El almacén de los recuerdos. Denise Arredondo

El almacén de los recuerdos - Denise Arredondo


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que nosotros también reemplazamos en esta vida, reemplazamos una mascota por la ausencia de otra, reemplazamos un viejo amor con la llegada de otro amor para no llenarnos de vacío sin fin, reemplazamos una cosa, una planta, un amigo, un lugar.

      Entre tantas cosas de la vida, el reemplazo se transforma en algo inevitable, en una forma de vivir, en una forma de olvido, en una forma de sentir. Y en fin, mi querido amigo, en mi monólogo de hoy, te cuento que todos formamos parte del reemplazo, queramos o no, nuestra vida fácilmente se transforma en un reemplazo, es así como todo sigue, como todo pasa, se llena de reemplazo cada parte de nuestro interior.

      ***

      La mochila de nuestros recuerdos

      Éramos dos y en abril nos separamos, cada uno por su lado. Tan triste pero cierto, tanto duele que casi ni puedo contarlo.

      Ahora estás lejos, distante, tan seco como el frío invierno, y yo estaba acá fingiendo que no estaba entendiendo tu destiempo.

      Ya no me querías, ya había pasado nuestro momento y solo quedará merodear en aquellos tiempos.

      Culminó cada parte de lo que sentías por dentro y yo me quedé sintiendo cada marca de tus besos. Murió todo lo que llevabas dentro, se nos terminaron los cuentos, ahora estoy al final de un triste enamoramiento. Seguiste un camino sin mirar a ningún costado, caminaste con tu mochila que llevaba nuestros abriles cargados. (Estabas tan lleno de nuestro pasado).

      Yo vivía en busca de recuerdos, unos recuerdos que me lleven a vos, vivía cada día en el ayer preguntándome por qué nuestra historia acabó así, con un triste final.

      ***

      Lazos

      Hay lazos que no son eternos, hay lazos que se rompen de un chispazo, como si nunca se hubiesen conectado.

      Hay recuerdos que se olvidan sin darnos cuenta (los teníamos ahí, pero nunca los tocamos y se van sin dejar huella alguna).

      Hay amores que se rompen, hay amistades que se van y uno se queda acá sintiendo hasta no poder más.

      Nos quedamos tratando de unir las piezas para descubrir cuál fue el momento exacto donde algo dentro del otro se rompió, el momento exacto donde el otro dejó de sentir.

      Nos quedamos algo confundidos y aturdidos, nos miramos en aquel espejo y pensamos en que ya pasará (como todo lo demás pasa), nos autoconvencemos de que vamos a estar bien, de que de este laberinto vamos a huir.

      Y despertamos cada mañana con la ilusión de que el otro volverá, como si todo este presente fuese solo un mal sueño, una pesadilla en lo que todo era hermosamente irreal. Pero no, no es un sueño, no es una pesadilla, es la realidad queriendo demostrar que lo que estamos sintiendo es un recuerdo más del cual un día nos vamos a olvidar.

      Es este momento en donde vos te fuiste sin razón alguna y yo me quedé contemplando tu regreso, es acá donde nuestro lazo se rompió y ya no nos pertenecemos, tu lazo se desconectó de mí y se unió al de alguien más.

      Pero el mío no se desconectó de vos y te sigue esperando en cada abril, en cada noche donde estoy volviendo a vos, a lo que fuimos en nuestro jardín.

      ***

      Taza de café

      Se me llenaron los ojos de tormenta cuando escuché esas palabras incompletas.

      Era martes, sentados en aquel bar, a mi café le faltaba azúcar y el tuyo tenía de sobra, por los nervios pusiste más de lo normal y yo por miedo ni el mío quise tocar.

      Me dijiste las palabras que siempre temí, las que te pedí en una tarde de abril que nunca las fueras a decir, que si un día optabas por salir de aquí, nunca dijeras en palabras tan cortas que lo nuestro había llegado a su fin.

