La gerontología será feminista. Paula Danel
Feminismo y discapacidad. Madrid: Narcea.
SCOOT, J (2010): Gender: Still a Useful Category of Analysis?. Revista Diogenes, February 2010, vol. 57, No. 1, 7–14.
YUNI, J. y Urbano, C. (2008): Envejecimiento y género: perspectivas teóricas y aproximaciones al envejecimiento femenino. En: Revista Argentina de Sociología año 6 N 10, pp. 151-169 ttp://132.248.9.34/hevila/Revistaargentinadesociologia/2008/vol6/no10/9.pdf
Capítulo I
Viejas en el Género
Mónica Navarro (6)
“No estoy segura que el mundo pueda llegar a cambiar sin tener una intervención crítica (…) abrir las categorías que han sido establecidas hace muchísimo tiempo, potencialmente hará que la vida sea más vivible”
Butler, J. Conferencia “Cuerpos que aún importan”.
Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina,2015
Introducción
El envejecimiento de la población es un hecho indiscutible a nivel global como producto de los progresos producidos en la medicina, en la tecnología y en los sistemas de protección social, que han permitido que cada vez más personas lleguen a la vejez superando las edades antes consideradas extremas. Los estudios demográficos indican que la disminución de la mortalidad, y de la fecundidad, sobre todo en países desarrollados, produce que los grupos de mayores se destaquen y cada vez influyan más con su presencia en la vida social.
Este proceso de transición demográfica que presenta en términos estadísticos la conformación de una población envejecida (7), no logra dar cuenta cómo cada sociedad procesa la longevidad. Las etapas vitales o edades, más allá de su naturalizada vinculación con la biología, son, sobre todo, construcciones sociales (Lenoir,1993:62), que constituyen un fenómeno complejo que es asumido en cada sociedad y en cada tiempo histórico de manera diferente (Salvarezza, 1998:355).
Este fenómeno de la extensión de la vida, que podría encuadrarse como “conquista de la humanidad” ha dado lugar a la problematización de la vejez como una nueva cuestión social.
Según Rice, Löckenhoff & Carstensen (2002), se han producido diferentes tipos de respuestas por parte de la sociedad, algunas negativas en términos generales, por ejemplo, aquellas que parten de ideas catastróficas relacionadas al peso económico del envejecimiento poblacional en el sistema de seguridad social y sanitario, o en referencia a la recarga que implica el cuidado sobre las familias.
Dentro de la respuesta negativa a la presencia creciente de mayores se encuentran diferentes modos de actuar que constituyen diversos grados de discriminación o rechazo hacia las personas de edad.
Estas conductas fueron objeto de estudio ya en la década de los 60 cuando el envejecimiento poblacional llegaba como una promesa de inmediato cumplimiento a los Estados Unidos y a Europa. En ese marco, Robert Butler (1969) identificó al edadismo (ageism) como la tercera gran forma de discriminación, detrás del racismo y del sexismo. Este término fue introducido posteriormente en nuestro medio en el lenguaje académico como viejismo por Salvarezza, (1988).
Es preciso señalar, que las denominadas normas sociales de la edad, es decir, los parámetros que establecen el significado social de cada etapa de la vida, no se construyen en el vacío, al igual que las normas de género, se transmiten a través de la socialización permanente y varían según determinados escenarios sociales y culturales.
las representaciones sociales expresan y determinan qué se entiende por vejez en una sociedad o en un grupo, cuáles son las características que se le atribuyen a una persona vieja, cuál es el lugar que esta sociedad le otorga, cómo es el vínculo de la sociedad y de la familia con el viejo. Monchietti, (2002:23).
En el actual sistema capitalista, la obsolescencia programada afecta también las representaciones de la vejez, significándola como un momento de la vida en el cual los sujetos resultan improductivos y, para algunos decisores políticos, incluso, constituyen un gasto social.
Los estereotipos negativos sobre la vejez son producto de procesos complejos y debe tenerse presente que la vejez es un concepto relacional, en permanente reelaboración: la expectativa de edad se amplía y diversos modelos de vejez se encuentran simultáneamente superpuestos, como si se tratara de una representación en situación de reconstrucción ante los diversos discursos que surgen sobre la vejez provenientes de los sectores de poder y de les propios viejes.
En otro sentido, esto nos lleva a integrar la temporalidad social como un elemento clave, como uno de los citados ejes de la diferencia, que permite agudizar la vista allí donde sólo suelen verse sujetos terminados (8): las personas mayores.
Este mecanismo, es efecto de una reiterada maniobra excluyente, discriminatoria, que privilegia permanentemente a la juventud como modelo (9).
En esta publicación especialmente, nos interesa centrar nuestra atención en un aspecto sumamente relevante: la denominada feminización de la vejez. La conformación mayoritariamente femenina desde el punto de vista demográfica constituye un desafío para pensar las relaciones entre los géneros en esta etapa del curso vital, toda vez que, al impactante fenómeno del envejecimiento poblacional se agrega que la superación constante y creciente de las edades límite de la vida humana conforman, mayoritariamente, un asunto de mujeres.
Interseccionar género y edad
La travesía conceptual que queremos realizar en este trabajo surge a partir de la centralidad que adquiere el género en la interpretación de las relaciones sociales, y nuestro interés por tomar los avances producidos por los debates en torno a la categoría mujeres y los campos de representación lingüística y política.
Es necesario destacar que aquellos procesos que regulan la edad junto a los que regulan el género y el ejercicio de la sexualidad, forman parte de un proceso continuo de producción y retroalimentación de los modelos de subjetivación sexuada hegemónicos, pero ¿cómo se procesa socialmente la longevidad con estos modelos?
Tal como señala Ociel Moya, M. (2013), profundizar en el estudio sobre las representaciones culturales del género permite dar cuenta del orden que a través de esas representaciones niegan a las mujeres en tanto sujetos políticos e históricos.
En ese sentido, sostenemos que el estudio de la vejez de las mujeres (10) puede aportar aún más al objetivo de indagar el alcance de la desigual distribución del poder derivado del orden patriarcal.
Retomando la idea de vejez -en tanto representación social- puede verse que la carga de prejuicios que la asocian al deterioro, la incapacidad y la enfermedad, en clara oposición a la juventud como sinónimo de renovación, emprendimiento, eficacia, salud y afectando en forma aún más acentuada a las mujeres. Oddone (1994), afirma que las mujeres a lo largo de su vida atraviesan por diferentes experiencias de integración-exclusión social. De esta manera, las mujeres suman a los prejuicios de la edad los vinculados al género (Martiarena y Krzemien, 2001).
Por esta razón, resulta necesario analizar el género desde una concepción dinámica que de cuenta de la experiencia misma de las mujeres en el curso de vida y echar luz sobre los efectos diferenciales producidos por el orden de géneros en sus trayectorias de vida. Es necesario remarcar que, históricamente, sólo por el hecho de ser mujeres las mayores han tenido un acceso desigual a la educación, al trabajo, a los derechos sobre su cuerpo, es decir, diversos efectos que participan en la construcción social del envejecimiento femenino y de las vejeces. (11)
Ello nos lleva a preguntarnos, ¿qué ocurre cuando se asocian dos o más factores de discriminación como en el caso de las mujeres mayores? Previamente deberíamos preguntarnos si los estudios de la edad, si la Gerontología, han dado suficiente cuenta del envejecimiento como una nueva cuestión social de género.
Ha sido ya establecido que las mujeres envejecen de forma diferente, ya lo han señalado autores tales como De Beauvoir, S. (1983), Arber, S. Y Ginn, J. (1996), Freixas, A. (1997).
En América Latina,