Vergüenza. Группа авторов
gran cantidad de abuso y del cual prácticamente no se habla. Sus dinámicas estructurales son un caldo de cultivo óptimo para el abuso de autoridad y de conciencia, quedando innumerables mujeres a merced de espiritualidades muchas veces totalmente enfermas, con un culto al sufrimiento, la humillación y la autonegación. En demasiados de estos espacios a las religiosas se les succiona la vida, la alegría, la iniciativa, el carácter único de su personalidad y de sus talentos. En nombre de una espiritualidad insana, a través de la obediencia, se demuelen las personalidades para hacer religiosas de acuerdo con el molde de la congregación o de la fundadora. Se constituyen así auténticas sectas intracatólicas con dinámicas de lavado de cerebro y control mental. Es inmenso el sufrimiento silencioso y sometido en una importante porción de las religiosas y laicas consagradas de la Iglesia católica. Es abuso escondido, secreto e impune.
En segundo lugar, qué duda cabe de que se debe atacar con todas las fuerzas y energías los abusos a menores de edad. Sin embargo, ello no debería distraer nuestra atención ni dilatar las medidas para ir en auxilio de los denominados adultos vulnerables. Todo joven mayor de 18 años, sea varón o mujer, es un corazón en búsqueda y anhelante. Por ello está ávido de encontrar respuestas y cuando encuentra una que lo llena de sentido se entrega con una generosidad sin límites. Si juntamos ese corazón con un sacerdote, religioso o religiosa, o un catequista que lo guía sin respetar toda su dignidad y libertad, y todo, en el contexto de una estructura propicia, lo que ocurre es que ese corazón es vulnerado. Ese joven, mayor de 18 años, es un adulto vulnerable. Y la edad que abarca esta categoría puede extenderse mucho más.
En Vos Estis Lux Mundi el papa Francisco define como persona vulnerable a “cualquier persona en estado de enfermedad, de deficiencia física o psicológica o de privación de libertad personal que, de hecho, limite incluso ocasionalmente, su capacidad de entender o de querer o, en cualquier caso, de resistir a la ofensa”6. El abuso de conciencia que puede ejercer un sacerdote con un joven, una congregación religiosa con novicios o novicias o una determinada formación de los seminarios respecto de la figura del obispo, o una inadecuada formación eclesial respecto de la autoridad, hace que un gran número de personas se transformen en adultos vulnerables. Y ello, por la formación que recibieron, genera un estado que se puede perpetuar en el tiempo, quizás por toda la vida. A cualquier persona en formación, con un corazón noble, radical y confiado, que se le diga que el sacerdote, el superior, el obispo o el papa hace las veces de Dios, es transformado por la misma Iglesia en una persona a quien se “le ha privado de la libertad personal y se le limita, al menos ocasionalmente, su facultad de entender o de querer”. Es un adulto vulnerable producido por la mismísima Iglesia católica:
Cuántos corazones
siguen gritando hoy…
cuántos gritan
desde el mismo encierro…
Pero el grito es tan agudo
que no se deja oír.
Solo se hace perceptible
en rostros desfigurados,
en sus vidas succionadas,
en sus alegrías mutiladas…
y en algunos que sobrevivieron
para contarlo…
EL FRÁGIL BROTE DE LA ESPERANZA
El panorama se ve oscuro. Y lo es. Pero solo si somos capaces de un crudo realismo, sin tratar de pasar rápido por encima de la crisis, hay posibilidades de transformación. Solo asumiendo la realidad de modo descarnado, sin apartar la mirada de este espectáculo terrible, llegaremos a sanar y a rejuvenecer la Iglesia. La gran frase de San Gregorio Nacianceno es ineludible: “Lo que no se asume, no se redime”7.
Una vez que seamos capaces de asumir las verdaderas dimensiones y consecuencias de este cataclismo, se abrirá el camino para que esta realidad sea redimida. Y para colaborar en este proceso necesitamos la fuerza de la esperanza.
En la gran saga El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien
Gandalf (un mago lleno de sabiduría y agente de esperanza) en un momento de gran crecimiento de las sombras poderosas del enemigo y ante la evidente desproporción de las fuerzas del bien, dice: “Nunca hubo muchas esperanzas. Nada más que esperanzas desatinadas, me dijeron”8. Al fin y al cabo, la verdadera esperanza es esa mínima luz que ante la gravedad de la crisis en la que estamos inmersos, parece realmente absurda, desatinada. Para muchos la esperanza de sanar la Iglesia católica es un gran absurdo.
Sin embargo, esa pequeñez, esa real fragilidad, es lo propio de la Esperanza. Charles Péguy describe el paradójico fenómeno de esta maravillosa virtud usando la imagen del tierno y frágil brote con el que comienza todo gran árbol…
…El tierno brote no está hecho más que para el nacimiento y no se le ha encargado si no que haga nacer […] sin ese único brotecito de esperanza, que evidentemente todo el mundo puede romper, sin ese tierno brote algodonoso, que el primero que pasa puede hacer saltar con la uña, toda mi creación no sería más que leña muerta9.
Es la lógica de la encarnación, donde todo comienza con el recién nacido, pequeño, frágil, totalmente vulnerable e impotente ante el poder del mal. El niño que, llevado por otros, debe escapar del poder de Herodes. Pero ¿qué sería del mundo “sin ese único brotecito de esperanza?”.
Pienso que es desde esa lógica desde donde tiene que brotar nuestra esperanza, que no viene desde lo grandioso o desde las estructuras modificadas; en efecto, la institucionalidad eclesiástica no ha hecho más que reaccionar, y a un ritmo demasiado lento, exasperante. La esperanza viene desde lo ínfimo, desde lo aparentemente inútil y despreciado. Desde lo vulnerable y los vulnerados. De hecho, da mucho que pensar que quienes han revelado y desplegado esta crisis, y quienes han derribado muros de bronce y han logrado que al menos algunas cosas cambien, han sido quienes fueron vulnerados, los vulnerables, los pequeños. Ellos son los blandos y frágiles brotes verdes. Algún día veremos cómo su grito ahogado habrá sido el que hizo posible que surgiera un canto nuevo. Esa es mi pequeña y frágil esperanza.
Notas:
1 Nota de la editora: La prosa poética que irá hilvanando este relato proviene de Travesía de un grito de autoría de Eugenio de La Fuente, quien ha aceptado la sugerencia de incluir algunos fragmentos allí donde la prosa común se queda perpleja y no alcanza...
2 Cfr. Credo Niceno Constantinopolitano.
3 Carta apostólica del papa Francisco publicada el 7 de mayo de 2019. La carta contiene las nuevas disposiciones y normas para enfrentar los abusos del clero.
4 Concilio Vaticano II, GS 16.
5 Una lectura detenida de “El Gran Inquisidor” de Fiodor Dostoievski —contenida en su obra Los hermanos Karamasov— da abundantes luces sobre este problema.
6 Francisco, Motu Proprio Vos Estis Lux Mundi, Artículo 1, N° 2b.
7 Cfr. Gregorio Nacianceno, “Epistula” 101, 32; en Sours Chretiennes, Vol. 208, p. 50.
8 J. R. R. Tolkien, El Señor de los Anillos, Ed. Minotauro, 1993, p. 883.