Debates de la cooperación latinoamericana. Silvana Insignares Cera
Banco Mundial.
Las diferencias en el crecimiento de la economía se materializan en otros indicadores. Así, para el 2013, el promedio de la deuda pública de los países de la UE se acerca al 85 % del PIB; en contraste, en ALC alcanza un promedio del 50 % del PIB. Empero, este promedio encierra matices. Al respecto, resalta el informe de la Cepal que:
… Se aprecian dos situaciones distintas: por un lado, los países de América Latina exhiben en promedio niveles de deuda pública como porcentaje del PIB ligeramente superiores al 30 %; por otro, los países del Caribe muestran niveles más elevados, con registros similares al promedio de la Unión Europea (78 %). Algunas economías del Caribe tienen niveles de deuda cercanos o incluso superiores al 100 % del PIB (Cepal, 2015).
Un segundo indicador son las tasas de desempleo, sobre las cuales la Cepal continúa reseñando lo siguiente:
En los países de América Latina y el Caribe las tasas de desempleo fueron inferiores al 10 % en 2013 y la desaceleración del crecimiento económico todavía no ha impactado en esta variable. En los países de la Unión Europea, sobre todo en los más golpeados por la crisis, las tasas son generalmente mayores y, en algunos casos, superan el 15 % e incluso el 25 % (Cepal, 2015).
Todo ello repercute en el aumento de la desigualdad entre ricos y pobres. Mientras que en ALC, entre 2005 y 2013, el índice de Gini (indicador de la brecha entre grupos poblacionales respecto a su poder adquisitivo), calculado sobre la base de ingresos per cápita equivalentes disminuyó un 3,3 %; en la Unión Europea aumentó un 1,3 % (Cepal, 2015).
Lo anterior impacta en el planteamiento de las relaciones UE-ALC, y una muestra palpable de ello fue lo ocurrido en la Cumbre Iberoamericana de Cádiz, que tuvo lugar en noviembre de 2012. En esta oportunidad, no fue ALC la que reclamó solidaridad de la UE, sino que fueron Portugal y España los que solicitaron el apoyo de sus socios. Sobre el particular, es menester tener presente que era España quien lideraba la cooperación e inversión en ALC, pero esta situación cambia al tener que volcarse a resolver problemas internos auspiciados por el declive de su economía.
3. LA HORIZONTALIDAD DE LAS RELACIONES
En la dinámica de las relaciones, se entiende que “quien es dueño de la chequera, impone la agenda”. Pero el actual panorama de crisis no permite determinar con claridad quién la lleva. Tradicionalmente, las relaciones se han planteado norte-sur, con una clara predominancia del norte, soportada en su indiscutible poderío económico del que hoy carece.
En ese sentido,
[Las relaciones de la UE con ALC] han sido transaccionales y condicionadas —reducciones arancelarias y cooperación a cambio de adoptar el modelo y la normativa europea—; [de ahí que] ellas se resienten cuando disminuye la capacidad de la UE para otorgar beneficios e imponer condiciones… (Giacalone, 2015).
Por este motivo, ante la actual imposición, hoy predomina la necesidad de negociar (European Commission, 2014). Lo anterior afecta las relaciones UE-ALC, sobre todo cuando surgen nuevos grupos de economías emergentes, clasificados como acuerdos sur-sur, por ejemplo: el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y el MINT (México, Indonesia, Nigeria y Turquía).
4. LA AMENAZA DE LA DESINTEGRACIÓN
Conforme se anunciaba en líneas anteriores, a ALC siempre le ha costado superar los intereses particulares y relacionarse bajo el paraguas de un interlocutor común regional, como tradicionalmente lo ha sido la UE. No obstante, la crisis también ha hecho tambalear al mejor logrado modelo de integración regional. Tras el pinchazo de la burbuja financiera, Grecia amenazó con abandonar la UE, anuncio que en el caso del Reino Unido se concretó mediante el referendo del 23 de junio de 2017.
