Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
y trabajadoras”4. Esa preocupación los ha animado para emprender la difícil tarea de narrar con la mayor objetividad posible su propio devenir histórico, el que no deja de estar cargado de percepciones “subjetivas”, cuyo cuestionamiento puede darse en todo momento, pero cuya validez consiste en ser la voz del protagonista dando razón por los hechos que lo identifican y de los cuales es responsable.
Una opción metodológica por las fuentes
Un trabajo sobre fuentes primarias, no deja de tener grandes dificultades ya que obliga al investigador a agudizar su percepción y su análisis comprensivo y crítico. Por ejemplo, como podrá notarse más adelante, para el caso de los primeros años (cuando se abordan los antecedentes y la génesis de la Organización, las causalidades y procesos), es necesario hacer uso de la memoria individual y colectiva de los protagonistas, quienes han plasmado en forma directa e indirecta, a través de entrevistas, sus impresiones de la época. Y, sobre todo, entender que, en un contexto de guerra, los esfuerzos que realizan los propios protagonistas para plasmar su particular manera de referenciar sus vivencias y puntos de vista, no están desprovistos de la emocionalidad e intencionalidad política que determina sus propios referentes de verdad.
El intento de reconstruir la historia política y militar del ELN, y caracterizar su “cultura política”, surgida de contextos históricos específicos que han definido su naturaleza esencial, supone trabajar en un primer momento a partir de la memoria de los actores directos y, con el tiempo, irse hundiendo en un mar de documentos y testimonios, que dan razón de las más diversas situaciones y formas de percibir el mundo y justificarse en él.
Es inevitable, el condicionamiento que le hace a las fuentes documentales una propuesta metodológica que se centra en la recuperación de la memoria, por cuanto las determina y las reduce a testimonios, entrevistas y “documentos oficiales” y de procesos5. Sin embargo, la importancia de este tipo de elaboración consiste en que esas fuentes, utilizadas adecuadamente, permiten construir un modelo de narración histórica que brinda la oportunidad al actor de poderse ver reflejado, significativamente, en el imaginario de su devenir histórico y, al académico, la posibilidad de interlocutar con un discurso que se reviste por la naturaleza de sus fuentes de cierta legitimidad y reconocimiento.
Recuperar la memoria insurgente
Un segundo aspecto fundamental de este trabajo, consiste en recuperar la memoria insurgente, como parte constitutiva fundamental del devenir histórico del país. Es comúnmente aceptado que los espacios en que se producen, se consolidan y se confrontan las prácticas de la memoria corresponden a espacios sociales y condiciones históricas particulares, en las que se denotan relaciones de poder, de confrontación, de dominación y de subordinación. La memoria es también un campo de batalla, donde unos autores se confrontan con otros que tienen la posibilidad para construir y transmitir una memoria “oficial”, hegemónica, mientras se ocultan memorias disidentes de grupos subordinados, o insurrectos, a través de mecanismos mediante los cuales se autoriza o se silencia a quienes cuentan la historia (Zambrano y Gnecco, 2000).
En medio de la confrontación de poder, entre memorias hegemónicas y memorias disidentes, se presenta también una lucha por la definición de las identidades. A través de los mecanismos de supresión de la memoria, bajo el régimen del olvido, de deformación del acontecimiento, de su resignificación en un contexto de poder específico, se produce una desfiguración de la identidad del contrario o su eliminación.
Dentro del espacio de confrontación de los distintos referentes de “verdad” sobre los acontecimientos, sobre lo acontecido, sobre lo que es el sujeto histórico, en cuanto que es una realidad que se define a sí misma, se genera una relación tensa entre historia y memoria. La historia construye, modifica, estructura y domestica la memoria social, la escritura le atribuye cierta legitimidad que la reviste de autoridad y verdad.
