De las negras a las rojas manos. Hugo Ernesto Lencinas

De las negras a las rojas manos - Hugo Ernesto Lencinas


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estas Raquel! Doña Martina ¿cómo anda? Mejor que te lo diga Carmen. ¿Cómo esta amiga? Carmen muy inquietante: bien, acá ando ¿y vos? Le tuve que decir a mi madre de nuestra relación con Sixto. Raquel: y bueno, así es mejor, al menos sabiendo ella, tienes un respaldo para que te ayude a contener la reacción de tu padre, que seguramente la tendrá. Carmen: si, cada vez que pienso me atormento. Raquel: por ahora trata de hacer lo que hice yo, consensuarlo con mi madre y tal vez algún día todo deberá salir a la luz. Martina: ¡Sera posible que no pueden hablar de otra cosa que sea de novios! Bueno doña Martina no es para menos, lo de su hija es muy reciente y es necesario que la ayudemos. Martina: esta bien Raquel, pero el jovencito ese no se me va a escapar porque le voy a aclarar bien los tantos. Carmen: ya se madre, basta con ese asunto.

      Al otro día Carmen le da de comer a las aves de la vecina, que se fue de viajes y observa a una de las palomas con un rollito en su pata, Carmen la toma y lee con tranquilidad, Sixto le avisa que al día siguiente llegará al pueblo a eso de las diez de la mañana y estará en el comisionado. Pero Carmen no tiene como avisarle que su madre lo requiere para charlar en su casa. Sixto tiene una visión muy diferente a Carmen, a el le parece que será todo más fácil porque lo analiza desde otro punto de vista. Sixto se independizo de sus padres y tiene un buen trabajo, pero su compañera está en una situación dependiente y recién entrando a la adolescencia.

      Al otro día, Carmen intercepta a Sixto antes de llegar al comisionado, le avisa que se prepare para hablar con su madre. Después de efectuar la distribución del material, Sixto se dirige al domicilio de Carmen, golpea la puerta y la joven sale a recibir a su novio con un beso y abrazo, mientras Martina se arrima a la puerta, Carmen: ¡Madre te presento a Sixto! Sixto: ¡Hola doña como esta! Martina: bien, pase ¿Qué anda haciendo por estos pagos? Sixto: bueno, vengo a este pueblo a traer formularios impresos para el comisionado y el correo a veces a la comisaria también. Martina: ¡Que bien! ¿Cómo conoció a mi hija? - Saludándola en la calle, porque un día venia con bolsones pesados y trate de ayudarla. Martina: ella es fuerte, otras veces a traído cosas mas pesadas. Carmen: bueno madre fue una atención. Martina: ¡tú te callas! Estoy hablando yo. ¿Qué pretensiones tiene usted Sixto con mi hija?- Nada mas que conocerla y veremos que sucede el día de mañana. Martina, muy seria y terminante: escúcheme Sixto, Carmen es nuestra única hija y no queremos que nadie la utilice ni se burle de ella, solo tendrá media hora para estar con ella, porque yo no se si mi marido aparece de sorpresa y se acaba todo. Esta bien doña Martina ¿y los fines de semana? Martina: no para nada, los fines de semana esta mi esposo y no quiero problemas. Sixto: bueno señora esta bien, Carmen acompaña a Sixto, charlan en la vereda unos 3 minutos, Sixto le entrega a Carmen una caja con una paloma mensajeras de un amigo suyo, para que la joven pueda comunicarse y luego se marcha sin saludar a Martina. Carmen: ¡Fuiste muy dura con Sixto! Martina: acá las condiciones las pongo yo y gracias que puede venir a casa hija.

      Carmen: esta bien madre. Esta vez Sixto se fue confundido, por un lado, había conocido a su madre protectora y por otro lado imaginaba el frente de tormenta de su padre, que quizás le traiga conflictos. A la mañana siguiente Carmen escribe una carta, un tanto aliviadora para Sixto, de algúna manera pidiéndole perdón por el encuentro desafortunado con su madre. Luego Carmen se dispone a salir de compras y por supuesto esta vez su madre no la acompaña, pero en el trayecto hacia el almacén la intercepta un chico con una mirada hostil, como pidiendo explicaciones. Carmen: ¡Lautaro que casualidad encontrarnos por aquí! Lautaro: ¡estoy enfadado! Carmen: ¿con quién? Contigo. Yo te aprecio mucho y me duele verte con un muchacho que no es de estos pagos. Carmen: es una amistad que no te debe importar. Lautaro: ¡mientes! ¡mientes! Es tu novio. Carmen: Si fuera así ¿Qué te importa? Lautaro: gruñe despacio y se marcha.

      Lo que le estaba ocurriendo a Lautaro era un gran celo, por su amistad con ella y si bien era de un perfil conflictivo, Lautaro también tenía su sensibilidad.

