De las negras a las rojas manos. Hugo Ernesto Lencinas

De las negras a las rojas manos - Hugo Ernesto Lencinas


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debería llegar al comisionado con su carro, estaba enceguecido y furioso.

      Al día siguiente sale temprano, después de unos amargos, que no eran los mismos, de los días de paz. Llega al pueblo y va directamente al correo y se sienta en un poste horizontal, ata su caballo y espera. A los 20 minutos, un carro de las mismas características del que tenia Francisco, se aproxima lentamente. Francisco se arrima y con un grito intimidatorio asombra al joven: ¡ASÍ QUE VOS LE ARRASTRAS EL ALA A MI HIJA! Sixto muy sorprendido: ¿Qué ocurre señor? ¡ESTO! Francisco saca el látigo y se lo adorna por el lomo. Sixto se encoge, se tira del carro, saca un cuchillo para darle una puñalada, pero sin éxito, cortándole la mano que sangra como una canilla. Cuando nuevamente Sixto lo encara para enfundarlo, alguien lo toma del brazo y todo termina en la comisaria y en la sala médica. Este hecho sorprendió al pueblo, ya que nunca ocurrían incidentes de esta naturaleza y a partir de ahora surgían dos enemigos sin mediar palabra algúna. En casa de Carmen todo era llanto y desolación porque el rigor de Francisco continuaba y de Sixto se sabía poco y nada.

      Sixto se daba cuenta que estaba perdiendo el tiempo y para colmo de males recibió una llamada de atención de su jefe. Y antes de peligrar su trabajo, se alejo de Carmen por un tiempo indeterminado. Carmen constituyo una rogativa, llorando y pidiéndole de mantener la relación, pero a Sixto no se lo vio más por el pueblo. Lo ultimo que supo Carmen es que fue relevado por otro empleado y a partir de ahora, Sixto distribuía material en colonia San Jorge, a pocas leguas de Las Perdices. Llego navidad y año nuevo, como si el tiempo hubiera desaparecido, cuando en esos días era común la alegría y la diversión. Entramos al año 1.931 la casa de Carmen parecía un infierno, donde reinaba la desconfianza, el odio, la tristeza, la discusión y no había manera de normalizar la situación. Francisco estaba cada vez mas furioso y solo el tiempo podría cambiar ese calvario. Carmen estaba muy triste por el alejamiento de Sixto y también estaba pensando como hacer para calmar su gran bronca que le ocasionaban los curiosos, chismosos, que a cada instante se oían comentarios en tono peyorativo. Esto traumo mucho a la joven, que la llevo a tener una extraña conducta de rebeldía, alejándose un poco de sus amigas. Dentro de Carmen había un volcán que comenzaba a erupcionar y que era capaz de alertar a un pueblo.

      Francisco continuo en el campo, un poco mas tranquilo, pero cuando recordaba la situación se alteraba mucho, porque tampoco le salió barata la jugada, ya que perdió una semana de trabajo, por la herida de su mano.

      Sixto por otro lado, estaba muy triste y algo resentido, porque por culpa de ese viejo maldito, perdió su amor preferido. Pero no estaba resignado, tarde o temprano esto no iba a quedar así.

      Lautaro enterado de la situación, se puso muy contento y una vez se cruzo con Carmen y le exclamo: ¡por fin se fue ese sotreta que pretendía molestarte! Y Carmen le respondió: ¡sos un ladino Lautaro, un arrastrado, el era mi novio y yo lo amaba mucho, ahora estoy muy triste por el y a ti te odio y no quiero que me hables más! Lautaro se conmovió y sin hablar se fue muy decepcionado. Algo que lo llevo a alegrarse por su celo amistoso, se había transformado en tristeza, ya que Carmen, lo desprecio y la cuestión es Sixto y nada más. Pero como Lautaro es travieso y algo mercenario, puede que en el futuro se disponga a ayudar a Carmen a restablecer su relación. Claro…….para esto se necesita tiempo, por entonces la situación es incandescente.

      CAPITULO III

      Pasaron dos meses y el amor de Carmen seguía muy latente, lloraba a diario y generalmente no dormía por las noches. Cierto día Lautaro se le acerco para entablar un dialogo, pero fue rechazado categóricamente. Carmen estaba cambiando mucho, estaba mas callada, negativa y las diferencias con su padre se potenciaban cada vez más, hasta que un día si fuera por su madre, lo hubiera envenenado ya que un día Martina encuentra un extraño frasco en un aparador donde se guardan las especias gastronómicas, era un envase de pimentón casi amarillo. Carmen le advierte de la situación y todo quedo en la nada.

