Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig
ya que mi memoria no da de sí.
—Cariño, relájate.
—No quiero que me digas eso, papa, sois mi familia pero esto ha llegado muy lejos, ¿no veis?, no podéis protegerme siempre —dijo Juliana indignada ante la situación que se le presentaba.
—Entonces siéntate. Te tenemos que decir algo —añadió Megan.
—Megan, no, no creo que sea conveniente —comentó la madre.
—¿Por qué no, mamá? No puede continuar así. ¿Cuántos años ha estado así desde el accidente? Estaba bien seguirle el rollo, pero creo que ha llegado demasiado lejos —dijo la hermana.
—¿Qué pasa? —replicó Juliana.
—Juliana, estás reviviendo lo que sucedió hace unos años, antes del accidente, a Mathew le detectaron una enfermedad rara, dejó de hablar y es invidente desde nacimiento... Juliana, Mathew desapareció hace cinco años, no sé si te acordarás de Kallen, ese chico que llegaba todos los días muy nervioso a tu oficina de correos... Él estuvo en tu accidente, él...
—¡Basta! —Entró Susan por la puerta, hace cinco años que no sabían nada de ella—. Juliana, sube al coche tenemos que irnos. ¡Juliana, ahora!
—¡Oh, por favor, Susan!, podemos hablar como personas civilizadas —dijo la madre.
—¡Oh, por favor, Margaret! Todos sabemos jugar muy bien nuestro papel en esta familia, si no es porque supisteis manejaros bien.
—¡Calla, Susan, tú no tienes ni idea! —añadió Megan.
—¡Venga ya! Una vida con mentiras no es vida, jugáis a favor porque ella simplemente no recuerda, pero gracias, papa, por ayudar, por poder contar contigo.
—¿De qué habla? —dijo Margaret a Jim.
Juliana y Susan se subieron al coche antes de marcharse, su padre les dio la llave y el libro.
—Lo siento, Juliana —le dijo su padre.
—Está bien —dijo sin saber qué estaba sucediendo, se sentía incapaz de actuar, como si algo la hubiera bloqueado por dentro.
Recorrieron horas durante las carreteras; mientras Juliana se durmió, Susan se deshizo de su teléfono móvil. Al despertarse empezó a buscarlo desesperadamente.
—Susan, ¿sabes dónde esta mi móvil?
—Sí.
—¿Y dónde esta?
—En el km 10.
—¿Es broma?
—No, en verdad ya no lo necesitas.
—¿Y cómo puedo confiar en ti si hace como años que no nos vemos?
—Pero ya lo has hecho, te has subido en mi coche, tranquila, ya llegamos.
—¿Es verdad lo de Mathew?
—Sí.
—¿Y Kallen? ¿Qué pasa con él y su libro?
—Mejor que acabes de leerlo.
—No estoy preparada.
—Juliana, este es el momento de enfrentarte a tus miedos, de pasar página.
—Está bien, paso la última página del libro, seguía con la misma frase del inicio y acababa: «¿Y tú por cuál puerta vas?», y abajo de todo en el centro del libro, decía: «Enhorabuena, acabas de leer tu propia historia... Por favor, responde si eres tú».
Juliana estaba desconcertada, se quedó mirando hacia el horizonte.
—Esto era lo que no quería que leyera Viviana, no tiene sentido.
—¿Cómo que no, Juliana?, la respuesta la tienes.
—Soy yo. —De repente, Juliana hizo parar el coche, salió de él, le pareció ver a alguien—. ¡Sam! ¡Sam! —Se dio la vuelta el hombre—. Lo siento, me habré equivocado.
—¡Juliana! ¿A dónde vas?
CAPÍTULO 2
CAMBIOS
Unos años antes...
Kallen vivía en una ciudad de bastantes rascacielos, desde el accidente temía a equivocarse, iba todos los días a una oficina a entregar unos sobres con un contenido confidencial, Viviana, su madre, no le encontraba sentido.
—Kallen, no quiero que asustes a Juliana, ya sabes que su memoria... Y con Mathew a cuestas no es conveniente que la vayas asustando.
—Pero mamá, recibirá mi carta y para entonces me encontrará.
—¿Y qué harás cuando te encuentre? Si ni siquiera te conoce.
—Claro que me conocerá, habrá leído el libro que le di a su padre. Pero antes debo irme a hacer algo, ahora que se ha marchado.
—K, vuelve, no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no, mamá?, prométeme una cosa, ni se te ocurra impedirle que lea el libro.
—Eso jamás, para eso llevo su informe.
—Ten cuidado con lo que haces, mamá, te vigilaré de muy cerca.
—¡Oye, Sam Kallen Mathew!, a mí no me diriges la palabra de esta forma.
K salió esa misma noche junto a su supuesta hija Nir.
—Papa, siento que siempre estamos de viaje.
—Cariño, la vida se compone de eso, de viajes más largos o más cortos.
—¿Y cuándo llegaremos?
— Cuando queramos abrir la siguiente puerta.
Sam Kallen y Nir coincidieron en el mismo barrio donde vivían Juliana y Mathew.
—Nir recuerda una cosa, no decir a nadie que...
—Mathew y yo somos hermanos, lo sé, «papa», pero sabes que él sabe quiénes somos, y le pasará lo mismo que a ti.
—Lo sé pero por ahora no ha pasado, tu hazte amigo para que me pueda acercar a...
—¿Mamá?
—¡No, Nir! Juliana.
—Vale, papa, no te enfades, tendrías que aprender a estas alturas que me gusta bromear, por cierto, deberías volver a ponerte las gotas para los ojos o llevar las gafas, darías mucho el canto si sales con esa intensidad de ojos.
—Ahora, ¿podrías volver a tu forma de más niña?
—¿Por qué?
—Nir, si aparentas tener la edad de tu hermano o un poco menos, os haréis amigos rápido.
—Vale, está bien, pásame el agua.
Nir, criatura descendiente de un ser incomparable y diferente, la habilidad de estar en la Tierra, al ser un planeta de agua, Nir, la única de la familia o no tan única, era capaz al beber el agua para cambiar de forma.
—¿Y no crees que deberías dejar de llamar a eso que sucedió un accidente? Estoy bastante cansada.
—Tranquila, todo se solucionará, ya perdí a uno de vosotros, no quiero perderla a ella... Nir.
Nir bebió un sorbo de agua que había en la botella y empezó a transformarse hasta aparentar una niña con dos coletas a ambos lados.
—Así está mejor, papa.
—Sí, gracias, y que sepas que no soy tu verdadero papa.
—Vale, papa —le remarcó Nir con una plácida sonrisa.
Como ya sabéis la historia, Nir se hizo amigo de Mathew, hasta que ocurrió el día en que perdió la voz. Nir y Sam iban a casa de Juliana a enseñarle al pequeño Mathew el lenguaje de signos.