De las negras a las rojas manos. Hugo Ernesto Lencinas

De las negras a las rojas manos - Hugo Ernesto Lencinas


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en un pueblo pequeño como este. Carmen: a mi lo que me favorece, es que a mi padre lo tengo únicamente los fines de semana, los demás días estamos solas con mi madre. Raquel: eso ahora amiga, porque recién se conocen, pero tu novio va a querer salir contigo los fines de semana y allí está el asunto.

      Carmen queda un poco traumada con su futuro sentimental y exclama: ¡aquel que le diga a mi padre me las va a pagar! Raquel: bueno amiga no te enfades todo está bien. Carmen: bueno amiga me voy a casa seguramente algo tengo que hacer. Raquel: bueno amiga gracias por tu visita cuando pueda voy a tu casa. Carmen con un beso a su amiga regresa.

      Mientras tanto en el campo cae la noche y Francisco saborea un guiso de arroz con Ceferino. Francisco: mañana otra vez al pueblo a ver como anda la familia. Ceferino pregunta sin ningún tipo de restricción: ¿y como anda la quinceañera? Francisco: ahí esta parece que contenta, le ayuda siempre a su madre, aunque es muy mañosa. Ceferino: ¡mañosa! jeje.. eso hasta que conozca un muchacho y se case como mi hija que se caso a los 18 años. Francisco: eso no va a ocurrir en casa, tiene que ayudar a su madre y hasta después de los 20 ni novio. Ceferino: no lo quiero desilusionar amigo, a la larga uno afloja porque surgen conflictos y es muy feo vivir asi. Francisco dobla la vista como descalificando los dichos de Ceferino y se dispone a cambiar de tema. Hace tiempo que no como avestruz. Ceferino: si claro, ocurre que para cazar hay que dedicarse a eso y en nuestro caso si no es un fin de semana es muy difícil, pero a veces cae algún generoso y suele traer algúna picana.

      Al dia siguiente Francisco parte para el poblado para descansar dos días. Ya en su casa saluda como de costumbre y se dispone a guardar el caballo en el corral y procede a higienizarse. La mesa esta vez esta servida y el almuerzo como siempre comienza en silencio. Carmen observa de reojo a su padre y piensa lo que no le puede decir, imaginando imposibilidades y se pone tensa, bajando su mirada al plato, sin probar bocado algúno y permitiendo lo siguiente: ¿Niña que le anda pasando que no come? ¡esta muy rico este puchero! Carmen: me duele la cabeza padre seguramente pasara. Francisco: seguramente a estado con su madre escuchando novelas en la radio y eso debe ser. Martina: No Francisco la niña durmió poco anoche y se levanto así. Al rato de probar el puchero, Carmen se levanta de la mesa y se va a su dormitorio. Francisco: ¿me queres decir vieja que le ocurre a esta nena? No se Francisco, hace unos días la noto rara y no dice nada. Francisco recordó aquella conversación con Ceferino en el campo, pero fortalecido en su orgullo y convencimiento no le dio trascendencia a la situación. Pero como el miedo no es sonso se atino a preguntar: ¿sale la niña por la tarde? – ¡Viejo!..Sabe ir a casa de Raquel o Hilda sus amigas. Francisco: no quiero que venga después de las 7 de la tarde. Martina: ¡Pero hombre estamos en diciembre y a esa hora el sol esta muy alto todavía! Francisco furioso y prepotente: ¡te digo que no!. En su dormitorio Carmen oye la conversación de sus padres y tiembla como un pajarito. Francisco se expresa con rigor exclamando: ¡Carmen a juntar la mesa y a lavar los platos! Carmen rápidamente cumple con el requerimiento de su padre, aunque esa tarea era rutinaria. Martina elevando el tono de su voz: ¡LA NIÑA SABE MUY BIEN LO QUE TIENE QUE HACER FRANCISCO! ¿ahora que te pasa a vos? Carmen con lagrimas en sus ojos: ¡usted padre viene mal del trabajo y se las agarra con nosotras! Francisco: ¡CALLATE CALLATE MOCOSA! Francisco va a su siesta, mientras las tareas se desarrollan normalmente. Carmen: madre me parece que……..shist…shist….shist.. no hables mas deja las cosas como están. Carmen nota que el travesaño que debe saltar es muy alto, pero cuando se decide a contrarrestar escalones, al menos se ve la cúspide de lo difícil. Aunque el rigor de su padre la obliga a permanecer en la incertidumbre, consumiéndose en ilusiones e impotencia, mientras no puede tener a su madre de compinche, porque tampoco conoce la realidad como tal.

