Diario de Nantes. José Emilio Burucúa
buena parte de la tarde en el estudio de grabación que el muchacho, tan gentil, me acondicionó en el acto. Kumar et alii tienen ya el pequeño MP3. ¿Y el macarrónico? Bene et gratias vobis do [El bien y las gracias os doy].
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6 de noviembre
Fernando Rosa nos mandó por e-mail las novedades de las elecciones que se celebrarán en Myanmar este fin de semana. Tienen una importancia capital pues podrían acarrear el fin de la tutela nefasta de los militares (prosoviéticos en un principio) que gobernaron el país desde 1962 hasta, nominalmente, el año 2011. El partido liderado por la famosa premio Nobel de la Paz, la luchadora política Aung San Suu Kyi, obtendría un apoyo suficiente del electorado para modificar la Constitución y sacarse de encima el poder militar. Corrí a la oficina de Fernando con el objeto de preguntarle más sobre Myanmar, un país con el que él mantiene relaciones estrechas desde la época de su larga estancia en Malasia. Sus vínculos con los exiliados birmanos se mantienen vivos y de ahí que conoce todo sobre esa nación fascinante. Llevado todavía por el impulso del libro escrito con Nicolás Kwiatkowski, mi primera pregunta apuntó a la situación de los rohingya, el pueblo del que se dice que estaría por ser víctima de un genocidio, estimulado precisamente por sectores budistas (mirá, los cultores de la no-violencia) y promilitares del gobierno de Naypyidaw (nueva capital de Myanmar, que reemplazó a Rangún en 2006, otro delirio castrense). (De todas maneras, debemos recordar que Suu Kyi no se pronunció acerca de la amenaza que pende sobre esas gentes.) Los rohingya son musulmanes a quienes el Estado birmano negó sistemáticamente la ciudadanía. Descenderían de bengalíes que comenzaron a instalarse en ese territorio occidental de Birmania desde finales del siglo XVI, cuando allí gobernaba el reino budista, bastante islamizado, de Arakan o Rakhine. Su capital, la dorada Mrauk U, suscitó alabanzas y estimuló la imaginación de los europeos desde el siglo XVII gracias a los relatos de viaje del fraile portugués Sebastián Manrique. ¡Cómo puedo ser tan ignorante! Que el bodhisattva del presente inspire a los birmanos y derrote a los reaccionarios que también pululan entre sus seguidores.
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7 de noviembre
Noventa y ocho años de la Revolución Rusa. Hubo un intercambio interesantísimo de e-mails entre Fernando Rosa y Giuseppe Longo al que, misteriosamente, sirve de eco un diálogo muy reciente que mantuve con Sergio Corinaldesi. Me explico. Cuando Longo expuso en el seminario “Leyes de los dioses...”, Fernando hizo una pregunta sobre el alto porcentaje de ADN aparentemente inservible o no funcional que cada uno de nosotros posee para el gobierno de las síntesis de sus proteínas y la transmisión de la herencia de la especie. La respuesta de Giuseppe reveló una impaciencia inesperada de su parte y fue muy irónica. Dijo que los científicos que hablan del junk DNA tienen junk en la cabeza. No registré el asunto en su momento por respeto a los dos protagonistas del incidente, pero reconozco que quedé un poco amoscado. He aquí que, hoy por la mañana, Fernando volvió a la carga en un e-mail enviado a Longo y a todos nosotros, al que agregó un artículo firmado por Karl S. Kruszelnicki y publicado por ABC Science en abril de 2001. En ese texto, se sugiere que el junk DNA podría contener un código equiparable al del lenguaje humano, por lo que Fernando ha resuelto preguntar a Houben si acaso muchas complejidades del sánscrito no se explicarían a partir de un paralelo biológico genético (Houben tiene una predilección especial por semejante tipo de comparaciones, tal cual quedó demostrado en su seminario del lunes 2 de noviembre). El colega Rosa Ribeiro aprovecha para volver al coloquio de Longo y criticar cierta estrechez de miras, manifestada allí mismo, de la historia de la ciencia después de la revolución del siglo XVII, toda vez que se trata de analizar los abordajes del saber no occidental al conocimiento de la naturaleza. Fernando entiende que la ciencia renacentista, por ejemplo, transitaba caminos que unían con libertad la observación de plantas y animales, la astronomía, los ritos, las formas alternativas de curar, la poesía y la mística. Su mejor ejemplo para ello es la obra del portugués Garcia da Orta, un naturalista y etnógrafo que vivió en Goa en el siglo XVI. Probablemente, fue el primer europeo interesado en la medicina ayurvédica. Estudió en profundidad las propiedades farmacológicas de la flora de la India y los poderes alucinatorios de ciertas flores, como el floripondio, cuyos efectos se negó a experimentar en sus esclavos tal cual hacían sus compatriotas de Goa. Sus relaciones de descubrimiento dieron la palabra a esos sirvientes para que hablasen de sus habilidades y de la sabiduría de sus países de origen. Amenazado por la Inquisición, Orta murió antes de que el Santo Oficio le iniciara un proceso. Pero su cadáver no escapó de la pena de ser desenterrado y quemado en un auto de fe post mortem (estoy casi seguro de que Fernando nos hablará del personaje en su conferencia del seminario). Traduzco las últimas frases del mensaje de nuestro colega:
Pudo conectar claramente, aun cuando siempre vivió amenazado de muerte, cosas que ahora nosotros sólo podemos considerar en forma separada. Su conocimiento monumental y su apertura a otros pueblos también ayudan a desmentir cualquier noción de un “Este” y un “Oeste” como entidades separadas.
