Nueva pangea. Jesús M. Cervera
que limpiar la cabaña, cortar leña de los árboles, cazar para comer y cenar donde él les decía, conseguir agua de un río y todo esto con sus propias manos y astucia. No podían ayudarse. Por las tardes entrenaban la lucha unas horas junto a Likaon, que se sorprendía gratamente de lo rápido que aprendían los dos amigos, pero lo que más le llamaba la atención era el poder latente de Alexander. Llegado cierto día, Marian salió a por agua al río, mientras Alexander decidió conseguir leña de un árbol cercano a la casa, así que se concentró y su impresionante aura dorada comenzó a brillar, y arremetió contra el árbol con varios puñetazos y una brutal patada que lo destrozó. Lo sujetó mientras caía y lo dejó en el suelo suavemente sin dañar la cabaña.
Likaon apareció rápidamente, gritándole desde lejos.
—¡No hagas eso, apágate rápido! ¡APÁGATE!
Alexander hizo caso a Likaon y rápidamente volvió a su estado normal.
—Recuerda lo que os expliqué hace días, cuanta más energía uséis, más fácil será que los cazadores nos encuentren con sus máquinas.
Y sin más, Likaon empujó a Alexander detrás de unos arbustos pues sabía que los policías de negro del gobierno no tardarían en invadir la casa. Así fue. A los pocos segundos, aparecieron coches negros de todos los lados con sus respectivos agentes, Likaon comenzó a transformarse y a luchar como una bestia, tumbando coches, golpeando agentes y destrozando pistolas, pues las balas no le afectaban, ni siquiera se le clavaban en la piel, pero cuando la victoria de Likaon estaba casi asegurada, apareció Hammer Lukhas y nada más verlo, Likaon se tiró contra él, enfurecido, pero Hammer empezó a llenarse de un aura gris y levantó solo su brazo derecho transformándolo en un brazo bastante grande, muy forzudo, lleno de pelo gris y su mano se transformó en una garra gigante con la que cogió a Likaon en el aire y lo golpeó violentamente contra el suelo repetidas veces. Uno de los policías disparó a Likaon con un arma especial de jeringas que, al clavarse en la piel, desprendieron un suero morado y Likaon se transformó de golpe, volvió a su estado natural, desaparecieron su aura y su fuerza y fue esposado sin problemas. Lo subieron a uno de los coches.
—¡Peinad y rastread bien la zona, quiero encontrar a los otros dos vivos! Si alguien los mata, responderá personalmente ante mí.
Casi todos los coches arrancaron y se marcharon. También el que llevaba a Likaon, mientras el resto de agentes se quedaban recogiendo muestras y pruebas en la casa de Likaon. Marian, que venía del río con dos cubos de agua, vio a Alexander tumbado tras unos arbustos observando a los policías que escudriñaban la casa de Likaon, así que se acercó despacio y con cuidado y le hizo señas para que retrocedieran sin llamar la atención de los guardias, pero justo cuando empezaban a moverse, uno de los policías les vio y avisó a todos sus compañeros para apresarlos, pero los dos amigos no estaban precisamente de buen humor, así que Alexander dejó brotar su aura y golpeó rápidamente al policía que los había visto y lo estampó contra uno de los árboles cercanos. En ese momento, notó un leve pinchazo en la pierna derecha, era la misma jeringa que le habían disparado a Likaon así que, conforme tocó la piel de Alexander, su fuerza y su aura desaparecieron y cuando el policía del arma extraña se preparaba para disparar otra jeringa contra Marian, descubrió que ya no estaba ahí, sino a su lado, y con su mano derecha, Marian sujetó el arma para golpear al policía con el reverso de la izquierda y mandarlo a volar contra unas rocas cercanas. Cuatro agentes de policía se acercaron a ellos. El aura de color brillaba en ella. A uno de los agentes lo mandó de un buen golpe al río cercano, a otros dos les estampó sus cabezas la una contra la otra y al que quedaba, le dio un fuerte puñetazo en el estómago que le hizo caer dolorido. Después se acercó a Alexander, y aunque este se encontraba bien, no podía hacer emerger su poder, debido a la jeringa que le habían inyectado en la pierna. Los dos amigos vieron el destrozo que habían causado los policías en la casa y la pérdida de su amigo, y se quedaron con el ánimo algo chafado, sobre todo Alexander pues él sabía que todo era culpa suya, por despistado. Marian intentó consolarlo y, sin perder tiempo, decidieron que irían a rescatar a Likaon, aunque no estuvieran del todo preparados y presumían que rescatar a su amigo supondría un suicidio. Partieron hacia la ciudad, con cuidado pues podrían quedar más policías por el camino o no tardarían mucho en mandar refuerzos para peinar la zona.
