El verdadero significado de la pertenencia. Toko-pa Turner

El verdadero significado de la pertenencia - Toko-pa Turner


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los demás, esperará el rechazo de sus amigos, de las figuras de autoridad, incluso de la propia vida. Lo peor de todo es que dirigirá esa gélida mirada hacia sí mismo.

      Cuando descubrí a la Madre Muerte fue toda una revelación para mí, porque entendí la razón de mis instintos suicidas a tan corta edad. El suicidio o el «anhelo del olvido que conlleva la muerte» era una forma de dirigir la campaña de la Madre Muerte contra mí. El suicidio era la versión concreta del rechazo que sufría todos los días hacia mi persona.

      Me di cuenta de que vivía en lo que Sieff denomina un «mundo-trauma», una realidad psicológica paralela que se caracteriza por el miedo, la desconexión y la vergüenza. La mayoría pensamos que los traumas se deben a algún hecho o hechos violentos, físicos o de índole sexual, pero ahora los investigadores están descubriendo que hay muchos tipos de traumas sutiles e insidiosos, que activan las mismas respuestas en el cuerpo y el sistema nervioso. Ser testigo de violencia, la inestabilidad crónica, el caos en el hogar de la infancia o la frialdad emocional y la falta de apego seguro con tu principal cuidador, porque siempre está deprimido, padece alguna enfermedad mental, es impredecible o suicida, puede crear las condiciones necesarias para que una persona joven padezca un trauma emocional.

      Los traumas nos cambian radicalmente, no solo en el plano psicológico, sino también a nivel celular. La Madre Muerte interior se manifiesta como la renuncia a uno mismo, especialmente en lo que respecta al cuerpo. Según Woodman: «Cuando tengo hambre, no soy alimentado. Cuando estoy agotado, no se me permite descansar. Cuando necesito moverme, se me obliga a estar quieto». Sieff sigue explicando: «Como respuesta a esa experiencia abrumadora de sufrimiento y de miedo, se producen cambios biológicos que sensibilizan extraordinariamente a nuestro cuerpo y nuestra mente a peligros potenciales [...] vemos amenazas donde no las hay, y reaccionamos exageradamente a ellas de maneras que hacen que creemos las profecías que se cumplen a sí mismas».

      Recuerdo que un día hice autostop para ir a un concierto, porque mi coche estaba estropeado, y me paró una bruja que llevaba un coche muy sucio. Al abrir la puerta vi un montón de pelo de perro y basura en el asiento, así que empecé a sacudirlo antes de sentarme con mi falda blanca. La conductora me dijo de malos modos: «¡Métete ya! ¡Esto no es un taxi!». De pronto, me quedé helada. Me pasé todo el trayecto sin abrir la boca, la rabia y la vergüenza me consumían por dentro. Y el destino dispuso que cuando llegamos al concierto, esa bruja se sentara a mi lado. Recuerdo que tuve pensamientos obsesivos de injusticia; luego, de pronto, pasaba a tener pensamientos opuestos, en los que me atacaba a mí misma por ser demasiado delicada. Era una repetición de las discusiones internas crónicas que tenía con mi madre, como si siempre tuviera que justificar la validez de mis sentimientos heridos... y de ser una perdedora. De pronto, me sobrevino la sensación de estar exiliada, como si todas las personas que asistieron al concierto estuvieran dentro de algo y yo estuviera fuera. Cuando terminó la velada, había entrado en una espiral de vergüenza de la cual tardé días en salir.

      Parece increíble que ese insignificante detonante me produjera tal desesperación. Pero cuando vives en un «mundo-trauma», tus respuestas las genera un sistema nervioso afectado, que supone que siempre está bajo amenaza de ser atacado o abandonado, aunque no exista peligro real.

      Para sanar la herida que deja la Madre Muerte en tu cuerpo, es útil comprender sus orígenes y cómo llegó a convertirse en semejante expresión terrible de la naturaleza. Si volvemos al mito de Medusa, veremos que esta no siempre fue un monstruo terrorífico con una cabeza llena de serpientes que convertían a las personas en piedra. Antes de transformarse en un ser que perseguía y cosificaba a otros, ella fue cosificada primero.