      Pero se ve que nunca me escuchaste o será que nunca lo recordaste, porque no me citaste a tomar un café dulce con sabor a tus besos, me citaste para cantarme las palabras que siempre odié y para tomarme un café con gusto a olvido.

      Tu voz estaba nerviosa, pero mis manos lo estaban aún más, quería retener este momento, quería que se congele el tiempo para no verte marchar de acá y mi alma abandonar. Pero yo no tenía magia, ni esto era una típica película de amor donde todo se paraba con una canción de dolor.

      Esto era la realidad, eras vos queriendo salir de acá, era yo queriendo que esto fuese un sueño más. No bebiste tu café porque era muy dulce para tanta despedida sin tu regreso, yo sí bebí el mío, porque quería beber algo amargo que me hiciera apagar todo este ardor que sentía por dentro.

      Y así te fuiste, y así me quedé. Tan triste por dentro que no solo había tormenta en mis ojos, sino que ahora se anunciaba una fuerte tormenta en mi corazón, qué triste y solo se marchó sin tu amor.

      ***

      Puntos intermedios

      Cuando la gente empieza a conocerte, cuando se empiezan a interesar en vos, se adaptan a esa imagen que hoy sos, se encariñan, se aferran a eso, te tienen ahí, te pausan, no se adaptan a un cambio. Y te dicen esas palabras que ellos sienten como halago:

      “No cambies nunca, seguí así”, eso es porque se aferran a esa imagen, a ese “vos” que vieron una tarde de octubre y no comprenden que vos estás lleno de cambios, que podés no ser lo que fuiste ayer, lo que fuiste aquel octubre, o lo que serás mañana. Que podes cambiar, que no tenés que mirarte en sus ojos, en los de nadie, que si también querés no tenés que mirarte a vos mismo en ese espejo lleno de inseguridades.

      “Inseguridades”. ¿Quién no las tuvo? ¿Quién no las tiene? Hoy, quizá, te despertaste un poco aturdido, nostálgico, y te paraste en aquel espejo que se encuentra en la esquina de tu cuarto, lo que viste ahí no te gustó, te sentiste mal, un poco extraño, un poco inseguro, lo comentaste con tu almohada, pero de nada sirvió.

      Llegaron esas voces, esas voces que no paran ni un segundo, esas voces que decían que así de insegura nadie te iba a querer, que a los inseguros la vida se les escapa, que la suerte no los acompaña.

      Pero quién no tuvo su noche, su tarde de domingo con lluvia en donde la melancolía venía acompañada de infinitas inseguridades.

      Pero podés cambiar y eso no lo entienden.

      Después de aquella pelea frente al espejo, después de resaltar miles de defectos y de estar triste, siempre hay otro día. Quizá te despiertes un lunes, te mires y no te encuentres ningún defecto, cantes y hables frente a ese espejo que recibió tantos gritos, tantos enojos y conoció tantas facetas tuyas, pero que nunca juzgó. En cambio el que te vio inseguro y después te vio queriéndote, no lo comprende, no entiende el paso tan corto de la tristeza a la felicidad o viceversa y no entienden que existen los puntos intermedios.

      ***

      El bar

      He observado el reloj, tu presencia lleva diez minutos de demora.

      Mi café se enfría, tu café se enfría, ni yo puedo beberlo.

      Volví a marcar tu número, pero nadie habló, ni el contestador me dio respuesta alguna detrás de aquella llamada.

      El eco del silencio era lo único presente, y como era de esperarse tu ausencia se transformó en mi compañía.

      Pagué por tu café.

      Pagué por mi café.

      El señor de aquel bar creó el rumor de que yo estaba loca, y que siempre lo hacía servir cafés para alguien invisible.

      Esta vez juraste que llegarías, pero nadie demora dos días, tantas horas y diez minutos.

      Siempre fui tu “después” y vos siempre fuiste mi presente.

      Las pilas del reloj se acaban. Y en el bar de la esquina el café se termina.

      Quisiera que tu presencia sea más existente que tu ausencia. Y quisiera que este viento se lleve con él las olas de inviernos infinitos que dejó tu adiós.

      ***


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