Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
tremenda tormenta; me parece que hoy no me voy... –dijo caminando hacia su cama, sobre la que, cual pendejo, dio un salto y se tiró de espaldas.
Le pregunté si le parecía que pidiésemos el desayuno en el cuarto y me dijo:
–Dale, me parece bien, con esta tormenta, al pedo levantarnos tan temprano.
Me comuniqué con la confitería he hice el pedido. Se disculparon, diciéndome que demorarían un poco, ya que los proveedores y el personal estaban demorados por el clima.
Colgué, he instantáneamente sonó el teléfono. Era nuevamente de la recepción para avisarme que, a la altura de la salida del hotel, la ruta se encontraba anegada he intransitable, por lo que no podríamos ir hacia el trabajo.
Agradecí, pensando en que la noticia no podía ser más buena. Le conté a Diego y me dijo:
–Parece que nos tendremos que quedar a laburar acá.
–Eso parece –respondí, comentándole que el desayuno lo traerían un poco demorado.
–¡Uyy, nooo! estoy cagado de hambre –dijo.
Observé que como un tic y aparentemente, sin darse cuenta, comenzaba a jugar nuevamente con su chota.
Me calentaba mal que hiciera eso; parecía un adolescente.
Decidí retomar la conversación que había quedado trunca por los viajes al baño y tiré:
–Che ¿nunca habías probado tu propio semen?
Me miró medio sorprendido, y dijo:
–La verdad, es que siempre me dio morbo la idea y muchas veces le digo a mi mujer que después de llenarle la argolla de leche se la voy a chupetear para limpiársela, pero acabo, se me va el morbo y después me da asco hacerlo. Varias veces acabé en mi mano para después probarlo, pero me sucede lo mismo, se me va el morbo y no me animo.
Hizo una pausa y continuó:
–Lo de anoche, definitivamente fue mi debut, entre los besos, la calentura, el vino y considerando que fui casi violado (agregó sarcásticamente) qué se yo... hay que probar de todo ¿no?
Jeeee, justo a mí me venía a decir eso… “Hay que probar de todo...”
Claro que sí; si Diego estaba abierto a probar de todo, se había cruzado con el macho indicado. Mi pija estaba erecta nuevamente, no lo podía evitar. Noté que la de Diego también se había agrandado.
–¿Cómo fue tu primera tragada de guasca? – preguntó.
Le conté que, la primera vez, fue haciendo contorsionismo, llevando mis piernas hacia atrás, poniendo mis brazos por detrás de las rodillas para llevar mi pene hacia mi boca; logré hacerlo y así fue mi debut, con mi propio glande apoyado sobre mis labios y descargando guasca dentro de mi boca.
–Uyy boludo... que elasticidad y que morboso –dijo.
–Sí, mucho morbo... solo que hoy ni lo intento, porque me parto en dos –respondí.
Diego se rio. Noté que su pene estaba totalmente erecto y que, descaradamente, se lo estaba sobando con la mano como si estuviese solo; claramente, la conversación lo había puesto al palo.
Agregué:
–Además, para que hacer eso solo, si hay tipos como vos con los que puedo disfrutar mucho más.
Haciendo una pausa continué:
–Y para que estar sobándote la pija con la mano, si puedo ayudarte con mi boca.
Sin terminar de decir la frase, me tiré en su cama, retiré su mano y muy lentamente, comencé a mamarle el caño como si fuese la primera vez.
Diego dejó sus dos brazos apoyados al lado de su cuerpo, separó un poco las piernas y se entregó al placer. La hora temprana y el poco dormir, hicieron que todo se diera muy tranquilamente, sin desesperación; hasta diría que dulcemente.
Le pegué una mamada tranquila, bien lenta. En medio de la faena, invertí mi posición como para dejar mi chota a la altura de su cara. Continué mamándosela, recorriendo con mis manos sus patas peludas que me calentaban mal.
