Cazador de narcos. Derzu Kazak
el piloto, salvo que los iones aluminio pertenezcan al material del avión vaporizado en la explosión, nos inclinamos a tener por seguro el uso del explosivo Torpex.
Por algunos residuos en ambos lados del cuerpo, deducimos como posible que se hayan colocado otras cargas en los costados de la cabina, con efecto de carga hueca hacia las alas. Las sacaría de cuajo del fuselaje. Es la forma más segura de destrucción total .
El efecto de estas cargas dentro del avión prácticamente lo desintegraría en pleno vuelo.
El poder destructivo pudo incrementarse si los detonantes tenían un tiempo de retardo.
Se utilizaron explosivos en cantidad sobredimensionada. Cada una de las cargas era suficiente para destruir el avión.
El hecho de que los residuos se concentren en los lados del casco y la campera, nos permiten insistir en la posibilidad de la colocación de cargas huecas de Torpex en las alas. Aunque quemada en gran parte, la campera tiene más restos en las mangas que en la espalda.
La mezcla de trilita con hexógeno y polvo de aluminio produce un aumento de la energía explosiva. El aluminio reacciona con los compuestos de la explosión y se produce óxido de aluminio, que añade calor al liberado por la descomposición del explosivo.
Se encontraron restos del detonante. Un modelo muy sofisticado, de última tecnología y altísima precisión.
Concluimos que el ejecutor conocía su oficio por la eficiencia y seguridad de la demolición. Nadie podría sobrevivir a la explosión.
CAMISA DEL PILOTO:
Procedencia norteamericana. Talle cincuenta y dos. Nueva. Restos de polvo y polen de la zona Villavicencio.
CAMPERA DEL PILOTO:
Cuero de novillo sobado de un milímetro de espesor. Sin marca. Confección artesanal no identificada de muy alto nivel. Bordados a mano de dibujos con seda no identificados, por los bordes podría ser dibujo similar casco. La campera presenta vestigios de polvo de cocaína no recientes.
Todo se encuentra quemado por la explosión. Tiene más material atrás que adelante.
Restos de polvo: origen Colombia, Estados Unidos, Taiwán, sudeste asiático. Los restos de polen sólo se pudieron analizar en los pliegues protegidos que no fueron quemados por la onda expansiva.
Restos de polen fresco: plantas tropicales colombianas. Plantas de La Flo rida. Plantas de California. Plantas del sudeste asiático.
Restos de aceite de motor y combustible para aviones. Tiempo aproximado de uso: tres meses.
CADENA Y CRUZ DEL PILOTO:
Cadena de oro con eslabones entrecruzados.
Crucifijo de oro con la imagen de Cristo muy bien tallada por un lado. Liso por detrás, con las inscripciones J. C. G. T.
El crucifijo es antiguo. Una obra de arte italiana de principios de siglo.
La cadena tiene desgaste correspondiente a tres años. No fue alterada por la explosión.
ANILLO DEL PILOTO:
Joya de primera calidad.
Nueva. Prácticamente sin marcas de uso.
Brillante dieciocho quilates engarzado en platino con aro de oro. Filigranas de orfebre de primer nivel.
Brillante: Treinta y tres facetas en su parte superior. Veinticinco facetas en la parte inferior. Filetín y culata perfectos. La talla es modelo diamante.
Tiene una dispersión cromática o fuego muy marcado. El brillo o vida es altísimo.
Se observan átomos extraños que producen iridiscencias o fancys de tonalidad cognac.
Sugerimos debe estar registrado en los anales de la casa vendedora. Valor estimado: más de ciento ochenta mil dólares.
RELOJ DEL PILOTO:
Rolex modelo Submariner negro con malla de acero. Uso estimado más de diez años.
Se detuvo a la hora de la explosión.
Restos de polvo y polen similares a los de la campera. Todos los elementos tienen restos de Torpex.
La lista de detalles minuciosos continuaba en largas carillas. Cada uno de los técnicos era un experto en investigación de polvos, polen, grasas, pelusas, pelos y todo lo imaginable. De un pedazo de basura sacaban la historia del dueño.
Desde el centro de cómputos no tardó en llegar la identificación del piloto: Juan Carlos García Torres, un personaje muy conocido por el comandante Parker.
El análisis de las partes del avión fue más complicado. Los restos del fuselaje correspondían a un avión Beechcraft King Air, mediano, tipo Jeprop, de quince plazas y una velocidad de 333 millas por hora, con una autonomía de 2.000 millas. De unos dieciocho años atrás. Pero el retorcido tablero correspondía a un modelo más grande, que no existía en el mercado. Se lo comparó con todos los modelos norteamericanos y extranjeros. No encontraron nada igual.
La química analítica cuantitativa determinó fehacientemente que el metal era el usado por la Beechcraft; el fuselaje era norteamericano.
¿Por qué no coincidía el tablero?
Un análisis más detallado demostró que los instrumentos colocados en el panel y en su mayoría quemados y retorcidos eran mucho más modernos que el avión. Algunos tan sofisticados que eran correspondientes a los Boeing, McDonnell, Douglas y General Dynamics de última generación.
Allí estaba la clave. El tablero fue diseñado y hecho a pedido de alguien que sabía lo que quería y podía comprarlo. El tablero era exclusivo de Juan Carlos García Torres. Por eso podía volar como volaba.
Los potentes microscopios detectaron restos de polvo, polen y clorhidrato de cocaína. El avión pertenecía a un narcotraficante que en ese momento no traía drogas o la explosión no rompió su embalaje. Ese avión había estado cerca de los laboratorios clandestinos de los narcos; el polvo correspondía a diferentes etapas de purificación.
Se podía sacar mucho más y lo sacaron. Los pedazos de metal contenían una larga historia que la DEA reconstruyó paso a paso.
El informe pedido por el comandante Parker estaba concluido.
Capítulo 5
Sede central de la DEA – Miami
EL COMANDANTE John Parker se encontraba inquieto. Se reuniría en unos instantes con su equipo de expertos para analizar las informaciones de los forenses y los laboratorios físico–químicos. Las carpetas con los resultados de los análisis tenían en su tapa el inconfundible sello “Top Secret”.
Se respiraba un aire propio de una velada de la tribu Masái Mara antes de partir a una cacería de leones cebados. Tensión. Entusiasmo. Peligro.
El doctor Stenmark, el teniente David Kant, los capitanes Steward y Andrés Smith sujetaban en sus manos un tesoro de información.
No se encontraba en la partida de caza el teniente Williams Foster. Había llamado quince minutos antes comunicando que llegaría algo tarde. Un amigo se había accidentado y él lo acompañaba al hospital.
La reunión a puertas cerradas, en un ambiente a prueba de espionaje electrónico y del otro, comenzó con las palabras del comandante:
—He