Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio

Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot - Antonio Tomarchio


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todo.»

      «Vosotros, humanos, sois más fuertes, sois más numerosos y tenéis más armas, para los alienígenas sería un suicidio, aunque tuviesen centenares de robots, vuestras ametralladoras y vuestros tanques los harían pedazos, tampoco la astronave resistiría los misiles de vuestros cazas.»

      «Sí, pero una batalla entre robots alienígenas y humanos causaría, de todas formas, numerosas víctimas, piensa que si atacasen una ciudad como New York, los daños colaterales serían muy numerosos, miles de inocentes perderían la vida.»

      «Tienes razón, perdóname, mi mente de robot a veces olvida ciertos detalles.»

      «Tú los llamas detalles, yo pienso que si esa astronave se estrellase y explotase sobre una gran ciudad con millones de habitantes, provocaría un número impresionante de víctimas inocentes. Yo no puedo permitirlo aún a costa de acabar en la cárcel y luego tampoco estamos seguros de que hayan una sola astronave, ya te has equivocado una vez cuando dijiste que los alienígenas podían construir sólo un robot en un mes y, en cambio, habían construido tres en poco más de veinte días.»

      «Espero que algún día dejes de echármelo en cara, te había ya explicado que cuando yo fui construido, esa era su capacidad productiva, si luego la han mejorado, no podía saberlo.»

      «De hecho, ahora no puedes saber si tienen otras astronaves, los datos que posees no están actualizados.»

      «Podríamos mandar a uno de los alienígenas que viven en el bosque a hablar con uno de los de la astronave. Pasaría desapercibido entre los militares y podría contar en qué lugar se encuentra el metal, de esta manera sus enemigos podrían cogerlo e irse sin causar una guerra.»

      « ¿Tú piensas que lo harían?»

      «Tienen todo el interés en hacerlo, han perdido ya su planeta, han sufrido enormes pérdidas, seguramente no querrán que ocurra otra vez.»

      «Tienes razón, me parece que sea la única solución, esperemos que funcione. Esta noche iremos al bosque e intentaremos capturar a uno de ellos.»

      El atardecer había cubierto de sombras la llanura y los pocos edificios, mientras la luna brillaba en el cielo iluminando el sendero hacia el bosque. Joshua había llamado también a Lucas y a su Buby para que lo ayudasen a capturar una lagartija alienígena. Le había contado su plan y el joven amigo, después de aconsejar mandar a los dos robots a destruir la astronave, había comprendido que la solución del pequeño genio era menos arriesgada.

      Llegaron al bosque, la oscuridad era total, impenetrable, la luz de la luna no conseguía atravesar el espeso follaje. Los muchachos habían entrado entre los árboles pero no conseguían ver nada, a pesar de que estuviesen provistos de dos potentes linternas. Los dos autómatas, sin embargo, estaban dotados con visión nocturna, por lo tanto decidieron de ir delante y seguir solos con la búsqueda.

      Los dos amigos se quedaron en los confines del bosque a la espera de que los robots volviesen con un alienígena. De repente notaron dos figuras brillantes que se acercaban a los árboles, se escondieron detrás de un tronco y vieron con claridad dos seres mecánicos de aspecto amenazador que venían hacia ellos. Eran parecidos a las lagartijas pero tan grandes como un humano, estaban cubiertos por una coraza que, en los hombros y en la espalda, estaba llena de puntas afiladas y embrazaban una especie de fusil.

      « ¡Raptor, ten cuidado! Dos robots alienígenas están entrando en el bosque, escondeos y cogedlos por sorpresa» comunicó mentalmente Joshua.

      Mientras tanto los dos robots alienígenas habían entrado en el bosque y habían comenzado a disparar con el láser entre los árboles. Centenares de lagartijas habían huido de sus escondites y se dirigían hacia el lago para huir de los golpes de sus enemigos. En ese momento Raptor y Buby decidieron intervenir y, cogiendo por sorpresa a las lagartijas metálicas, consiguieron, después de una breve lucha, convertirlos en inofensivos, entre las miradas desesperadas de los pequeños en fuga.

