Introduccin a la teologa cristiana AETH. Justo L. Gonzalez

Introduccin a la teologa cristiana AETH - Justo L. Gonzalez


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partir del siglo 15, hubo en el mundo occidental toda una serie de descubrimientos que revolucionaron el modo en que se concebía el universo. Ya no era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra. Ya el mundo no se limitaba a tres partes, que antes se habían visto como un reflejo de la Trinidad: Europa, Asia y África. Ahora se comenzó a entender la enfermedad de un modo diferente, con el descubrimiento de microbios, hormonas y genes. Desde los espacios interatómicos a los espacios interestelares, las ciencias naturales—la zoología, la biología, la física, la astronomía, y otras—nos abrieron el horizonte y revolucionaron nuestro universo.

      Esto frecuentemente trajo conflictos con la teología, sobre todo con aquella teología que se veía a sí misma como interpretación de la realidad. Si, por ejemplo, la teología «sabe» que el Sol y todos los astros giran alrededor de la Tierra, tendrá que oponerse a las nuevas concepciones astronómicas. Si «sabe» que las enfermedades se deben únicamente a demonios, no podrá aceptar la medicina moderna. Si «sabe» que Dios hizo al mundo en exactamente seis días, no podrá entender ni aceptar los descubrimientos de la paleontología.

      Luego, el modo en que veamos la relación entre la teología y las ciencias naturales dependerá del modo en que veamos la función de la teología. Si es descripción de la realidad, el conflicto con las ciencias naturales será inevitable. Si es sistematización de la doctrina cristiana, defensa de la fe, o crítica de la proclamación de la iglesia, tal conflicto será diferente, o no existirá del todo.

      Es importante señalar, sin embargo, que la teología sí se interesa en las realidades físicas que las ciencias naturales estudian. Doctrinas tales como la creación, la encarnación y otras indican que Dios sí se interesa en el universo físico y en el cuerpo humano. Por tanto, la teología también ha de interesarse en ese universo, y de tomar en cuenta lo que las ciencias físicas y naturales nos dicen acerca de él.

      Una frase tradicional que se usó por largo tiempo para expresar la relación entre la teología y las demás disciplinas es que la teología es la reina de las ciencias. Esto se justificaba afirmando que, puesto que la teología se ocupa de Dios, quien reina sobre el universo, la teología ha de reinar sobre todas las ciencias que se ocupan de las criaturas. Naturalmente, tal entendimiento de la teología ha sido parte de los conflictos mencionados arriba. Empero si recordamos que Dios reina sobre las criaturas, no como un tirano, sino como Dios de amor, y que su reinado se manifiesta sobre todo en la cruz, tenemos que decir que, si en efecto la teología tiene algún reinado, lo tendrá sola y únicamente en cuanto se ponga al servicio de todas las demás ciencias.

       4. La teología y las ciencias sociales y humanas

      Durante el siglo 19, y especialmente durante el 20, se desarrollaron varias disciplinas relativamente nuevas, o que al menos no habían alcanzado antes la categoría de ciencias. La antropología, la sicología, la sociología y la economía, por ejemplo, aunque tienen antecedentes en épocas anteriores, han cobrado impulso en tiempos más recientes. Esto a su vez plantea la pregunta de la relación entre tales disciplinas y la teología.

      Por algún tiempo se pensó que esas disciplinas no eran en modo alguno de la incumbencia de la teología. Después de todo, la teología—al igual que la filosofía—trata acerca de verdades eternas, y las verdades de estas otras disciplinas son, en el mejor de los casos, pasajeras y circunstanciales.

      Empero estas disciplinas y sus estudios sí tienen que ver con la teología, al menos por dos razones:

       a) A la teología le interesa la realidad humana

      Si la teología se interesase solamente en la naturaleza de Dios, posiblemente podría desentenderse de las ciencias sociales. Empero si la teología tiene que ver con la vida y con la proclamación de la iglesia, y si ésta tiene que llevar a cabo su proclamación en un contexto humano, estas ciencias se vuelven en extremo importantes. Para entender el contexto en el cual la iglesia vive y proclama, así como para entender a la iglesia misma, las ciencias sociales y humanas son imprescindibles.