      Prácticamente no se visitaba con sus amigas, ellas venían a consolarlas, pero sin Sixto era imposible mejorar su situación.

      Francisco era un hombre rutinario, del trabajo a su casa, al bar y nada más, había notado el cambio de su hija, no complacía visitas en casa porque no quería cargarle a Martina mas responsabilidad, ya que Carmen no hacía prácticamente nada.

      Llega la primavera abriendo nuevas posibilidades para el estado de animo de los habitantes, pájaros, árboles con su verde renovado, permitiendo una armonía perfecta a los ojos de todos.

      Sixto realizaba la misma actividad, pero en otra localidad y en automóvil, también la tristeza iba madurando a un joven muchacho junto a la primavera que mil veces hubiera querido disfrutar de los ojos de Carmen. Sus labios, su sonrisa, su voz. Pero dentro de Sixto había algo muy fuerte, que el mismo no conocía y que tampoco sabia manejar. Veía un gran desperdicio del tiempo al no poder disfrutar de su amor y poco a poco se fue resignando, pero jamás olvidar lo que aconteció en su alma.

      LAS FLORES

      Francisco trabaja de sol a sol con Ceferino, era la mitad de su vida, dado que permanecía mas en el campo que en su casa. Su patrón venia luchando con la idea de instalar un establecimiento de canto rodado y calizas, era un trabajo quizás rentable pero muy sacrificado, sabían encontrar huesos y llevarlos a un antropólogo para estudiarlos. Tal es así que Francisco encuentra una calavera de cristiano muy bien conservada y en unas de sus idas a su casa, la lleva y guarda.

      Mientras amanece el pueblo, en un despertar mañanero, cuando el mate esta en manos de la amistad y de la familia, el grito de una vecina conmueve a una gran parte del barrio. Era doña Valentina desesperada porque encuentra en su jardín, casi todas las flores decapitadas y arrancadas. Lo mismo se observa en otros vecinos, casi en todos los jardines estaban cortadas las flores. Nacía un misterio por resolver.

       Al parecer, se utilizo un elemento cortante y también, se arrancaron con la mano. Todo era muy extraño, porque los perros no ladraron y nadie escucho nada. Los vecinos se reunieron para hacer una exposición policial y otros acudieron al padre Juan, para hallar algúna respuesta desde la fe.

      Muchos ojos estaban puestos en Lautaro, la mayoría, pero nadie decía nada, porque don Cortez (otro vecino) estuvo hasta muy tarde esa noche y no vio ni sintió nada.

      Lautaro no era de permanecer tan tarde por el pueblo. Luego el comisario recorre el lugar afectado y lo único que rescata son pisadas de una sola persona, un calzado medianamente pequeño y pasos muy cortos, que podrían ser de un niño o anciano.

      Y en esta primavera con una sorpresa muy desagradable, con nada menos que flores destruidas, como si esta vez nadie las quisiera, una triste situación, quien lo haya hecho no estaba en sus cabales.

      El comisario Miranda no tiene ningúna pista, dado que el daño producido no tiene un perfil de hostilidad hacia alguien. Por las dudas decide molestar a Clara simplemente para preguntarle por Lautaro, no para acusarlo, mas bien donde estaba esa noche.

      Doña Valentina: ¡Que barbaridad Dios mío que ensañamiento! No tengo enemigos y no creo que mis flores los tengan. ¡Que raro todo esto doña Alba! Si Valentina, aunque gran parte de mi jardín no fue dañado. Martina: acá no me quedo ningúna, no se salvo ni la madreselva que tanto quería Francisco.

      Doña Clara le informa al comisario que su sobrino Lautaro no sale hacen tres días porque esta con gripe y de noche menos. Como resultante de esta extraña situación, no se llego a ningúna hipótesis, solamente el comisario aconseja la colaboración entre vecinos, por ruidos o movimientos extraños que pudieran ocurrir.

      A la mañana siguiente Carmen se levanta a las 11 horas, después que Martina la despertara tres veces. Lejos de desayunar se sienta debajo de una higuera, sin asombro de lo ocurrido la noche anterior. Acaricia un gato, pero con la mente en otro lado, de pronto- Martina ¿Qué pasa hija hoy no hacemos nada? Carmen tarda en responder: ¡de mi parte que me parta un rayo! No deseo vivir más. Martina: si esta de Dios que Sixto es para ti así será, solo el sabe porque las cosas son así, lo bueno hay que ganárselo y cuesta, porque seguramente debe valer. Carmen pero ya lo perdí, por ese padre maldito que tengo. Martina ¡tiempo al tiempo hija! Esto tiene que cambiar algúna vez, no creo que Sixto te olvide fácilmente.


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