Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego

Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018) - Carlos Medina Gallego


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de operaciones. El discurso de la guerra copa todos los espacios, no solamente el que construye la opinión pública, sino también el que define la normatividad y decide la política pública. Existe una economía de guerra y control territorial efectivo y supuesto, atravesado por el miedo y las prácticas de terror, y existe, además, un contexto internacional de intereses en el que se da.

      Las guerras civiles contemporáneas se libran como guerras irregulares principalmente; de tal forma, se crea un nexo estrecho entre la guerra civil y la confrontación bélica irregular, en donde es necesario reconocer que la guerra irregular es en lo fundamental un método de confrontación bélica cuya naturaleza política define los propósitos que la orientan (Kalyvas, 2001). Entre las características definitorias de esta y todas la guerras civiles, está la escisión parcial y temporal de la soberanía, el ejercicio de la violencia de la guerra civil en las zonas rurales principalmente, las prácticas de genocidio y limpieza política y social. Estas singularidades fijan como propósito de la violencia el exterminio físico de un grupo social o político (étnico incluso) antes que el sometimiento de este a una autoridad política. Encontramos también el acto de expulsar, a propósito y en forma permanente, a ciertos grupos de población mediante la “limpieza política”, que conduce a la homogeneización de las identidades ideológicas y políticas, y la “limpieza social” que conduce a procesos de concentración de riqueza y acumulación económica de nuevo orden, mediante la amenaza, la creación de miedo colectivo, la masacre, el genocidio y el desplazamiento forzado, además de un escenario de disputa que tiene que ver con la población y los apoyos que los actores armados puedan recibir de ella.

      Así, a diferencia de la guerra convencional, la guerra civil involucra no solo a los actores armados sino también a los civiles. El apoyo de la población civil llega a ser un componente fundamental del conflicto. El apoyo de la población se define en el curso del conflicto, en respuesta a la dinámica tanto de la guerra como de la violencia. Las opiniones políticas de la población estarían en extremo condicionadas al poder desplegado en torno suyo y a la lucha por la supervivencia. En la medida en que la guerra civil irregular se desarrolla, la violencia sobre la población se incrementa. Tanto el Estado, como la insurgencia y las fuerzas paramilitares apelan a la violencia para hacerse al apoyo de la población civil. En la guerra civil irregular, la disputa por el apoyo de la población puede asumir la forma de una guerra contra la población.

      Una quinta afirmación consiste en aceptar que en los últimos años se ha consolidado una percepción pública de que la escala de los enfrentamientos –en términos de capacidad de fuego, control de territorio, poblaciones, y grado de organización de las múltiples fuerzas irregulares enfrentadas entre sí y con el Estado– ha entrado en una nueva fase: tiempo, espacio y contenido de la guerra se han trastocado. La dinámica actual de la guerra plantea problemas de soberanía para Colombia y para los países vecinos. Entonces, la soberanía se vuelve extremadamente frágil desde la posición colombiana, en tanto está atravesada por tres temas: el terrorismo, las drogas y el derecho humanitario, cuyas fronteras entre lo interno y lo externo, según los parámetros contemporáneos de la comunidad internacional, son esencialmente difusas (Sánchez, 2003).

      Discurso, realidad social y cultura política12

      Algunas de las preguntas centrales que formula esta investigación buscan explicar: ¿por qué los grupos armados se comportan de la manera en que lo hacen?; ¿cuáles son las lógicas desde las que construyen sus referentes de identidad y definen sus formas de actuar en un contexto histórico que parece negarlos permanentemente? Estas dos preguntas implican acercarse a los imaginarios a través de los cuales las organizaciones perciben y conciben la realidad y establecen la relación entre el discurso y la práctica social y política. Así, se busca dilucidar desde qué universo conceptual y categorial se estructura la “cultura política” que da origen a su discurso y define su práctica social.