      Se asoma la noche del viernes y Francisco se encuentra ya en su casa, totalmente olvidado de la discusión de la semana anterior. A la tarde del día siguiente Francisco deja el carro preparado para ir al bar y encontrarse con su gente del pueblo conocida y ponerse al día con los chismes y anécdotas. En esos instantes Lautaro pasa por el frente de la casa de Carmen y cuando ve al carro lo confunde con el de Sixto y no hace mas que observar y tramar algo. Al rato se produce un revuelo en los vecinos, todos gritan y los caballos saltan como langostas, el carro estaba en llamas y nadie sabía por qué. En esos instantes sale Francisco y como no podía desatar los caballos saca un cuchillo y corta las riendas librándolos del fuego. Francisco no se equivocaba en el autor del hecho, pero si en que la jugada era para él. Francisco estaba convencido que el mensaje era para el y así lo asumió, aunque no podía hacer nada sin mas que la denuncia policial. Al otro día el comisario inspecciona el carro y descubre que para arder tan rápido debió utilizarse algún combustible. Al investigar un niño había comprado combustible 15 minutos antes, fiado a nombre de una tal Clara. Nuevamente el comisario don Miranda cita a esta mujer para declarar con su sobrino.

      Y en la comisaria, don Miranda elabora un extenso informe poniéndole en conocimiento a Clara que lo elevara a la autoridad zonal, para estudiar el caso y no descartaba que Lautaro sea internado nuevamente en una institución competente. Clara y Lautaro regresan a la casa y se instala otra vez el gran silencio. Solo Clara pregunta con mesura: ¿Qué ocurrió Lautaro porque has hecho semejante cosa? Lautaro con sus ojos fijos: porque pensé que era el carro de un forastero desgraciado que le anda arrastrando el ala a Carmen. Yo la aprecio y sufro porque se quiere aprovechar de ella. A todo esto, Clara asumiendo la confesion de su sobrino, quiere dejar en claro a la familia de Carmen que su sobrino no tuvo la intención de hacerle daño al señor de esa casa (Don Francisco) sino que hay otra persona a quien Lautaro desprecia, simplemente por celos de amistad. Pero esto Clara no lo deja pasar por alto y toma la decisión de dialogar con Francisco. Al otro día va al domicilio y golpea las manos, atiende doña Martina, ¡Buenas tardes señora! ¿Qué necesita? Clara: Vengo a hablar con su esposo, se trata de un tema importante Martina: ¡Francisco te busca una señora! Al rato sale don Francisco ¡Buenas tardes señora usted dirá! Clara: Señor Francisco, vengo en nombre de mi sobrino a pedirle una gran disculpa por el daño que le ha causado, sobre todo por ser un bien de traslado. Francisco con impotencia: que le parece mujer, ahora debo ir al campo a mi trabajo, solo en caballo y sin tener en que llevar mis cosas. Clara: ¡entiendo! Pero quería dejarle en claro que no tuvo para nada la intención de hacerle daño a usted, sino a un foráneo que según mi sobrino le anda arrastrando el ala a su hija Carmen, de hecho, los ha visto juntos varias veces, el mozo no es de estos pagos, viene a dejar papeles al comisionado los martes y viernes, así me conto. Yo pienso que el tiene un gran celo de amistad para nada pasional. Francisco se queda tieso y pálido, pero sabe que nada puede hacer, porque Ceferino lo esta esperando en el campo para trabajar y duro. A todo esto, responde: yo me voy a encargar de todo esto señora, eso significa que también anda en un carro igual al mío ¡ya vera ese sotreta! Bueno señora gracias por su información. Clara: gracias a usted por atenderme y entenderme. Clara se retira del lugar. Francisco con gran enojo ironiza: ¡Que diablos pasa acá! ¿Dónde está Carmen? Para todo esto Carmen al escuchar “el informe” de Clara dispara y se refugia en casa de doña Alba la familia del fondo que esta de paseo y que Carmen tenia la llave de la casa. ¡A mi me van a explicar todo Martina, acá hay algo raro! Martina: ¡cálmate Francisco! Todo tiene solución, la nena tiene derecho a tener amistades. Francisco: ¡No seas ingenua la señora hablo de novio! Y yo a esto lo voy a arreglar a mi manera. Francisco sin saludar monta su caballo y parte para el campo. A la hora llega Carmen cabizbaja y asustada. Martina: por tu culpa debo aguantar las sonseras de tu padre y no se en que va a terminar todo esto. Carmen: ¡uff. Que mal!

      Martina y su hija deliberan la situación y no pueden saber que reacción agresiva puede tomar Francisco en un futuro inmediato, para colmo Carmen no tiene como avisarle a Sixto, si bien tiene una paloma, Sixto no esta avisado para recibirla. En el camino Francisco tiene la cabeza llena de palabras, una gran confusión y algo para cortar definitivamente con todo.

      Llega al campo y al otro día se dispone a trabajar a la par de su patrón, estaban construyendo un aljibe y había que terminar el trabajo. En la breve cena, Francisco le pide un favor a Ceferino: Mañana por la mañana debo ir al correo, me enviaban una documentación día martes. Ceferino: al pelo Francisco, de paso le encargo un paquete


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