Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio
y él entró en uno de los dos pequeños.
« ¡Raptor, modo combate!» pensó.
Su amigo se puso en la posición inicial que el muchacho había aprendido haciendo artes marciales.
«Destruye a tu adversario» ordenó mentalmente cuando sonó la campana.
Mientras tanto, el robot tailandés se había acercado, asestándole un puñetazo a la altura del rostro. Raptor lo había esquivado con un movimiento fulmíneo y con una velocidad parecida había respondido con un rodillazo al estómago del adversario, separando de cuajo la parte inferior. El público, que había asistido en silencio, no pudo contener una exclamación de asombro por la potencia y la velocidad de aquel golpe.
El muchacho, que había mirado fijamente a su robot para intentar repetir los golpes y no dar a entender que los controladores en realidad no controlaban nada, quedó estupefacto de cómo Raptor había seguido el movimiento que él tenía en mente a la misma velocidad con que lo había pensado.
El primer combate había terminado, le habían bastado unos pocos segundos para destruir al adversario y para conquistar esa confianza y seguridad que no tenía un momento antes de comenzar la pelea.
Llegó de nuevo el turno de los otros cabezas de serie, el robot japonés se había desembarazado del brasileño con técnicas de Jujitsu muy espectaculares y el flamante robot italiano había arrancado la cabeza al adversario suizo con un gancho de derecha al mentón. Los combates se sucedían velozmente, aunque en la segunda ronda los cabezas de serie habían superado a los respectivos adversarios. Le tocaba de nuevo a Raptor.
Las reglas del torneo eran pocas y sencillas, además de establecer la altura y el peso de los contendientes, establecían que no podían ser usados objetos contundentes de ninguna clase ni, por supuesto, armas; además se decretaba el KO en el momento en que uno de los participantes no era capaz de luchar debido a los daños sufridos.
El adversario esta vez era más peligroso, pero el joven luchador ya no tenía miedo. En cuanto sonó la campana Raptor se lanzó sobre el desafortunado adversario asestándole una patada en plena cara con unas tijeras mortíferas. Lo había hecho volar hasta las cuerdas que luego lo habían hecho rebotar, provocando que acabase en la lona. Un hilo de humo negro salía de la cabeza del pobrecillo que había quedado inmóvil.
Los jóvenes propietarios de los otros robots cabezas de serie, se habían quedado a ver el encuentro de Joshua y ahora se miraban preocupados intuyendo que aquel era, sin ninguna duda, el adversario más peligroso. El chaval japonés se había acercado al pequeño genio que ahora ya había bajado de su ring y con aire amenazante le dijo:
« ¿Dónde crees que llegarás con esta chatarra?»
«Seguramente llegaré antes que tú» respondió Joshua con aire seguro y arrogante.
El japonés se quedó al principio sin palabras por la seca y decidida respuesta, luego dio un empujón al muchacho haciendo que cayese al suelo.
«Aplastaré a tu robotito como una hormiga» exclamó el joven nipón, escondiendo, detrás de aquella arrogancia, todo el miedo y la inseguridad que sentía en su interior; luego, se dio la vuelta y se alejó velozmente al ver que los árbitros se acercaban para comprobar lo ocurrido y temiendo una descalificación.
« ¿Todo bien, chaval?» preguntó un árbitro al pequeño luchador.
«Sí, me he caído. No ha pasado nada» respondió Joshua.
Comenzó la tercera ronda, una vez más los cabezas de serie habían pasado a la sucesiva, pero esta vez con más dificultad: los adversarios eran cada vez más fuertes. El robot alemán había dado un espectáculo aferrando al adversario y levantándole con los brazos tiesos sobre la cabeza, luego lo había tirado dejándolo caer sobre su rodilla y partiéndolo en dos. También el segundo robot americano, cabeza de serie número cinco, propiedad de la Robotech, famosa empresa productora de robots para el trabajo, había pasado la ronda desembarazándose del robot iraní entre el estruendo y los gritos de alegría de los espectadores.