Las fisuras lejos de parecer acotarse con la salida del Reino Unido, tienen una tendencia a permanecer latentes, estimuladas por el decrecimiento económico y el indiscutible liderazgo que para afrontarlo ha asumido Alemania (Espada, 2012). Por su parte, en América Latina la división se da entre una América del Sur (Mercosur/Unasur) más autónoma, liderada por Brasil, y una América del Norte (América Central, México y el Caribe) interdependiente con Estados Unidos (Cepal, 2015). Además, la Fundación UE-ALC refuerza la existencia de estos factores de división de ALC, así: “Coexisten en la región distintas visiones de desarrollo económico y el regionalismo: por un lado, con una marcada visión liberal, la que representa la “Alianza del Pacífico”. Por otro lado, otros países promueven:
[Estrategias más desarrollistas] y centradas en los mercados internos, como las que representaría un Mercosur o el Alba-TCP. En ese contexto, los países de Centroamérica y el Caribe, junto con México, tienen una mayor vinculación económica con Estados Unidos, mientras que Sudamérica se caracteriza por la mayor orientación exportadora hacia Asia, centrada en las materias primas (Sanahuja, Vázquez et al., 2015).
5. LA NECESIDAD DE ALIANZAS ESTRATÉGICAS
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)2 está conformada por 33 Estados y la UE por 28, hasta que no se formalice la denuncia del Reino Unido a los tratados constitutivos, lo cual da una suma de 61 Estados que, a su vez, conforman un tercio de los Estados miembros de las Naciones Unidas y casi la mitad de los miembros del Grupo de los Veinte (G-20). En consecuencia, si se actúa mancomunadamente, la concertación birregional representa una coalición decisoria importante en las discusiones sobre las nuevas formas de organizar los Estados, economías y sociedades. Esto es perfectamente factible, toda vez que existe una identidad de principios y valores comunes entre la UE y ALC, consecuencia en gran parte del colonialismo europeo y de la posterior recepción de sus doctrinas y tradición jurídica. Así lo destaca la Dirección General para el Desarrollo y la Cooperación de la Comisión Europea, al expresar que el fundamento de la alianza entre UE-ALC son precisamente los lazos históricos y culturales, el tránsito constante de personas de región a región, la fuerte y creciente fluctuación de tratados e inversiones; pero aún más, el profundo lecho sobre el que reposan todas esas relaciones que son las aspiraciones y los valores compartidos (la promoción de la democracia, la defensa de los derechos humanos y el Estado de derecho, la búsqueda de la cohesión social y el desarrollo sostenible) (Comisión Europea, 2014-2020).
RELACIÓN A NIVEL REGIONAL
Son dos las características de la relación región a región: por un lado, la citada denominación de “regionalismo ligero a muchos niveles” (Malamud, 2012) de ALC y, por el otro, las agendas pluritemáticas basadas en el voluntarismo gaseoso y no en la concreción conforme a las posibilidades reales y a instrumentos vinculantes.
Pese a ello, existen dos instancias en las que se ha venido desarrollando y consolidando este tipo de relación, las cuales son: las cumbres ministeriales y presidenciales y las sesiones de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (Eurolat). Prácticamente ambos enfocan un diálogo político, del cual es dado que surjan iniciativas de cooperación y de alianzas comerciales que tienen como escenario los niveles subregionales y estatales.
1. CUMBRES MINISTERIALES Y PRESIDENCIALES
Con importantes antecedentes de relaciones entre las, por entonces, comunidades europeas con las subregiones y algunos Estados latinoamericanos, el diálogo región a región se inicia en la Cumbre de 1999 en Río de Janeiro, en la cual se enfatizó en la asociación estratégica birregional y en las segundas fases de los acuerdos de asociación con Mercosur, Chile y México.
La segunda cumbre, que se celebró en el 2002 teniendo como sede Madrid, centró el debate en el terrorismo, la migración y la seguridad, aunque solo sirvió para cristalizar poco después el acuerdo de diálogo político y cooperación con la CAN y con Centroamérica, así como los programas regionales ALIS (sociedad de la información) y Alban (formación universitaria). Sin embargo, solo fue en la Cumbre de Guadalajara, en 2004, cuando se definieron la integración regional, el multilateralismo y la cohesión social como ejes temáticos que soportarían la construcción de la relación ALC-UE.