–¿Para qué te pusiste así?, ¿qué pretendés? –preguntó.
No emití palabra y continué mamándosela. No era necesario explicar lo que pretendía y no se lo iba a pedir. Dejé mi pene erecto a su alcance; si se animaba y me la mamaba, bien, un paso más, si no, todo bien, me alcanzaba conque me prestase su chota para exprimírsela.
Noté que Diego tomó mi chota con una mano y que comenzó a pajearme; emití un gemido para indicarle que me gustaba lo que estaba haciendo. Continué mi trabajo, subiendo y bajando lentamente por su tronco, comenzando a explorar su entrepierna. Le comí las bolas tiernamente y fui hacia su perineo, que lamí por un buen rato.
Decidí ir un poco más lejos; elevé sus piernas y atento a su respuesta, seguir con mi lengua camino hacia su ano, que comencé a recorrer lentamente, escupiéndolo, lamiéndolo solo con la punta de mi lengua.
Diego comenzó a emitir exclamaciones de placer:
“Uyy, ufff... Seeee...”
Con la idea de dejarlo caliente he intrigado por el placer que estaba sintiendo a través de la exploración que estaba practicando entorno a su ano, regresé hacia su chota y continué mamándosela.
Diego había comenzado a moverse más y sorpresivamente, sentí el calor de su boca que comenzaba a envolver mi glande... ¡Sí! Diego se había animado a probar, había agarrado mi chota con una mano y se la había llevado hacia la boca para comenzar a mamármela.
Acerqué mi pelvis hacia su cara, haciendo que se tragara mi miembro entero. Diego comenzó a dar ritmo a la mamada y se largó a experimentar algo nuevo con su sexualidad. Que me la estuviese mamando, realmente me enloqueció.
Me prendí en su miembro y comencé a darle furiosamente. Diego me tomó la cabeza con ambas manos, clara señal de que se venía y rápidamente, comenzó a llenarme la boca de semen.
Sacó mi chota de su boca y comenzó a emitir exclamaciones de placer y luego continuó mamándomela. Continué en su entrepierna, hasta sacar la última gota de leche.
Diego seguía prendido a mi caño cual bebé a su mamadera. Me incorporé y le pedí que se sentase en el borde de la cama. Sin hablar, complació mi pedido.
Me quedé parado frente de él, con mi chota a punto de explotar y a la altura de su boca. Me acerqué y sin decir nada, Diego tomó mi pija y comenzó a succionar lentamente. Agarraba mi glande con sus labios, luego se la metía hasta la garganta, la sacaba, la escupía y la volvía a mamar.
Sentí que no tenía más margen, tomé su cabeza con las dos manos para marcar el ritmo y comencé a mover mi pelvis para cojerle la boca.
Entregado a lo inevitable y ya sin poder frenar la explosión, le avisé que me venía. Sacó mi pija de su boca, quedando el primer chorro de semen impreso entre sus labios y en su nariz. No sé si fue por el olor, la sensación, la calentura extrema o el morbo de probar, que hicieron que Diego metiese nuevamente mi pija en su boca, donde explosivamente, deposité un segundo chorro.
Hizo un gesto como de náuseas, pero se lo tragó y continuó mamándomela; se prendió de mi pija de tal manera, que creí que me la terminaría arrancando.
Se escuchó el sonido de un tremendo trueno y al mismo tiempo, me invadió un nuevo espasmo. Diego no se detuvo hasta vaciar completamente mis huevos, mientras que yo gemía de una manera descontrolada.
Realmente, me importó muy poco que me pudiesen escuchar desde las habitaciones contiguas y tampoco tenía la certeza de que estuviesen ocupadas.
Finalmente, Diego sacó mi pija de su boca y sosteniéndola con una mano, miró hacia arriba para encontrase con mi mirada. Me dio tanto morbo verle la cara con mi semen chorreando por su barbilla, el líquido