El excéntrico señor Dennet. Inma Aguilera

El excéntrico señor Dennet - Inma Aguilera


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2020 Inmaculada Concepción Aguilera García

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      El excéntrico señor Dennet, n.º 269 - junio 2020

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, HQÑ y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imágenes de cubierta utilizadas con permiso de Dreamstime.com y Shutterstock.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-506-5

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Dedicatoria

       Cita

       PRIMERA PARTE: El Mundo

       I: Lecturas

       II: El señor Dennet

       III: La institutriz

       IV: Lecciones

       V: Ficción y Ciencia

       VI: Imposibilidades

       VII: El tiempo

       VIII: Difícil de explicar

       IX: Fácil de entender

       X: De vida o muerte

       SEGUNDA PARTE: Mi Mundo

       0.1: Despertar

       0.2: El futuro

       0.3: Evolución

       0.4: Incomprensible

       0.5: Distracciones

       0.6: La verdad

       0.VII: El tiempo presente

       Agradecimientos y aclaraciones

       Si te ha gustado este libro…

      A mi padre, por enseñarme a poner la mirada en cada rincón de Málaga.

      A mi madre, por apoyarme en mis tonterías.

      No me preocupa caminar.

      No existen las distancias cuando se tiene un motivo.

      Orgullo y Prejuicio, Jane Austen

      Cuando te sientas junto a la mujer que amas,

      una hora parece un segundo,

      pero si te sientas sobre una estufa caliente,

      un segundo parecerá una hora.

      Eso es relatividad.

      Albert Einstein

      El día que Dennet llegó a mi vida, el mundo entero cambió.

PRIMERA PARTE

      I

      Lecturas

      Es duro ser mujer.

      Y mucho más si no has nacido de alta alcurnia, destinada para un noble propósito.

      No obstante, el destino nunca fue algo que me importara especialmente. Por no hablar de que, dentro de mis posibilidades, siempre me consideré una persona afortunada.

      Puesto que mi padre, Gustavo, llevaba toda su vida ejerciendo como guardés en la fábrica siderúrgica con mejores rendimientos del país, nuestro nivel de vida era bastante más privilegiado que el de cualquier otro obrero. Aunque quizás no lo suficiente como para que la única hija de un viudo pudiera mantener ciertos intereses.

      —Mira, Eugenia, otro paquete de tu tío Adolfo —me dijo mi padre recogiendo el correo de la mañana, justo antes de partir a su jornada laboral. Contempló el fardo con cierta pesadumbre mientras yo lo hacía con la mayor de las ilusiones—. Un día de estos voy a tener una buena charla con mi hermano por llenarte la cabeza de tonterías.

      Gustavo Cobalto llamaba «tonterías» a los libros.

      Y no era una impresión exclusivamente suya.

      En general, leer se consideraba un hábito demasiado extravagante y culto para alguien de nuestra clase social. Principalmente porque no podíamos, ni debíamos, permitirnos perder un tiempo que había que emplear en trabajar. O eso creían los ricos.

      Sin embargo, hasta mi padre terminó esbozando una sonrisa que devolví al instante mientras me tendía el envuelto tomo.

      Gustavo trabajaba más que vivía y Adolfo vivía más que trabajaba. No porque


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