Longo no tardó en contestar. Reforzó sus argumentos sobre la inconsistencia de la noción de junk DNA, aportó citas de artículos científicos para ello y recalcó uno escrito por el genetista Gouyon y sus colaboradores (2002), donde se insiste en que los “avatares” (otro nombre dado a la gran parte del ADN que no contiene información genética, sino que se limita a transmitirla) son “meros vehículos” y, como tales, no serían los blancos del proceso darwiniano de la selección natural. Longo da fin a su mensaje con una nueva ironía, muy filosa: “Muchos saludos y tengan cuidado con el 95-97% del junk DNA (y con el resto del cuerpo, mero vehículo del 3-5% del lenguaje alfabéticamente codificado, que quizá sea arameo)”. ¡¡Pajarito!! Me parece que el e-mail de Rosa Ribeiro no se merece tal desborde. El choque tiene sus raíces, por cierto, en las polémicas acerca de la crisis de la ratio occidental, que han dado cabida a mucha exageración poscolonial y hubieron de generar la impaciencia explosiva de Giuseppe (fuimos también testigos de su hartazgo con el otro extremo de los ataques epistemológicos a la ciencia normal, el extremo cuantitativista de los big data). En uno y otro caso, no puedo sino adherir a las proposiciones de Longo, pero reconozco al mismo tiempo que una objeción histórica y empíricamente tan bien fundada como la de Fernando acerca de la experiencia del uomo universale que fue Garcia da Orta, nos exige a los “racionales” una meditación acogedora de los puntos de vista de las alteridades cognitivas. Sigo el ejemplo de Ernesto de Martino cuyos trabajos, a partir de Morte e pianto rituale nel mondo antico [Muerte y llanto ritual en el mundo antiguo], no pueden ser sospechados de oponerse al ejercicio de la ratio característica de los modernos. El antropólogo italiano insiste en la necesidad de examinar, con esas mismas herramientas racionales, las consecuencias deletéreas que la aplicación de las técnicas e instituciones modernas han tenido sobre millones de seres humanos en las sociedades tradicionales. Allí, las condiciones impuestas por la modernización a la existencia cotidiana no han hecho sino producir dolor y no han cumplido ninguna de sus promesas sobre el mejoramiento de la vida. De eso trata, en realidad, el reclamo de Rosa Ribeiro.
En la polémica Fludd-Kepler, Sergio Corinaldesi me llamó la atención acerca de la posibilidad de que lo matemático hipotético de Kepler hubiese revertido sobre lo matemático- simbólico-imaginal, en lugar de desecharlo. Quizá de esta forma, los diagramas geométricos hubieran ejercido un control del pensamiento simbólico y sus icones, a la par que evitaban el desmadre romántico de la imaginación. Pues resulta obvio que, a partir de Kepler, la físico-matemática no admitió más control lógico que lo salido de ella misma. Tal vez, en una suerte de contrapartida, el juego simbólico se haya abroquelado en su propia autosuficiencia cognitiva con los efectos catastróficos que la new age volvió a colocar, hoy, sobre el tapete del conocimiento y la vida humana. Cabría preguntarse entonces sobre un regreso de lo simbólico-imaginal como instrumento de control de lo diagramático. La legitimación de la ciencia moderna debería tener algún soporte exterior a ella misma, ya que Gödel demostró sin atenuantes la incompletud de cualquier sistema de axiomas, teoremas y corolarios, de principios, leyes y aplicaciones. La ciencia posnormal y los teoremas del propio Gödel pulverizaron el sueño de la autolegitimación del saber racional moderno. Dios no está allí para asumir esa tarea. Quizá la actividad estética logre reemplazarlo, pero, atención, el horizonte simbólico-imaginal necesita, viceversa, la contención de la ciencia hipotética.