      Medusa, la más bella de tres hermanas, era una hermosa doncella con rizos dorados. Aunque tenía muchos pretendientes que aspiraban a sus favores, Poseidón, al ser rechazado, la violó en el templo de Atenea. La diosa, furiosa por la profanación de su templo, maldijo a Medusa, convirtió su hermoso pelo en serpientes y la volvió tan horrible que todo aquel que la mirara se convertiría en piedra.

      Para nuestro propósito, me centraré en dos aspectos de este mito: cómo Atenea persiguió a Medusa por profanar su templo y cómo la aterradora transformación de Medusa en gorgona fue a raíz de su propia violación.

      Atenea nació de la cabeza de su padre, Zeus, con toda su armadura, lista para la batalla. Se podría decir que era la hija perfecta para el padre, totalmente identificada con sus valores patriarcales, como la razón, la fuerza y la victoria. Aunque al imaginar a Medusa pensamos en la encarnación de la rabia femenina, hubo un tiempo en que se la conocía por su sensual belleza y su buena relación con sus hermanas. En el aspecto simbólico, podríamos decir que las dos mujeres representan la división cultural de lo femenino, entre lo cívico y lo primario, logos y eros, la obediencia y la rebeldía. Es la misma división que vemos reflejada en otras partes, como la historia bíblica de María y María Magdalena. Atenea, como diosa virgen, quizás se sintió amenazada por la energía primaria y procreadora de Medusa, así que la maldijo y la convirtió en un monstruo. Pero no olvidemos que fue un acto de extrema violencia lo que provocó esta división.

      Medusa, violada por Poseidón y, posteriormente, asesinada a manos de Perseo, es un símbolo de la subyugación cultural del aspecto salvaje e indomable de lo femenino, que ella representa. El nombre Medusa (Medha en sánscrito, Metis en griego y Maat en egipcio) significa ‘sabiduría femenina soberana’, de modo que su violación también se podría considerar la derrota de las religiones de las diosas por una cultura predominantemente masculina, encabezada por Zeus. Para sobrevivir a estas condiciones, las mujeres hemos tenido que convertirnos en lo que era Atenea, una incondicional de su padre, a fin de poder medrar. Pero la consecuencia de ser una «buena hija» o una «buena madre» es que la oscuridad que representa la furia desterrada de Medusa aparecerá de formas impredecibles.

      ¿Te has fijado alguna vez que, en los cuentos de hadas, la madre de la protagonista está muerta, ausente o es suplantada por una madrastra malvada? Por ejemplo, en Blancanieves, la malvada madrastra tiene tantos celos de la belleza de su hijastra que la echa de casa y envía a un cazador a que le arranque el corazón. En Hansel y Gretel, la esposa del leñador convence a su esposo para que mande a los gemelos al bosque con la esperanza de que no sepan volver a casa y mueran de hambre. Nos resulta tan inadmisible que una madre sea capaz de cometer semejantes actos macabros e incluso asesinos hacia sus propios hijos que la hemos sustituido por otra mujer que carece de apego emocional.

      Lo cierto es que hay muchas madres que luchan contra sus sentimientos contradictorios respecto a sus hijos, hasta el extremo de desear que no hubieran nacido. A veces, nos enteramos de historias atroces de madres que matan a sus propios hijos. Y aunque la mayoría de las mujeres nunca llegaría a tal extremo, muchas sienten la rabia, la desesperación y el agotamiento que pueden provocar esa violencia.

      Aunque no soy madre, tengo muchas amigas que sí lo son y veo lo duras que son con ellas mismas, cuando no tienen paciencia o se enfadan con sus hijos. Creo que es porque en nuestra sociedad se niega el aspecto oscuro de la maternidad. Tenemos el arquetipo idealizado de la Buena Madre, que encarna el amor incondicional, la compasión y la crianza. Pero el problema que plantea esta perspectiva parcial es que transmite, tanto a la madre como al hijo, que todo lo que no sea una buena madre es aberrante o antinatural.


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