      « ¡Maldición! Algo más que el metal, estos quieren sólo masacrarlos, han venido a la Tierra sólo para acabar lo que habían comenzado en su planeta. ¡Malditos, no tienen ninguna piedad con esos seres indefensos!» exclamó Joshua.

      «La astronave es sólo un caballo de Troya, ¡han desviado la atención de las autoridades para cazar a sus enemigos!» dijo Raptor.

      « ¿Cómo habrán sabido que se encontraban en este bosque?» preguntó Lucas.

      Durante un momento se hizo el silencio, como si todos estuviesen pensando en una respuesta a su pregunta, fue Buby quien respondió primero.

      «Probablemente alguien los ha traicionado o tienen un infiltrado entre sus colonias.»

      «Nuestro plan ha fallado miserablemente, si mandásemos a uno de ellos a la astronave lo matarían enseguida» exclamó Joshua mientras recogía los fusiles de las enormes lagartijas.

      Mientras tanto uno de los pequeños alienígenas se acercó a Raptor y parecía que estaba hablando con él. Pasaron algunos minutos, luego el robot explicó a sus amigos lo que habían hablado.

      «Nos ha agradecido por haberles salvado y nos ha pedido perdón por lo que ha sucedido hace tres años. Me ha explicado que ellos no querían hacer mal a los humanos pero que se dejaron convencer por su jefe que ha aprovechado la amargura por la pérdida de sus compañeros en la Amazonia para convencerlos de vengarse. Nos piden ayuda, para impedir que hagan daño a otras colonias.»

      «Pregúntale qué podemos hacer» intervino Joshua.

      «Dice de llevar a alguno de ellos a la selva amazónica, de manera que puedan coger las naves espaciales para llegar a la nave nodriza y atacar a sus enemigos.»

      «No puedo consentir que lleven su guerra a nuestro planeta, debemos encontrar otra solución, avísales que entre ellos hay un traidor.»

      «Lo saben y ya lo han eliminado, pero no han conseguido impedir que comunicase su posición.»

      «Podían huir enseguida del bosque. ¿Por qué han esperado a la llegada de los robots?» preguntó Joshua.

      «Creían que los humanos les habrían impedido el desembarco de la astronave enemiga.»

      «Diles que estudiaremos un plan y volveremos enseguida pronto para comunicarles nuestra decisión. Coged los robots enemigos, no están muy dañados y podrían sernos útiles» ordenó Joshua.

      Raptor y Buby cogieron las lagartijas grandes y, junto con los muchachos, se dirigieron al cobertizo. No sabían cómo resolver el problema, no sabían cuántos eran los robots desembarcados sobre la tierra, no sabían qué sucedería dentro de cinco días. Toda la historia estaba convirtiéndose en algo demasiado grande para los dos chavales que apenas habían cumplido los dieciocho.

      « ¡Podríamos rellenar estas lagartijas grandes con explosivos, mandarlas dentro de la astronave y luego hacerlas explotar!» dijo Lucas rompiendo el silencio del campo.

      «La astronave está rodeada por el ejército, nada puede entrar ni salir sin ser visto. Los robots los han desembarcado antes de la llegada de los militares» respondió Joshua.

      «Podríamos mandar a las lagartijas a hablar con las autoridades, podrían explicar cómo están las cosas y pedirles ayuda a ellos.»

      «Esta podría ser una buena idea, pero ¿cómo podrán hacerse comprender sin un intérprete? No podemos, de ninguna manera, mandar a Raptor. No creo, además, que las autoridades que se enfrentasen a una guerra para salvar a unas lagartijas.»

      «No, tienes razón, nadie se arriesgaría a morir por unas lagartijas alienígenas.»

      «No hay salida, sólo podemos esperar y ver qué sucede, sin embargo, no podemos permitir que otros robots ataquen y maten a unos seres indefensos.»

      « ¿No querrás ir a la Amazonia para defenderlos?»

      «No creo que sea necesario ir, no significa que sepan lo de la Amazonia y, además, aunque lo supiesen, no conseguirían jamás encontrar unas lagartijas en un


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