Despertar contemplativo. Carlos Samaniego
Cristo vive en mí”, dice San Pablo. Hazte eco de esa voz. Sé el trovador del Señor.
Sin embargo, no busques la contemplación a través de libros; de la filosofía, de sectas engañosas. La contemplación es un encuentro sublime con lo divino; la gota de agua al caer en el océano no abarca el océano, siempre será una gota, pero agradecida por hallar su origen. O una partícula de tierra no puede compararse con la montaña, aunque la partícula no exista, la montaña siempre será imponente.
Así debes ir, siempre como el pequeño, como el último, sé el aroma del Señor, sé un trozo de luz entre las tinieblas. Cuando vemos a los seguidores de Cristo que, apenas abren los brazos a los alcohólicos, a los que llevan una vida libertina y distante; y se tumban en la comodidad, no son verdaderos discípulos. O directamente no conocen el rostro real de Jesús, su rostro es de misericordia infinita, que llama a los justos a santificarse y a los pecadores a la conversión. Él no cambia, no varía, su amor permanece para siempre.
La vida contemplativa no es más que tener pleno conocimiento de uno mismo, mirarse con humildad, verse como Dios nos ve, puesto que esa humildad que el mundo quiere vender se enlaza con la pobreza y nada, en efecto, tiene que ver, lo uno con lo otro. Que tu ofrenda sea tu existencia, que se transforme por la contemplación, que tu ofrenda sean tus minutos y las oraciones que jamás caen en el olvido, que tu entrega sea todo en todos, es la única manera de gustarlo todo, abandonándolo todo por amor al todo eterno.
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