Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio
vez no dejes que te aten y te lleven» dijo un poco enfadado al amigo.
«No puedo hacer nada, no consigo moverme si no recibo una orden» respondió él.
«Entonces te ordeno que deberás reaccionar contra cualquier acto que comporte tu alejamiento forzoso de mí.»
«Perfecto» respondió el robot.
El muchacho se quedó durante un momento reflexionando sobre la orden que le acababa de dar, luego preguntó al amigo:
« ¿Tú obedecerás todas mis órdenes, no importa de qué tipo sea?»
«Claro, comandante, estoy programado para obedecer, no vuelvas a dudar de mí jamás.»
«Te ordeno que actúes según tu voluntad, haz lo que quieras sin necesidad de la conexión.»
«Lo siento, comandante, aprecio tu tentativa, pero mi hardware no me permite moverme sin conexión.»
«Permanece conectado, entonces, pero actúa según tu conciencia y tu voluntad.»
El robot intentó moverse, salió del cobertizo y se puso a mirar las estrellas, luego se puso a correr y saltar.
« ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo moverme!» su voz tenebrosa resonaba en la cabeza del chaval que sentía la felicidad del robot.
« ¿Te irás ahora? ¿Me dejarás solo?» preguntó el joven.
« ¿Dónde iría? No tengo a nadie, aparte de ti, en este mundo y además un robot que va de paseo solo no pasaría desapercibido. No, me quedaré contigo si quieres, pero por lo menos ahora podré actuar sin tener que esperar una orden. Siempre te estaré agradecido, aunque todavía necesito la conexión, me siento libre y es una sensación muy hermosa.»
«Haz lo que quieras, yo intentaré dormir, estoy cansado y me siento todavía peor con este maldito colchón.»
Raptor no tenía ninguna gana de ponerse en modo reposo, la sensación de poderse mover libremente era demasiado hermosa para que se estuviese quieto. Comenzó a dar vueltas por el cobertizo observando las herramientas del chaval, pensó que podría modificar el robot construido por su amigo y convertirlo en más eficiente.
De repente vio al alienígena dentro del terrario. Era él, el jefe, lo había reconocido, su memoria fotográfica no podía equivocarse. Había sido él quien había formado las facciones rebeldes, quien convenció a los otros de que era necesario matar a los humanos e intentar matar a su amigo Joshua.
Estaba a punto de golpearlo con un puño cuando se dio cuenta de que su comandante no lo habría consentido, se quedó, por lo tanto, con el brazo levantado mientras el alienígena lo miraba asustado y resignado.
«Será mi comandante quien decida qué hacer con tu vida» pensó mientras intentaba comprender si estaba todavía despierto.
«Joshua, ¿estás durmiendo?»
«No, todavía no, ¿qué sucede Raptor?»
«El alienígena, el que has puesto en el terrario, él es el Jefe, es el que se ha rebelado a la comunidad, que ha formado la facción enemiga y el que ha decidido destruir a los humanos.»
« ¿Y?»
«Si tú quieres puedo aplastarlo con un dedo.»
« ¡No, Raptor! Es inofensivo ahí dentro, no podrá volver a hacer mal a nadie jamás.»
« ¡Él ha intentado matarte!»
«Nosotros no somos como él, yo no mato por venganza o si no me veo obligado para salvar mi vida.»
«Como quieras, desde mi punto de vista, no merecería vivir.»
El alienígena había comprendido que se había arriesgado mucho y que esta vez había salido con bien, se quedó sentado reflexionando mientras proyectaba su fuga y su venganza.
A la mañana siguiente Joshua, aprovechando la habitual ausencia de sus padres, hizo que trajesen, por medio de un revendedor del vecindario, un colchón y una almohada nueva, imaginando una noche de merecido reposo. Hizo reparar el tejado por unos obreros y volvió a poner en orden el cobertizo, intentando ponerlo lo más cómodo posible para su amigo. Dio un poco de comida al pequeño alienígena y pidió a Raptor que no se dejase ver por ahí solo, luego juntos se fueron a buscar a Lucas y a su nuevo juguete.
Los padres de Joshua, mientras tanto, habían vuelto a casa para la comida, la madre había ido a la cocina a preparar algo de comer mientras que el padre había ido al cobertizo para llamar a su hijo. Vio que había puesto todo en orden, repuesto todas las herramientas y liberado un montón de espacio, vio a Scorpion en pie en una esquina cubierto ya por el polvo, había comprendido que el hijo no estaba y decidió llamarlo al teléfono.
Joshua le explicó que había tenido que comprar el robot de Lucas porque había sufrido unos daños y que, con él y con el nuevo robot que le habían regalado los padres, lo estaban reparando, por lo que volvería casi de noche.
El padre, que no sospechaba nada, le pidió que volviese para la cena porque le habían preparado una sorpresa y querían celebrar el cumpleaños, luego comenzó a revolver en los estantes, cogió el terrario y fue hacia su casa.
«Dana, cariño. He encontrado el terrario pero dentro hay una extraña lagartija» dijo a la mujer.
« ¡Qué asco!» exclamó la mujer al ver a aquel ser verdoso.
« ¿Qué hago, la suelto o los pongo juntos?» preguntó el hombre.
«No lo sé, no creo que nuestro hijo se ponga contento si la liberamos. No te preocupes, los reptiles se llevan bien todos, verás que nuestro Joshua se pondrá contentísimo al ver que le hemos comprado esas serpientes a las que apreciaba tanto.»
«Si tú lo dices, yo de reptiles no entiendo un pimiento, es más no entiendo cómo a nuestro hijo le gustan tanto.»
El alienígena se había quedado mirando a los humanos sin entender cuáles eran sus intenciones, parecían pacíficos, lo miraban sin maldad, pensó, incluso, que estuviesen a punto de liberarlo cuando vio abrir la cubierta de aquella prisión, pero cuando vio que, en cambio, estaban a punto de meter dentro dos grandísimos huéspedes, se dio cuenta que para él había llegado el fin.
« ¿Estos idiotas de humanos no se dan cuenta que las serpientes son los peores enemigos de las lagartijas?» pensó aterrorizado.
Había soñado con la venganza, el dominio de la Tierra y la destrucción de los humanos y, en cambio, estaba a punto de convertirse en comida de dos estúpidas serpientes.
« ¡Malditos! ¡Malditos robots!» gritó el alienígena en su incomprensible lengua mientras una de las serpientes se lo comía vivo.
Capítulo II
La amenaza alienígena
Estaban sentados en el sofá mirando la televisión, Joshua comía palomitas de maíz, Raptor, de vez en cuando, le robaba alguna para hacer como que comía, luego, inevitablemente terminaba tirándola a la cabeza del amigo. El muchacho había llevado el sofá y la televisión al cobertizo ante el estupor de sus padres que no entendían porqué pasaba tanto tiempo en compañía de un estúpido trozo de metal conducido a distancia.
Por suerte, gracias también al padre de Lucas, la ley sobre la inteligencia artificial había sido modificada. Los robots, ahora, podían interaccionar con los humanos y podían desarrollar trabajos de manera autónoma sin ser dirigidos a distancia.
El muchacho y su robot podían transcurrir toda la tarde juntos jugando, hablando y mirando sus transmisiones preferidas sin el temor de ser mal vistos por los vecinos.
Para Joshua esta nueva ley había sido una bendición, se había cansado de fingir que usaba el telecomando, ahora podía estar con su robot sin preocuparse de despertar sospechas.
Lo llevaba siempre consigo, era su amigo, su guardaespaldas, su maestro pero también su camarero. Raptor le secundaba siempre, estaba agradecido