      Pero hay más. En su tarea de juzgar la proclamación y la vida de la iglesia a la luz del evangelio, la teología ha señalado repetidamente que la iglesia no puede olvidarse de las dimensiones humanas, económicas y sociales del mensaje bíblico. En la Biblia, por ejemplo, se le ordena repetidamente al pueblo de Dios que se ocupe de personas desamparadas tales como las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los pobres (Ex. 22:21-23; 23:9; Lv. 19:9-10; 23:22; Dt. 14:29; 24:17-22; 27:19; Is. 1:17; Jer. 7:6; 22:3; Ez. 22:7, 29; Zac. 7:10; Mal. 3:5; Mc. 12:40; Lc. 20:47; Stg. 1:17). Lo que es más, esto no es únicamente cuestión de ética, sino que refleja el carácter mismo de Dios, quien se ocupa de los desamparados (Dt. 11:17-19; Sal. 10:14, 18; 68:5-6). Lo que todo esto quiere decir es que si la teología ha de llamar a la iglesia a la obediencia tiene que entender todo cuanto le sea posible en cuanto a la realidad humana de que la iglesia participa y a la cual tiene que responder.

       b) Las condiciones sociales y humanas afectan a la teología

      Uno de los resultados del desarrollo de todas estas ciencias es que hoy comprendemos mucho más que antes hasta qué punto nuestra perspectiva y condición afectan lo que vemos y cómo lo vemos. Por ejemplo, gracias a la sicología ahora sabemos algo del modo en que realidades inconscientes y subconscientes afectan el modo en que pensamos y sentimos. La sociología nos dice asimismo que el modo en que vemos las cosas depende en mucho de nuestras circunstancias sociales.

      Lo que todo esto implica es que los teólogos no pueden ya hablar como si fuesen espíritus desencarnados, sino que tienen que tomar en cuenta sus circunstancias sociales, así como las de la iglesia y las de la humanidad en general. Las ciencias sociales y humanas nos ayudan a alcanzar esa comprensión.

      La modernidad se caracteriza por su énfasis en la objetividad científica. Su ideal es el experimento en el que el científico no interviene sino para observar lo que ocurre. En la postmodernidad se afirma que ese mismo científico, al diseñar su experimento y al decidir qué ha de investigar y qué no, está interviniendo en el resultado. No hay tal cosa como un experimento totalmente objetivo.

      Lo que esto implica para la teología es que el teólogo también interviene en lo que ve y dice, y que esa intervención tiene mucho que ver con sus circunstancias sociales, culturales y demás. Toda lectura de la Biblia es necesariamente una interpretación. El texto bíblico mismo es una interpretación de la experiencia del autor y del pueblo de Dios. Si su propia interpretación refleja las circunstancias del teólogo, lo menos que éste puede hacer es conocer y comprender esas circunstancias. Además, puesto que quienes le escuchen o lean también lo harán desde sus propias perspectivas, el teólogo tiene que comprender esas perspectivas. Luego, precisamente a fin de ser lo más fiel que le sea posible, el teólogo tiene que tomar en cuenta lo que las ciencias sociales y humanas le dicen acerca de sí mismo, de la iglesia, y de la sociedad.

      Hablar de «perspectivas» no implica caer en un relativismo absoluto. Para entender esto podemos pensar en un paisaje. El paisaje está ahí, es objetivo. Pero cada observador lo ve desde su propia perspectiva. Quien pretenda ver el paisaje y describirlo sin perspectiva alguna, o con una perspectiva universal, se engaña a sí mismo y engaña a los demás. ¿Quiere esto decir que el paisaje no es real? Ciertamente no. Lo que sí quiere decir es que el paisaje se nos da siempre desde una perspectiva. De igual modo, la revelación de Dios es real y firme; pero siempre la recibimos desde donde estamos, y la interpretamos desde donde estamos.

      En tal situación, para entender el paisaje lo mejor posible, lo que tenemos que hacer es compartir nuestras perspectivas y experiencias con otros observadores. Esto se relaciona con el carácter comunitario de la teología, sobre el que volveremos más adelante.

       5. La teología como conocimiento, disciplina y sabiduría

      Sin lugar a dudas, la teología requiere conocimiento. Aun en sus niveles más rudimentarios,


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