      La tesis que pretende desarrollar este trabajo consiste en afirmar que el comportamiento de las organizaciones armadas está definido por la tensión entre una matriz categorial (adquirida) –que define su percepción del mundo social– y la confrontación de esa matriz con un mundo real que le es externo y que está igualmente construido por su contrario (y por su diferente), en el proceso histórico y en la dinámica de la misma confrontación. Esa tensión define los distintos caracteres de identidad desde donde cada actor construye su propio sistema de autoreferencia, como la cultura que “concreta” la manera de percibir el universo social y comportarse en él. Es en el marco de esa tensión que el discurso de la organizacion adquiere sentido diferenciador, se afianza y se modifica, y va construyendo la historia del sujeto social y político como una historia de conflicto y confrontación permanente, con su afuera social e institucional.

      La llamada historia postsocial, o historia discursiva, y las corrientes que desde la lingüística y la sociolingüística han desarrollado el análisis crítico del discurso (aplicado a los estudios históricos13), han centrado su preocupación en explicar la relación que existe entre discurso y realidad. Sin que este trabajo esté inscrito en tales enfoques, en la medida en que el autor prefiere asumirse desde un pragmatismo conceptual14, vale resaltar que sus elaboraciones resultan útiles al entendimiento de las preocupaciones que aborda esta investigación. Por lo tanto han de ser asumidas desde una particular percepción, que no está, necesariamente, inscrita en el cuerpo de fundamentación epistemológica y metodológica de estas dos corrientes, sin que por ello se deje de reconocerlas y valorarlas como parte esencial de las discusiones epistemológicas de la historiografía y la lingüística actual.

      Discurso y práctica social y política

      No es interés de este trabajo transar una discusión con las nuevas corrientes historiográficas inscritas en el pensamiento posmoderno, en el giro lingüístico o en el análisis crítico del discurso. Por su parte, busca encontrar argumentos que respondan de manera esencial la pregunta de por qué los actores se comportan como se comportan. De ahí que el autor explore sobre enunciados explicativos que sean útiles a la investigación en relación con la pregunta, lo que puede conducir a una apropiación arbitraria de órdenes argumentativos construidos en un contexto explicativo particular, puestos al servicio de una preocupación diferente.

      Partimos en esta reflexión de señalar que, desde el plano puramente descriptivo, en un primer momento, lo que el término discurso designa es el cuerpo de categorías mediante el cual, en una situación histórica dada, los individuos (para el caso nuestro el ELN) aprenden y conceptualizan la realidad (social), en función de la cual desarrollan su práctica. A partir de allí, en un segundo momento, el discurso se convierte en un prisma conceptual de visibilidad, especificación y clasificación mediante el cual las organizaciones “dotan de significado el contexto social y confieren sentido a su relación con él, se conciben y conforman a sí mismos como sujetos y agentes y, en consecuencia, regulan su práctica social” (Cabrera, 2001, p. 51).

      El discurso de cada organización es una estructura específica de proposiciones, términos y categorías que están histórica, social e institucionalmente establecidas. Tal estructura opera como un sistema constituyente de significados mediante el cual las organizaciones se representan y comprenden su mundo, establecen sus prácticas culturales organizadas y definen cómo se relacionan con los demás (Scott, citada por Cabrera, 2001). Este proceso genera un sujeto político que se autorreferencia en relación con la matriz conceptual y categorial (cultura política) que le da identidad y hace que ese actor sea y se comporte conforme a esa elaboración.

      Desde esta perspectiva, es en el “discurso” social y político de las organizaciones, donde los acontecimientos (por ejemplo, Simacota, Anorí) son dotados de un significado y de una coherencia de los que de otra forma carecerían y, por tanto, es dicho discurso el que permite a las organizaciones conferir sentido moral al mundo e imaginarse a sí mismos como agentes dentro de él. A ello se une que todo discurso contiene o entraña una concepción general de la sociedad, un imaginario social; ello implica que todo discurso posee la capacidad de proyectarse y encarnarse en prácticas y de operar como un principio estructurante de las relaciones e instituciones sociales


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