      El fin de semana se fue y Francisco fríamente se despide de su pequeña familia. Al día siguiente, Carmen esta alerta con la llegada de Sixto al pueblo, ya que no tiene ninguna posibilidad momentánea de comunicarse. Esta vez las cosas se le complicaron a Carmen, cuando expresa: ¡Madre voy al almacén que hace falta! Martina: si niña, anoto las cosas y vamos las dos. Carmen: ¡Madre no tengo problemas en ir sola! Martina: ocurre que la vez pasada te vendieron unas papas muy feas y por eso debo ir yo. No se que estabas mirando ¿no vistes las papas que trajiste el otro día? Carmen hace silencio y tiene un hormiguero que le corre por todo su cuerpo, no halla la manera de convencer a su madre y las dos van al almacén. Cuando llegan, Carmen mira hacia el comisionado y no ve nada que se parezca a Sixto. Salen del almacén y Martina se acuerda que tenia que pasar por el correo a retirar una encomienda, cuando llegan, Carmen no puede creer lo que ve, estaba Sixto dentro de la oficina. Pero afuera no estaba el carro que sabia utilizar. Cuando Sixto ve a Carmen se alegra, pero al ver a su madre ciñe su frente expresando una clara preocupación. El empleado del correo le pregunta a Martina: ¿Qué necesita señora? Y Martina le solicita la encomienda, cuando el empleado se va al depósito, Sixto va detrás y como son muy conocidos le expresa: ¿oye me harías un favor? El empleado: si Sixto, ¿podrías demorar un rato a esta señora? Quiero dialogar con su hija afuera. El empleado: ¿Cuánto? Sixto: unos 15 minutos, cuando se la entregues dile que no la encontrabas. Sixto guiña un ojo a Carmen y sale para afuera, Carmen observa a su madre y cuando esta se descuida sale y se reúne con Sixto. Sixto: vamos Carmen ando en auto porque el carro se rompió. Carmen: un ratito porque mi madre se va a enfadar. A las afuera del pueblo, con todo el respeto y cordialidad, Sixto y Carmen disfrutan del deleite amoroso, mientras Martina mira hacia delante y hacia atrás, ni Carmen ni encomienda y ya estaba por explotar. Al rato Carmen decide ir a casa de doña Alba su vecina del fondo de su casa, que estaban de viaje. Carmen extrae dos palomas mensajeras y en una caja se las entrega a Sixto, mientras acuerdan que la próxima vez Sixto le traerá dos palomas de un amigo, para poder comunicarse. Luego regresan al correo, Sixto la deja a una cuadra y se marcha a colonia San Jorge.

      Martina sale del correo con la encomienda y la bolsa de mercadería mas la carga de la bronca, cuando detrás le gritan: ¡Madre madre acá estoy! Martina: ¿hija, pero donde diablos estabas? Carmen no sabia que responder y complicando la situación le dice a su madre: ¡yo estaba en la esquina porque sabias que te ibas a demorar! Martina: ¿Cómo sabias no entiendo? No madre, estuve con una compañera del año pasado, cuando estudiaba corte y confección. Esto fue muy poco convincente para Martina y le sugiere explicaciones claras y rápidas. Martina: ¿ya mismo me decís que estuviste haciendo en esta media hora? Carmen no tiene otra explicación que decirle la verdad a su madre, las simples excusas no le cierran y no tiene tiempo para inventar una cuartada. ¿Qué dirías madre si tengo novio? ¿o que harías? Martina: por ahora nada porque tengo el bolso en una mano y la encomienda en la otra. Carmen: jaja.. y después quieres que diga la verdad. A una cuadra y media del correo Martina y su hija detienen su marcha y frente a frente aclaran la situación. Madre, conocí a un muchacho guapo de 19 años se llama Sixto, trabaja en una distribución de una imprenta, viene los días de semana y es de Dalmacio Vélez Sarsfield. Martina, agitada y nerviosa: ¡quiero hablar con ese muchacho lo mas pronto posible! Carmen: ¿Por qué madre? Porque quiero ponerle en claro que mi hija no es cualquier cosa, aparte sos muy pequeña para novios y si se entera tu padre ni hablar hija mía, ni hablar. Carmen: pero madre, si Sixto no tiene malas atenciones, para conmigo, me trata con respeto.

      Bueno sigamos porque no vamos a llegar mas a casa y hay que cocinar. La próxima vez que venga ese muchacho que vaya a casa, así conversamos ¡estamos! Carmen: si claro, pero quiero que sea una charla pacifica no violenta, él es bueno. Yo no soy como tu padre arrebatado, se conversar, quiero dejarle en claro que las cosas deben ser serias y no sea todo esto una aventura, el también es joven todavía.

      Carmen sentía una paz enorme de haber logrado el acercamiento de su relación a su madre y que seguramente a partir de ahora al menos los días de semana, podía salir sin demasiadas complicaciones. Carmen muy entusiasmada: bueno madre cuando venga Sixto la próxima vez, lo invitare a casa así hablamos y preparare unas tortas fritas. Martina: Recuerda que, por ser la primera vez, va a ser un encuentro muy serio, no de tanta liviandad. ¡Está bien madre! .

      Sixto debe regresar en dos días y Carmen tenía una única preocupación, si a su madre le iba a caer bien su novio, pero ya estaba muy conforme de la charla con su madre y era una conquista que le permitía tener mayor fortaleza, para luchar contra la adversidad de su padre, que no es seguramente fácil de convencer. A todo esto, Sixto no sabia absolutamente nada y no había manera de que Carmen le podía adelantar


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