El hijo del viento blanco. Derzu Kazak

El hijo del viento blanco - Derzu Kazak


Скачать книгу
enorme diversidad de productos, de cuyas composiciones químicas y resultados únicamente conocen por lo que les dicen, sin saber si detrás de todo eso no hay segundas intenciones.

      – Naturalmente, los beneficios económicos van siempre a parar a una gigantesca organización que les entrega soluciones o sucedáneos para enriquecerse con absoluta seguridad y, a veces, cuando no matan, hasta logran la salud del paciente-víctima.

      – Uhum… Masculló Altamirano.

      – A los economistas los entrenan en Universidades que directa o indirectamente dependen de grandes Corporaciones Multinacionales para su funcionamiento. Aprenden las leyes económicas que les convienen a sus sistemas como axiomas imperecederos… hasta que aparecen otros axiomas imperecederos más rentables.

      – Digo simplemente más rentables. Esa es la pauta.

      – Que sean beneficiosos o funestos para la humanidad, no interesa. Estamos inmersos en un sistema económico de capitalismo salvaje cuyo fin supremo no es el hombre, sino el lucro. ¿Te das cuenta de la inversión del orden? ¡Ahora nosotros llevamos el burro a cuestas!

      – Encontrar un economista utópico, es casi una utopía, aunque en el fondo la Economía, como ciencia, supera holgadamente el límite de la utopía. Es una ciencia-ficción donde las preguntas siempre son iguales y las respuestas siempre son distintas.

      – ¿Lo de la medicina es tan serio?

      – Mira, yo solo recuerdo algunas estadísticas de España…

      – Allí se venden alrededor de catorce mil medicamentos distintos. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, unos doscientos medicamentos contienen la totalidad de las sustancias que tienen probada eficacia terapéutica. Y raramente han sido superados por otros más modernos.

      – Con esas doscientas medicinas, se curan o alivian todas las enfermedades conocidas susceptibles de tratamiento. Lo demás es un fabuloso negocio engañando la gente.

      ¡Increíble!

      ¿Sabías que hay medicamento excelentes que no existen en el mercado por su escasa rentabilidad? ¿Y que hay otros que son verdaderos tóxicos que se fabrican masivamente porque tienen «mercado»…? Fíjate que digo «mercado» y no seres humanos. Para esa gente el hombre es un “consumidor”, nos ven como compradores; lo cual implica que, contra más idiotas seas, más lucro dejan.

      – Humm… El Presidente tomó nuevamente la lapicera y garabateó otra frase ininteligible, encerrándola en un óvalo que abarcó media hoja.

      – ¿En qué piensas?

      – En no dejarme engañar y en esos doscientos medicamentos. Serán buenos para el pueblo de Andinia.

      – Espero que no tengas un boicot comercial por esa decisión. Aunque quizá Andinia se salve porque somos pobres.

      – Creo que empezamos a diseñar la utopía de Andinia.

      El Presidente extrajo una carpeta del cajón central de su escritorio, lacrada por él mismo, y se la entregó al Dr. Arenales.

      – Allí tiene Ud. el bosquejo del plan gubernamental para los próximos seis años. Analícelo y me da su dictamen dentro de una semana.

      El Dr. Ezequiel Arenales tomó la carpeta, la apretó contra su pecho, mientras en su mente se cruzó nuevamente la misma idea…

      – Si Jesús, siendo Dios, duró solo tres años en su vida pública… ¿Cuantos durará mi hijo?

       Capítulo 12

      Intihuasi, Andinia

      Sobre la recia mesa de algarrobo del comedor presidencial, terminaban de ordenar algunos vasos descartables y una botella de agua mineral frente a cada silla, además de un vademécum con tapas de cartulina azul ultramar, el color de las puertas de Andalucía y de Cuzco. Dentro de unos minutos sería el escenario de la primera reunión informal del gabinete de Carlos Altamirano, con algunos sorprendentes personajes invitados.

      El Dr. Ezequiel Arenales había llegado temprano, con una indumentaria caqui de algodón, idéntico a los usados por los obreros, pero con su serena estampa se tornaba en un “look” que podía identificarse con el atuendo de campaña de un arqueólogo.

      Vestir de traje al Dr. Arenales era misión imposible. La corbata, que él llamaba cordón-tráqueo-umbilical, únicamente la usó el día de su casamiento, ¡y porque se la regaló su madre! Su mejor amigo le hizo el nudo y, antes de terminar la fiesta de esponsales ya la había regalado a otro candidato al casorio que pensaba lo mismo de los trajes y las corbatas.

      – ¿Crees que los representantes de la guerrilla merecen estar en tu gabinete como uno más de la sociedad?

      La pregunta, hecha de sopetón, ni siquiera sorprendió al Presidente.

      – El Rafa Fischer ha sido un verdadero amigo desde mucho antes de unirse a la banda de guerrilleros, un pionero en la formación del partido político que me llevó al poder. Como norma presidencial, desde que he asumido en mando de Andinia, todos pueden sentarse en esta mesa, aun los representantes del Sindicato del Crimen, si así lo solicitan.

      – No hay nada mejor que dialogar y lograr un buen entendimiento para solucionar los conflictos. Reflexionó Altamirano.

      – Espero que resulte. Respondió su Asesor…

      – A veces tratamos algunos temas espinosos que no convienen que se transmitan entre ciertos niveles de gente, bien porque no son de su incumbencia, bien porque pueden difundirse antes de ser lo suficientemente operativos…

      – Y entonces… -interrumpió el Presidente con el mismo tono recriminatorio de su Consejero- vienen las sorpresas cuando se enteran, y detrás de las sorpresas los petardos y los tiroteos. En mi gobierno trataremos los asuntos a puertas abiertas, para que todos puedan escuchar y valorar, siempre que mantengan la misma apertura para los demás.

      – No toleraré que nadie impida que un hombre pueda decir lo que sienta; aunque me pida la renuncia, siempre que dé las razones valederas.

      – Será interesante… Respondió el Dr. Arenales; sobre todo cuando tratemos los problemas más candentes, como la economía, la educ...

      – ¡Hola… hola…! Compadre…

      – La llegada del Rafa, lanzándose al cuello de Carlos Altamirano y dándole un sonoro beso en las mejillas sorprendió incluso al Presidente.

      – Compadre… has llegado alto, tan alto, ¡que me parecía que tu mirada pasaría por sobre nuestras cabezas sin vernos! Pero cuando me invitaste a esta reunión de gabinete con voz y voto, le dije a… Perdón… No les he presentado al curita que quiere hacer de la guerrilla el reino celestial. Le presento al padre Job…

      – Un joven barbudo y moreno, con los ojos negros más profundos que podían encontrarse en la Tierra, de pelo desmadejado y más largo que lo adecuado en la jerarquía eclesiástica, tendió su mano al presidente y la apretó con una fuerza inusual a su tamaño, como queriendo indicar algo desde el principio.

      – ¿Ud. es cura… cura…?

      – En realidad soy solamente sacerdote y algo díscolo, si tenemos en cuenta nuestra tarea de guiar almas por los senderos de la verdad.

      – Al curita no le des mucha cabida, previno el Rafa, porque es lenguaraz el hombre y, aunque tiene la ventaja de que la mitad de lo que dice no se entiende y la otra mitad no le importa a nadie, cuando agarra el hilo no lo suelta si no lo cortas con algo contundente.

      – En el campamento le tenemos medido su tiempo con un reloj de arena; pero aunque parezca mentira, ¡desde que el cura llegó, se humedeció por dentro y anda más despacio…!

      – No vas a cambiar nunca, Rafael Fischer, dijo Altamirano dándole unas palmadas en la espalda. Siéntate allí con tu curita y vamos a ver si podemos terminar con las bombas y los tiroteos dentro de Andinia.

      –


Скачать книгу