Porno feminista. Группа авторов

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o a los que se ha rescatado, como el relato de Shelley Lubben sobre la vida en la industria del porno, donde pretende ofrecer «la verdad tras la fantasía» del comercio de la carne.5 Todos estos textos presentan sus intervenciones como suscitadas por la alarma ante la espectacular nueva visibilidad de la pornografía que hizo posible el vídeo en primer lugar, y que luego ha llegado a su apoteosis a través de internet y otras tecnologías móviles.

      Pánico sexual

      Es sin duda un lugar común el afirmar que las ideas y las campañas tienen su momento, y que, por múltiples razones, un argumento concreto puede encontrar un hogar cómodo en la comunidad investigadora, entre los comentaristas culturales populares y las representaciones en los medios de comunicación. Se hablará de ello en todas partes, se debatirá en congresos, se mencionará en acciones políticas y se utilizará para justificar intervenciones institucionales, políticas o jurídicas. Durante un tiempo, los nombres particulares asociados con la campaña, con esa manera de pensar o enfoque, sonarán tan familiares como las marcas, los famosos o los políticos que nos encontramos todos los días. Ciertamente, en los últimos cinco años hemos visto un torrente de noticias, artículos de opinión, documentos de políticas y llamamientos para que se apruebe más legislación contra la «marea perniciosa» de representaciones sexualmente explícitas en la música, el cine y las nuevas tecnologías de la comunicación, y nombres como Dines o Reist han sido mencionados en debates académicos, populares e institucionales.

      Esta compleja narrativa de nostalgia y futurología es un tema central de estos enfoques, en los que la pornografía se percibe como una parte existente del paisaje, pero una que se ha desarrollado al margen del conocimiento de los adultos «corrientes» y que necesita repararse urgentemente. El componente clave del cambio es el acceso generalizado a internet y su capacidad para que los naturalmente curiosos pero inocentes niños se interesen en actos sexuales «atípicos»:

      Como indica la cita, el artículo de Aitkenhead comparaba los placeres inocuos que caracterizaban las primeras inquietudes sexuales de la población que hoy pasa de los cuarenta con la experiencia de sus hijos, asaltados por violaciones, intereses sexuales minoritarios y la angustia sexualizada de mujeres forzadas a participar en actos aún más extremos. En su discurso dirigido a una supuesta audiencia de mujeres heterosexuales con pareja, la sexualidad masculina se describe como plena de curiosidad, pero en peligro de ir por el mal camino si se la expone al tipo de imágenes equivocado desde una edad demasiado temprana. Aitkenhead invita a sus lectoras a reflexionar sobre sus propias experiencias vitales con hombres que crecieron con las pintorescas transgresiones del catálogo Kays, y a concebir las torturadas fantasías y costumbres sexuales de las futuras generaciones de hombres que, en su infancia, han sido expuestos a los excesos del bukake. Es este destrozo de lo que había parecido auténtica e inocentemente transgresor en los dorados días de los setenta lo que hace a la pornografía contemporánea tan amenazadora en potencia; hecho empeorado por la excesiva facilidad con la que se obtiene.


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