Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio
los recién llegados saben que en la Amazonia han renunciado a la guerra, conocen la facción de los rebeldes y la base del lago, conocen su proyecto de quedarse y de conquistar la tierra. Creen que la facción se haya organizado y tenga unos robots y unas naves espaciales, los consideran una amenaza y probablemente han venido hasta aquí sólo a por ellos, no saben que los hemos convertido en inofensivos» dijo Raptor.
«En el bosque no me ha parecido que se preocupasen de si estuviesen armados o no, los estaban matando sin piedad.»
«Los autómatas son guiados por soldados, obedecen órdenes, no están esperando que tiren las armas o cojan los robots, disparan a todo lo que se mueve.»
«Si fuese como dices, el problema podría resolverse más fácilmente. Dejamos que los alienígenas se den cuenta de que en el lago ahora ya no hay ninguna base» sugirió Lucas.
«Con nuestra intervención hemos empeorado las cosas, ahora estarán convencidos de que posean robots y que son peligrosos, pero si no hubiésemos intervenido los habrían aniquilado a todos. ¡Qué desastre!» replicó Buby.
Entre tanto habían entrado en el cobertizo, habían puesto las lagartijas grandes en el banco de trabajo y habían comenzado a estudiarlas.
«Si todos los pilotos estuviesen todavía vivos, podríamos explicarles todo y dejar que lo cuenten a sus superiores» pensó Joshua mientras buscaba la cabina del piloto.
El muchacho, después de un rápido análisis de los robots, quedó con la boca abierta al ver que no existían ni el piloto ni la cabina. Las lagartijas grandes debían ser controladas a distancia o estaban libres de la conexión. Todo se estaba complicando, era necesario encontrar otra solución. Mientras tanto Lucas había encendido la televisión para escuchar si había alguna novedad con respecto a la astronave.
Una delegación de diplomáticos que representaba a la mayoría de las naciones del mundo había ido hasta el vehículo aéreo para aclarar con los alienígenas que los terrestres no sabían nada de astronaves o de otros pueblos alienígenas que hubiesen desembarcado en la tierra. No era posible saber cuáles habían sido los resultados de este encuentro y las decisiones tomadas, ya que todo se había desarrollado sin la presencia de periodistas y, sobre toda la historia, había la más absoluta reserva.
«Sabían que no podrían recuperar los robots, por esto los han enviado sin pilotos, por lo tanto temen a los humanos y no creo que intenten atacarnos. Su tentativa ha fallado, su farol no ha funcionado» dijo Raptor.
«Esta historia no me gusta, si conocían la existencia de la base y de su capacidad productiva, habrían debido esperarse centenares de robots enemigos después de tres años de trabajo. ¿Cómo pensaban enfrentarse a ellos con sólo dos de los suyos? ¿Por qué han comenzado a disparar en el bosque y no se tiraron al lago? ¿Qué esperaban?» exclamó Joshua.
«Seguramente sabían lo de la pérdida de los primeros cuatro robots y quizás, incluso, de la destrucción de la base, pero ¿cuál es ahora su objetivo?»
«Ha sido una trampa y nosotros hemos caído en ella como unos novatos, mirad estos robots, no tienen nada en común con vosotros, no tienen la batería atómica ni la cabina del piloto con la terminal para la conexión mental, el metal del exterior es de acero normalito y hay cerraduras y tornillos. Es a vosotros a quienes quieren, vuestra tecnología» gritó el joven genio.
De repente una ventana del cobertizo explotó golpeada por un rayo láser, los cristales hechos pedazos llegaron casi hasta donde se encontraban los cuatro amigos, otros golpes estaban destruyendo completamente el cobertizo.
« ¡Abajo! ¡Abajo, buscad un escondite!»
Raptor y Buby embrazaron los fusiles láser de las lagartijas enormes y comenzaron a responder al fuego enemigo, mientras los muchachos estaban en el suelo paralizados por el miedo. Estaban rodeados por una quincena de robots que continuaban disparando contra el cobertizo.
La estructura de madera no podría resistir todavía mucho aquellos golpes, por suerte el joven genio, de repente, se acordó de la trampilla debajo del sofá que conducía al refugio antiaéreo de abajo. El refugio estaba conectado a otra trampilla en medio del campo mediante un pasadizo de unos cien metros de largo que servía como vía de escape en el caso de que, posibles objetos transportados por el huracán, impidiesen la apertura de la trampilla. Apartó el sofá, abrió la trampilla, hizo entrar primero a Lucas, luego gritó a los dos robots que saltasen adentro también ellos, finalmente bajó también él al pasadizo cerrando la puerta a sus espaldas.
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