El historiador Gonzalo Sánchez Gómez, ha elaborado un interesante trabajo sobre la relación que existe entre guerra, memoria e historia, allí llama la atención sobre el papel que juega la historia y la memoria en la construcción de la percepción que los sujetos tienen sobre el devenir de los acontecimientos y su significación:
Guerra, memoria e historia es una trilogía que evoca relaciones muy complejas, alusivas, en primer lugar, a los procesos de construcción de identidad, es decir, a las representaciones que nos hacemos de nuestro conflicto y sobre todo, de nosotros mismos como nación; en segundo lugar, a la pluralidad de relatos, trayectorias y proyectos que se tejen en relaciones de poder que afirman, suprimen o subordinan a determinados actores; en tercer lugar […] a las huellas, los símbolos, las iconografías, los monumentos, los mausoleos, los escritos, los ‘lugares de memoria’, que pretenden perpetuar la presencia, o la vida, de personas, hechos y colectividades. Porque la memoria es en sentido profundo, una forma de resistencia a la muerte, a la desaparición de la propia identidad […]. La Historia diluye las memorias particulares en un relato común. La memoria resalta la pluralidad de los relatos. Es la presencia viva del pasado en el presente. Lo que se olvida y se recuerda no son los hechos mismos tal como se han desarrollado, sino, la impresión, el sello que han dejado en la memoria. (Sánchez, 2003, pp. 23-24)
La investigación aquí plasmada busca aportar a para efectos de la construcción de una verdad histórica incluyente y polifónica que permita el reconocimiento del contrario como un sujeto histórico válido. En ese sentido, existe en este trabajo la preocupación por recuperar la memoria insurgente, como aquella en la que el actor, en este caso el ELN, construye su espacio y su tiempo, lo llena de acontecimientos relevantes que adquieren sentido según sus propósitos. Es a partir de dicha memoria que el ELN establece en los sucesos narrados las fechas y los ritos de iniciación, así como señala los caminos que debe transitar para alcanzar sus fines y propósitos en relación con un universo social y político complejo.
La memoria insurgente es una memoria que funciona en sus lugares y en sus tiempos, que tiene sus propios protagonistas anónimos, sus procesos, sus acontecimientos, que “oficializa” los significados y monumentaliza sus acciones para reafirmar su identidad, para referenciar tradiciones, para hablar de sus “acumulados históricos”, como un patrimonio que los enviste de legitimidad y les otorga poder de presentarse como actores sociales y políticos válidos. Así, su memoria se concreta en su capacidad para construir en espacios ajenos lugares propios, en tiempos dispersos ritmos continuos, para que la significación de sus actos y discursos adquiera la fuerza de un movimiento con identidad, capaz de fundarse y fundar, de ocupar un territorio, movilizarse sobre él, convertirse en autoridad, defenderlo o cederlo según la dinámica de los procesos de confrontación.
La gran mutación de la historiografía contemporánea, afirma Sánchez, consiste en haber saltado de una centralidad del acontecimiento, objeto privilegiado de la historia, a la huella, objeto privilegiado de la memoria. Es el paso inaugural de la narración, de las cadenas de acontecimientos, a la hermenéutica, a las cadenas significativas en sus pluralidades virtuales, en un contexto que combina larga duración y experiencia colectiva […] la memoria es una nueva forma de representación del curso del tiempo. Mientras los acontecimientos parecen ya fijos en el pasado, las huellas son susceptibles de reactivación […] El pasado se vuelve memoria cuando podemos actuar sobre él en perspectiva de futuro. (Sánchez, 2003, p. 25)
En la construcción de una historia del ELN que se erige sobre sus propios imaginarios, es necesario tomar en consideración el hecho de que los acontecimientos son importantes como “circunstancias históricas”, pero que tienen un peso especialmente significativo en el comportamiento y la decisión política, la subjetividad de los actores en la lectura que hacen de esas condiciones, y el peso que depositan en su voluntad política como recurso transformador y determinante de su forma de existir en la historia y de grabarse en su memoria. Sin historia escrita, la memoria, individual y colectiva, presente para definir en determinadas condiciones, la forma en que se comportan los actores armados como sujetos históricos.
Estudios sobre el ELN: aproximación a un estado del arte
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