Vergüenza. Группа авторов

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gran cantidad de abuso y del cual prácticamente no se habla. Sus dinámicas estructurales son un caldo de cultivo óptimo para el abuso de autoridad y de conciencia, quedando innumerables mujeres a merced de espiritualidades muchas veces totalmente enfermas, con un culto al sufrimiento, la humillación y la autonegación. En demasiados de estos espacios a las religiosas se les succiona la vida, la alegría, la iniciativa, el carácter único de su personalidad y de sus talentos. En nombre de una espiritualidad insana, a través de la obediencia, se demuelen las personalidades para hacer religiosas de acuerdo con el molde de la congregación o de la fundadora. Se constituyen así auténticas sectas intracatólicas con dinámicas de lavado de cerebro y control mental. Es inmenso el sufrimiento silencioso y sometido en una importante porción de las religiosas y laicas consagradas de la Iglesia católica. Es abuso escondido, secreto e impune.

      En segundo lugar, qué duda cabe de que se debe atacar con todas las fuerzas y energías los abusos a menores de edad. Sin embargo, ello no debería distraer nuestra atención ni dilatar las medidas para ir en auxilio de los denominados adultos vulnerables. Todo joven mayor de 18 años, sea varón o mujer, es un corazón en búsqueda y anhelante. Por ello está ávido de encontrar respuestas y cuando encuentra una que lo llena de sentido se entrega con una generosidad sin límites. Si juntamos ese corazón con un sacerdote, religioso o religiosa, o un catequista que lo guía sin respetar toda su dignidad y libertad, y todo, en el contexto de una estructura propicia, lo que ocurre es que ese corazón es vulnerado. Ese joven, mayor de 18 años, es un adulto vulnerable. Y la edad que abarca esta categoría puede extenderse mucho más.

      Cuántos corazones

      siguen gritando hoy…

      cuántos gritan

      desde el mismo encierro…

      Pero el grito es tan agudo

      que no se deja oír.

      Solo se hace perceptible

      en rostros desfigurados,

      en sus vidas succionadas,

      en sus alegrías mutiladas…

      y en algunos que sobrevivieron

      para contarlo…

      EL FRÁGIL BROTE DE LA ESPERANZA

      Una vez que seamos capaces de asumir las verdaderas dimensiones y consecuencias de este cataclismo, se abrirá el camino para que esta realidad sea redimida. Y para colaborar en este proceso necesitamos la fuerza de la esperanza.

      En la gran saga El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien

      Sin embargo, esa pequeñez, esa real fragilidad, es lo propio de la Esperanza. Charles Péguy describe el paradójico fenómeno de esta maravillosa virtud usando la imagen del tierno y frágil brote con el que comienza todo gran árbol…

      Es la lógica de la encarnación, donde todo comienza con el recién nacido, pequeño, frágil, totalmente vulnerable e impotente ante el poder del mal. El niño que, llevado por otros, debe escapar del poder de Herodes. Pero ¿qué sería del mundo “sin ese único brotecito de esperanza?”.

      Pienso que es desde esa lógica desde donde tiene que brotar nuestra esperanza, que no viene desde lo grandioso o desde las estructuras modificadas; en efecto, la institucionalidad eclesiástica no ha hecho más que reaccionar, y a un ritmo demasiado lento, exasperante. La esperanza viene desde lo ínfimo, desde lo aparentemente inútil y despreciado. Desde lo vulnerable y los vulnerados. De hecho, da mucho que pensar que quienes han revelado y desplegado esta crisis, y quienes han derribado muros de bronce y han logrado que al menos algunas cosas cambien, han sido quienes fueron vulnerados, los vulnerables, los pequeños. Ellos son los blandos y frágiles brotes verdes. Algún día veremos cómo su grito ahogado habrá sido el que hizo posible que surgiera un canto nuevo. Esa es mi pequeña y frágil esperanza.

      Notas: