El hijo del viento blanco. Derzu Kazak

El hijo del viento blanco - Derzu Kazak


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¿No se fijó como vestía Ghandi?

      – Él rescató las bases de la cultura india y triunfó. En la India se visten como indios, en Arabia como árabes. ¿Te imaginas un tuareg con traje y corbata?

      – Él será mi segundo maestro, el Mahatma político. Creo recordar algo que dijo: “la verdad y el amor siempre triunfan, los tiranos, siempre caen. Nada vence a la verdad y el amor”. Pienso continuamente en eso. En definitiva, poner el hombre primero y detrás el dinero. He decidido cambiar “El Príncipe” de Maquiavelo por la vida de Ghandi. Quizá “El Príncipe” por “El Principito”. Trabajo honesto y perseverante, sencillez en todos los ámbitos, alegría y no-violencia.

      – Eso también lo dice Jesús.

      – Por eso acepto a Ghandi como maestro, fue un perfecto cristiano a su modo.

      – Humm… Tendré que repasar los Evangelios.

      – Maestro… ¿Sinceramente, piensa que estoy loco?

      – ¿Jesús estaba loco?

      – No. Pero hizo muchas locuras según nuestros criterios.

      – ¡Saca conclusiones!

      Fue la mejor respuesta que pudo darle un padre a su hijo.

      El Presidente meneó la cabeza afirmativamente.

      Ahora estaba seguro del camino a seguir.

      – Hijo, te debo prevenir que seguir ese camino te sacará callos hasta en la lengua. Es duro, muy duro.

      – Sin embargo, “Él” dice lo contrario. Mi yugo es liviano y la carga fácil de llevar…

      – Carlos, te quiero más que a mi vida y, aunque sé que tomas el camino correcto, también sé que si mataron a Jesús por seguirlo…

      – No le temo a la muerte.

      – Lo sé. También eso es cultural aquí en Andinia.

       Capítulo 11

      Intihuasi – Andinia

      – ¿Por qué dijo que mi plan era utópico? Entiendo que se refiere a la búsqueda de soluciones ideales inalcanzables.

      – No precisamente, aunque sí en parte.

      – Las soluciones ideales no existen en la Tierra, ni tampoco el éxito o el fracaso absoluto. Nada es absolutamente bueno ni malo, porque el hombre bueno siempre tiene algo de maldad y el malo algo de bondad. Navegamos en diferentes tonalidades de grises que tienden hacía el blanco o el negro. Por eso es tan difícil juzgar al hombre; tanto, que Jesús nos pidió que no juzgáramos a nadie.

      – Si puedo empezar a darte algunos consejos desde mi puesto de Asesor Presidencial, te diría que trabajes afanosamente en pos de esos ideales, pero ten presente que nunca serás dueño de los resultados de tu trabajo.

      – Podría explicarlo más claramente…

      – El agricultor debe sembrar su campo con las mejores semillas, cuidarlo como a la niña de sus ojos… hasta que llegue el momento de la cosecha…

      – Esta puede ser abundante y magnífica, pero también puede ser destruida por una fuerte granizada en unos minutos. ¿Qué culpa tendría el agricultor de no cosechar nada?

      – No puedo fallar. ¡En Andinia hay tanta injusticia!

      – El esfuerzo depende de ti. El resultado, del Señor y sus designios. Dijo señalado hacía arriba.

      – No eres el único que pensó en soluciones utópicas. El hombre vive angustiado, en condiciones existenciales penosas e injustas, que lo acucian en la búsqueda de organizaciones perfectas, pero lo perfecto jamás fue patrimonio humano.

      – Nuestra época es humanamente un desastre, aunque tecnológicamente sea apoteósica. ¿Sabes lo que dijo el General Omar Bradley? “Comprendimos el misterio del átomo y rechazamos el Sermón de la Montaña. El nuestro es un mundo de gigantes nucleares y de enanos éticos”.

      – Me gustaría tener a ese General a mi lado.

      – Hijo, creo que el primer mundo está humanamente peor que el tercero, corroído por el cáncer del consumismo, el egoísmo, la inquietud social, la ira, el crecimiento económico desmedido, el despilfarro. Es una cadena de desatinos que vuelven loco al más cuerdo.

      – Destruimos el Planeta para hacer basura… Eso es lo perdurable de la sociedad de consumo, una gigantesca fábrica de basura. El hombre “civilizado” es un infeliz exitoso…

      – Quisiera que mi pueblo no entre por la senda de la alienación.

      – ¿Senda…? ¡Sería mejor decir autopista ultrarrápida!

      – En los campos de concentración alemanes tenían un sistema diabólico para destruir la moral de los reclusos. Les hacían cavar grandes fosas, casi siempre incitando que serían sus tumbas, para luego volverlas a rellenar y cavar otra en otro lado. Cavar y tapar, cavar y tapar. En definitiva, hacer tareas de absoluta inutilidad.

      – En la sociedad moderna… ¿Cómo se pinta eso?

      – Dando vueltas en la espiral producción-consumo. El sistema actual es perverso y engañoso, se mueve con una mortífera dialéctica, conduciéndonos tanto a la devastación del medio ambiente, como interior, en sus aspectos de fortaleza psíquica y corporal. Estamos determinando un holocausto colectivo inconsciente e involuntario.

      – Hijo, entiende bien lo que te digo, porque es extremadamente importante: Todos los que de alguna u otra forma contribuyen con su trabajo al desarrollo social, ¡están al mismo tiempo contribuyendo al exterminio de la sociedad!

      – ¿Eso qué implica…?

      – Si todos apoyamos el progreso industrial, y este progreso produce el consumismo y en última instancia más problemas que ventajas, nuestro trabajo es destructivo.

      – Existen formidables imperios basados en el saqueo y el expolio. La irresponsabilidad de los gobiernos es inmedible, porque ya ni siquiera saben cuáles son sus responsabilidades.

      – Cuida la naturaleza y cuidarás al hombre.

      – Me gusta esa frase. Espero que la escuche el Presidente de Brasil, hasta aquí resuenan los ecos de las topadoras en la Amazonia. Si no te importunan mis lecturas buscando la sabiduría en el gobierno, hay una que dice: “No favoreciendo a los mejores, se evita la discordia en el seno del pueblo. No acumulando tesoros, se evita que el pueblo robe. No exhibiendo riquezas, se evita la confusión en los corazones. Por eso el gobernante sabio debilita las ambiciones y fortalece los huesos, y procura que los astutos no tengan oportunidad de intervenir”…

      – Esta última frase, la de los astutos, me parece esencial. Remarcó el Asesor. – En el orden imperante dentro de una nación se determina la calidad del gobierno. La economía está como está porque la manejan los astutos en perjuicio de los demás… ¿Qué sabes de macroeconomía?

      – Lo que estudié en un semestre. Nada.

      – Necesitarás una mente lúcida que encaje en tu sistema utópico-realista

      – ¿Conoce Ud. un profesional de esas características?

      – Lo buscaré, si tú me lo pides oficialmente.

      El Presidente anotó en su agenda unos garabatos que encerró con un círculo. – Puedes empezar la búsqueda, entrevistaré los candidatos en privado antes de ofrecerle el cargo.

      – Creo que tendrás poco trabajo, si consigo dos expertos de ese tipo, seremos afortunados.

      El Presidente entornó sus ojos y retrocedió unos centímetros su cabeza, haciendo una mímica de interrogación ante esa mezquina posibilidad.

      – Hijo mío, a los médicos les inculcan en las Universidades del mundo que las enfermedades


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