Obra negra. Gonzalo Arango
JEREMIADAS DE ZALAMEA
CAÍDO EN EL LIMBO ESPIRITUAL SUSPIRO POR NUEVOS SUPLICIOS
NUNCA ASPIRÉ AL PODER DE HACER FELICES
MI VIDA PÚBLICA EXPIRÓ
HICE UNA GRAN HOGUERA DE PURIFICACIÓN CON MI PASADO
EL NADAÍSMO NO AHORRÓ MEDIOS SACRÍLEGOS
NO APEGARME POR EGOÍSMO A UNA RELIQUIA QUE HIZO MILAGROS
El manuscrito de Obra negra llegó al Fondo Editorial por medio de la Corporación Otraparte, con quienes se coedita la Biblioteca Gonzalo Arango y cuyo primer volumen es este.
La edición que aquí se publica, selección de Jotamario, tiene como punto de partida la primera que apareció en 1974 en Buenos Aires con el sello de Cuadernos Latinoamericanos, no la segunda, de 1993, impresa en Bogotá por Plaza & Janés, en la que se incluyó un apéndice con textos del libro Todo es mío en el sentido de que nada me pertenece, además de algunos inéditos. Este apéndice no se consideró aquí, pues la intención, en principio, es ofrecerles a los lectores el libro tal cual se concibió en 1974, dos años antes de la muerte de Gonzalo Arango.
En este sentido, quien compare esta tercera edición con la primera encontrará que se han respetado los usos de las mayúsculas y minúsculas en inicios de párrafos, a veces, como continuaciones de algo inconcluso; la presencia de tildes diacríticas para potenciar algunos énfasis, así como las comillas y las cursivas para dar realce y llamar la atención a expresiones y palabras, incluso, como una forma de la saturación que parece un grito dentro del texto; aquellos textos sin título no se han intervenido pues leemos en ellos una búsqueda, explícita o no, del fragmento. También se ha conservado la ortografía de nombres propios y lugares porque reconocemos que en muchas ocasiones la motivación de Gonzalo Arango es la parodia o la ironía. Hemos querido mantener intacto el uso de comas y puntos, y puntos y coma, para que el lector mismo identifique las coherencias y contradicciones que sustentan su escritura.
En otras palabras, nuestra labor no ha sido tanto comprender su apuesta literaria para luego unificar cada uno de los poemas, cuentos, crónicas y demás textos de Obra negra a partir de una lógica deducida a posteriori, sino entregar una edición que dé cuenta de la voluntad de estilo de Gonzalo Arango, siempre íntima y muchas veces escurridiza.
Crear una obra de arte no se mide con un reloj, es arbitrario. Cada obra se escribe durante toda la vida.
Gonzalo Arango
A poco de agotar el plazo para la entrega del prólogo a un libro de Juan de Dios Uribe, Gonzalo Arango consultó al editor si era válido remitir una presentación que justificara por qué no era recomendable leer al Indio Uribe. Para Arango se trataba de una obra que no tenía vigencia y que no podía ofrecerse a una generación que aspiraba a la renovación cultural y espiritual promovida por el movimiento nadaísta. En 1974, cuando el nadaísmo estaba completamente desintegrado y la algarabía de sus palabras se había silenciado, el poeta Jotamario Arbeláez rehusó elaborar algún tipo de introducción a la antología Obra negra, sosteniendo que Arango se refería tanto a sí mismo y a su propio trabajo que era innecesario añadir algo más. ¿Podría decirse lo mismo sobre Obra negra? ¿Cómo prologar hoy al malogrado profeta del nadaísmo? La presente reedición vuelve a poner en juego la actualidad de uno de los escritores más importantes del siglo xx en Colombia, del fundador del movimiento nadaísta, principal manifestación de vanguardia literaria en el país. Del autoproclamado “profeta de la nueva oscuridad” que estaba convencido de que podía socavar la tradición literaria, pero que a su vez se lamentaba porque sus dedos eran incapaces de excitar las teclas de su Olivetti y que ni siquiera podía asegurar que la luz de su cuarto permaneciera en su bombillo. De un poeta que no podía dejar de escribir aunque fuera consciente de que estaba lejos de alcanzar un trabajo consistente, que prefería entregarse por completo a la redacción de extensas e innumerables cartas, marcadas con coloridas secuelas (flores, corazones y garabatos) que daban cuenta de su particular ética del terror. Gonzalo Arango es autor emblemático, sin embargo, la figura profética que construyeron los propios nadaístas ha obnubilado las oportunidades de apropiación crítica de su literatura y ha influido en la poca comprensión que aún se tiene sobre su mayor creación.
La ambigüedad de Gonzalo Arango en torno a la existencia humana lo llevó a redactar, desde 1962, testamentos en los que se despojaba de sí mismo y aseguraba de forma recalcitrante no tener nada qué legar. En el “Testamento” de Obra negra, Arango fue contundente al afirmar que no debía ser tomado en cuenta como un literato ni mucho menos como un intelectual. Después de su muerte aspiraba a pasar desapercibido, estar condenado al olvido o, cuando menos, a ser odiado con furor. Entonces, ¿a qué se debe la respuesta multitudinaria a los eventos programados para evocar su nombre? ¿Cómo descifrar la atracción que aún despierta entre sus lectores? El recuerdo que se conserva de Arango es el del poeta procaz que con calavera en mano incitaba a la ignominia y ofrecía una crueldad redentora. Pero sobre todo, los actos públicos como la quema de libros al frente del Paraninfo de la Universidad de Antioquia en 1958 y el sabotaje del Primer Congreso del Pensamiento Católico de 1959, fueron los que consolidaron su figura profética. Esta reedición es la oportunidad para conocer al profeta que esperaba embellecer el mundo “bajo el rostro del exterminio”, pero también para acercarse a la vida de un poeta a través de sus convicciones y confusiones.
Entre 1957 y 1958, durante su exilio en Cali y su regreso a Medellín, Gonzalo Arango no solo escribió el manifiesto fundacional del nadaísmo, sino que se encargó de identificar la desazón de la juventud con respecto a la vida cotidiana y el hastío de una intelectualidad novel frente al marasmo cultural colombiano. Esta inconformidad generalizada tanto a nivel social como intelectual, permitió que en torno al movimiento se reunieran jóvenes que solo querían experimentar un nuevo estilo de vida y escritores que compartían el deseo de renovar la literatura. La crítica ha aseverado que el nadaísmo fue una expresión que no tuvo mayor incidencia por fuera de Medellín y que los actos exhibicionistas y escandalosos solo se comprenden como una respuesta al conservatismo de la sociedad antioqueña. Por el contrario, el grupo que se conformó en Cali desde 1959 fue el encargado de difundir la incipiente producción literaria de los nadaístas por medio del suplemento Esquirla, espacio en el que se presentaron los escritores y poetas que integraron el movimiento. A pesar de la aceptación inicial y de la pronta propagación de sus postulados entre jóvenes de clase media, al no presentarse como