, pues las normas establecidas están dadas para que no se encuentre con su esencia.

      La naturaleza humana se ve condicionada por la cultura, la familia y la sociedad, todo se enseña según lo más adecuado para insertarse en un conjunto de valores, pero cuántos millones de personas se hallan en desacuerdo, cuántos seres quisieran hacer algo diferente, pero ya no tienen la voluntad ni el carácter para rebelarse.

      Un ser maduro que ha alcanzado la sabiduría interior sabe equilibrar su universo interno y externo, entiende cómo dar lo mejor cuando está con las personas y entrar en sí en el momento oportuno. Saciarse de las fuerzas del universo (Dios). No espera ir a la misa, escuchar al pastor, ni hacer alardes fingidos. Su vida es un fluir continuo, un caminar con amor y gratitud saboreando cada instante... Siempre es hoy.

      Ahora bien, absortos en la belleza y la sensualidad de un cuerpo, afanados por riquezas; satisfaciendo los sentidos corpóreos, solo desplegamos un ala, y al igual que si encuentras la vida interior precisarás de tus semejantes, o no podrás desplegar la otra ni volar a la dimensión para la cual fuiste creado. Digamos que el cuerpo es una vasija de arcilla, lo que importa indudablemente es el contenido, no por eso debes despreciarla, por el contrario, cuídala, no vaya a ser que esta se agriete y se disperse el tesoro. O si prefieres míralo como un gran castillo, un castillo majestuoso, así es el cuerpo; brinda sensaciones sutiles que entumecen el alma, la ponen cómoda. Y si esta morada es hermosa, ¿no querrás encontrarte con el varón que la habita?… Por el momento duerme, no lo has hecho partícipe.

      El que filosofa está al borde del despertar, al canto, debe lanzarse para no quedar atrapado en la mente, ya ha descubierto un placer intelectual, pero eso no alcanza. Si no se arroja al vacío y deja de lado lo racional no renacerá. Son realmente débiles los golpes, los guiños del sendero contemplativo, que si el ser no se decide prontamente pierde toda percepción, puede dudar, la duda trae desaliento y frustración, debes cambiarla por fe, la fe es creer con certeza aquello que anhelamos. Si miramos la figura de Pedro, cuando ve a Jesús caminado por las aguas, la emoción lo impulsa a su encuentro, pero su lógica le decía que no podía avanzar, dejó de creer y la magia se detuvo.

      Si acaso sientes un tenue susurro, una suave corriente semejante a un cosquilleo en tu corazón, no dejes que nada te detenga en este camino, en especial no des trascendencia a tu mente, la mente siempre traerá toda clase de conflictos. La mente es como un psiquiátrico que no revela nada: hay palabras, gritos, imágenes impresas, un submundo que debe ser barrido y botado a la basura. Tu pensamiento, tu mirada fresca, no puede sujetarse a la mente, está en un espacio superior que guarda el hombre nuevo, que custodia el alma.

      Jesús dice: “Mi reino no es de este mundo”. Inmerso en el mundo el hombre, se ve incapacitado para amar con todas sus potencias, por el contrario, el que vive bajo la armonía y la paz espiritual es amante, pero no comprende el mundo. Y ahí precisamente tiene espacio lo sublime y singular del mundo, la pasión y el talento en su máxima expresión; sea en el teatro o en una cancha de fútbol, en esos diversos entretenimientos que lo ennoblecen y lo transforman en una mejor persona. Cuando el hombre sale de sus fronteras, cuando oye una sinfonía, lee un poema o se deleita con una pintura artística, se recrea y no es el mismo. No puede ser el mismo.

      En contraste, si su deleite es burdo y expone su cuerpo a las bajezas y miserias humanas no entrará en el reino interno, una vida sostenida en lo material y en sensaciones déspotas solo ensucia, cansa y atormenta el alma, ella es cegada y cautiva de lo que percibe. Cuando se comete un homicidio no solo asiente el cuerpo, hay una intención deliberada del intelecto y el espíritu; lo mueven el odio, celos, rencor o envidia, un conjunto de afectos desordenados que le ciegan induciendo a perpetuar tales crímenes.

      Y aquí surge el interrogante de la persona no iluminada, que quiere entrar en su propia intimidad. ¿Debe profesar algún credo en especial? ¿Debe volverse religiosa? El primer paso es vaciarla poco a poco, esto no sucederá de la noche a la mañana, pero sí paulatinamente, con pequeños pasos. A medida que sueltes las cosas que no aportan nada, que simplemente son lastres, irás cobrando fuerza. Este proceso tiene dos niveles, que arden con la misma voracidad, pero son distantes uno de otro: el primero es el de la ética y la moral, el segundo es el espíritu activo, despierto. Uno es natural, el otro sobrenatural. En la sociedad miramos con buenos ojos lo que se promueve con intención solidaria, donde priman los valores humanos; estas leyes, constituciones, no tienen carácter universal. En cambio, el hombre que se trasforme por este fuego insondable abre las puertas, tiene un acceso continuo a los bienes celestiales y perpetuos.

      Podremos contar con amplia prosperidad económica, porque al que pide “polvo”, “polvo” se le dará, el que ansía lo imperecedero, lo sublime de la vida y espera un poco más obtiene gloria, paz y honor. Si miramos la vida de San Benito, su regla de vida fue simple: “Orar y trabajar”. Qué más natural que eso, pero a lo natural el hombre moderno lo desvirtúa, se inclina a lo complicado.

      Adoptar lo sencillo, un estilo de vida tranquilo que vaya contra la corriente cambia todo el panorama, tener paz interior es estar lleno de la presencia de Dios, el alma se alinea con su corazón y su corazón con sus anhelos profundos. Si ama coherentemente será armonioso, servicial y compasivo. Son aplicables las palabras de Jesús: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ame, será amado por mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él”.

      Aquí, en principio, se produce un movimiento interno, de espíritu, donde las fuerzas universales operan en silencio, rompiendo el blindaje del hombre viejo y primitivo; lo unge con la corona de la virtud y perfuma con el aroma de la esperanza. Su corazón, su anhelo, ya no son movidos por los bienes terrenales, ninguna riqueza material y temporal lo desviará de su misión. Esto lo conduce al despojo, donde sus logros, trofeos, carecerán de valor, o bien tomará todo con agradecimiento, entendiendo que no hay un fin en ello.

      Un ser de esta dimensión ya participa de los bienes celestiales, entiende


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