—Tal vez será mejor que volvamos a la ciudad por la montaña paralela a la carretera, eso hará que sea más difícil vernos, no estamos muy lejos de la ciudad, a buen paso enseguida llegaremos.
Mientras tanto, Likaon se encontraba en el gran edificio negro de la comisaría, esposado en la habitación en la que había estado Alexander. Se abrió la puerta y entraron los hermanos Lukhas y se le quedaron mirando. Likaon parecía muy tranquilo.
—Tal vez cuando sepas lo que hemos pensado, empezarás a ponerte más nervioso.
Mientras lo decía, esgrimía una sonrisa malvada, al tiempo que su hermano Hammer Lukhas ponía sobre la mesa una carpeta con fotos y documentos.
—Sabemos de sobra quién eres y qué intentas, pero créeme no lo conseguirás pues no te mandaremos a una cárcel normal y corriente, tu plan no saldrá como esperas.
Acto seguido los hermanos recogieron los papeles, salieron del cuarto y cerraron la puerta. Hammer se detuvo en medio del pasillo.
—Preparadlo para el traslado, lo llevaremos al Keimusho.
El policía abrió de nuevo la puerta de la habitación donde estaba Likaon, apagó la cámara, se arremangó el camal del pantalón y sacó un arma pequeña que tenía escondida, pero en vez de llevar balas con jeringuillas de líquido morado. Sin dudar, disparó varias jeringas a Likaon en el pecho, y este perdió el conocimiento. El policía le quitó las jeringas, las guardó en el bolsillo y volvió a conectar la cámara antes de salir de la habitación. A los pocos minutos entraron otros policías distintos, vestidos de azul, cogieron a Likaon y se lo llevaron al sótano, lo esposaron en la parte trasera de uno de los furgones, cerraron las puertas y dieron tres golpes para que el conductor arrancara el furgón en dirección a Keimusho.
Pasadas unas horas, Marian y Alexander aparecieron por un camino entre montañas. Habían conseguido volver a Reicon. Se preguntaban cómo entrar en la comisaría y sacar a Likaon sin armar mucho alboroto. Parecía imposible. Un extraño ruido llamó mucho la atención de Alexander. Golpes. Empezó a seguir el sonido hasta que llegó a un pequeño callejón cercano en el que había varias chicos y chicas. Alexander no pudo contener su curiosidad y se acercó para ver qué ocurría y vio que estaban golpeando una pared de hormigón al final del callejón.
—¿Qué estáis haciendo?
—¿Eres nuevo? Están apostando quién deja una marca de su puño en esa pared.
A Alexander le pareció la tontería más grande del mundo, una moda.
—Tú estás fuerte. ¿Por qué no lo intentas?
—No tengo interés.
Se giró para marcharse, pero el chico insistió.
—Si lo consigues, ganarás el bote de hoy.
Alexander se asomó al interior del bote y vio que estaba lleno de reales.
—Está bien… Lo haré.
Así que se puso frente a la pared, cerró los ojos, cargó su puño hacia atrás y se centró en generar suficiente fuerza en su mano derecha como para hacer un agujero, pero sin destrozar la pared. Mientras tanto, Marian miraba apoyada en la esquina de callejón. Alexander lanzó un puñetazo contra la pared sin dudarlo e hizo una muesca diminuta, al ver esto, Marian decidido intervenir, pasó por medio de los chicos, se acercó a Alexander con la mirada seria y le dio una sonora bofetada, que enmudeció el callejón.
—¿Para eso has estado entrenando? ¿Para no romper ni una estúpida pared?
Alexander se volvió a poner en posición, cerró los ojos, echó el brazo hacia atrás, concentró su energía, y la tierra tembló levemente cerca de él cuando golpeó la pared. Generó una gran grieta ante los estupefactos muchachos.
—Esto