El tercer adversario de Joshua estaba ya en su esquina listo para combatir, el muchacho había aferrado las cuerdas y con un salto había entrado en el ring, los mismos movimientos fueron imitados por su amigo. Los dos robots, al sonido de la campana, comenzaron a saltar a la espera del movimiento del adversario. De repente Raptor hizo un falso movimiento de golpear con un puño a la cara del luchador enemigo, el cual, enseguida se protegió la cara con el antebrazo, en ese momento, como un rayo, le dio una patada baja en la parte posterior de la espinilla derecha mandándolo al suelo, luego se dejó caer sobre su adversario golpeándolo en pleno pecho con un codazo y rompiéndolo.
El público de casa estaba entusiasmado por la buena actuación de los robots americanos, nunca como este año estaban tan esperanzados en vencer el torneo.
Tampoco la cuarta ronda había reservado sorpresas, solo la duración de los encuentros había aumentado con el aumento de la fuerza de los adversarios. El robot chino había acabado en la lona sugiriendo la primera eliminación de un cabeza de serie, sin embargo se había levantado desfogando la rabia por el golpe sufrido con una patada frontal al estómago que había dañado los circuitos del adversario y ensuciado la lona de aceite.
Raptor se había desembarazado en pocos minutos de su fuerte adversario con una patada circular, asestada con una fuerza y una velocidad tal que no le dio escapatoria al contendiente. El público estaba cada vez más entusiasmado, la calidad de los golpes era de un nivel altísimo y el espectáculo ofrecido era apasionante, coros de incitamiento se levantaban desde las gradas llenas y cada vez más el nombre del robot de casa se repetía como si fueran hinchas de un partido de fútbol.
Después de la quinta ronda, también ésta sin sorpresas, fue declarada la pausa de dos horas de manera que los jóvenes atletas y el público pudiesen reposar y comer en los numerosos restaurantes y locales de comida rápida del edificio.
La final del torneo con los 100 mejores robots del mundo duraba sólo un día. Durante el año se desarrollaban las clasificaciones, donde se veían a millares de robots empeñados en torneos di eliminación directa que decretarían los participantes en la jornada final de la estación. Las mayores empresas di Network mundiales se peleaban por un evento que superaba por número de espectadores a los mejores eventos deportivos del mundo, desde el fútbol americano al fútbol clásico, del automovilismo al motociclismo.
Joshua había encontrado una tienda de bocadillos bastante aislada para huir del asalto del público y de los periodistas, disfrutaba de su bocadillo y charlaba con su amigo metálico.
«Somos muy fuertes, ¿verdad Raptor?» preguntó.
«Sí, comandante, para mí los robots adversarios son como unas marionetas, he evitado empeñarme al máximo porque he leído en tu mente el temor a ser descubierto»
El muchacho al escuchar esas palabras pensó en el peligro que los pequeños alienígenas representaban, con sus máquinas tan evolucionadas y cómo había sido irresponsable al esconder al mundo su existencia. Habían pasado muchos días desde el descubrimiento del robot y no podía saber cuántos de ellos habían construido mientras tanto.
Bebió su Coca Cola para bajar el bocadillo que le había quedado atascado en el estómago mientras pensaba que, quizás, habría debido revaluar su decisión. Si hubiese dicho la verdad, habría sido descalificado de por vida del torneo y quedaría señalado por siempre como el que había ganado haciendo trampas; no podía destruir su vida por un estúpido escrúpulo de conciencia, ahora la decisión había sido tomada, debía sólo esperar a que los alienígenas no lo desenmascarasen, atacando el mundo con unos robots idénticos al suyo.
Raptor, que conocía las preocupaciones de su joven comandante y que sentía por el algo inexplicable, intentó tranquilizarlo
«No te preocupes, me ocuparé de ellos lo antes posible, nadie comprenderá de dónde vengo ni quién soy. Yo sé dónde se encuentra su base, se cuántos son y dónde está escondida la nave nodriza.»
« ¿No habías dicho que toda la información