Méfeso. Lenin Real
libro de piel negra le fue entregado. El demonio algo confuso pero emocionado lo acogió en su pecho, el libro emitió un resplandor rojo y escribió en su portada:
“Quid pro quo”
—Cuando un ser humano se suicida, éste se burla de Dios, dándole un valor memorable a sus almas, pues como es de suponerse son las que me pertenecen, tienes que conseguirme todas las lamas que sea posible, inclusive por encima de la misma ley celestial utilizando todas tus habilidades —mencionó Caín.
—Con gusto cumpliré sus órdenes mi amo, iré más allá de sus expectativas.
—Adelante, puedes marcharte enseguida, estoy seguro que no me decepcionarás.
—Con su permiso alteza…
—Por cierto, casi lo olvido, hay seres que son demasiado traicioneros, no te fíes de ninguna criatura pues todos intentarán decirte muchas cosas que te parecerán extrañas, pero que tarde o temprano te debilitarán, hasta ocasionarte tu perdición. Insisto, no confíes en nadie, y si algún ángel trata de impedir tu trabajo, estoy seguro que sabrás que hacer.
La muerte extendió su mano y desde el suelo emergió una montaña de rocas formándose una columna deforme. Sopló sobre la columna rocosa, liberando una espada dorada.
—Toma… la necesitarás. Solamente tú podrás utilizarla. Lee cuidadosamente la primera página del diario que te acabo de entregar, los nombre de las víctimas irán apareciendo uno a uno hasta ser eliminados. Vuelve en cuanto hayas acabado con todos los nombres del diario —le dijo finalmente Caín.
Driss le hizo una reverencia y se alejó.
—¿Está seguro que el muchacho lo hará bien? —Espetó Zidras dudando de la decisión que su amo había tomado.
—Conozco muy bien su esencia, de cualquier forma estoy seguro que hará lo que yo espero que haga. He tenido un buen propósito para él desde hace tiempo —respondió Caín.
—¿A qué se refiere mi señor? —Dudó Zidras
—Nos olvidaremos de las reglas por un momento. No respetaremos el tiempo de vida de los seres humanos, ahora lo induciremos. Y como es de esperarse aquellas almas serán de mi propiedad.
—Entiendo, asesinaremos indirectamente, y si los cielos se enojan, lo harán contra él.
—Los cielos no se enojarán con él, todo lo contrario… le temerán. —Dijo Caín riendo de forma escalofriante.
Driss fue hasta un santuario que tenía junto al lugar donde entrenaba día a día. Era un lugar un poco más sombrío que los demás, él mismo se había encargado de forjarlo, no permitía el paso a nadie, excepto a un compañero de entrenamiento, éste no le tenía miedo como los demás demonios, su nombre, Zadrac, un demonio que creció junto a él. Ambos entrenaban juntos, aún sabiendo muy bien que Driss era muchísimo más fuerte. A Driss le asombraba mucho el valor que tenía a pesar de su tamaño y su condición, no llegaba a medir más de la mitad de lo que Driss medía, y su aspecto era distinto a los demás, al igual que Driss él tampoco conocía su origen. Desde niños intentaban averiguarlo pero lo único que conseguían era ser castigados severamente.
Había un lugar misterioso al que los prohibían entrar, era un calabozo que se hallaba en la región norte del Hades, lo custodiaban demonios de alto rango, alguna vez intentaron sumergirse a la aventura de la curiosidad pero esto casi hizo que matasen a Zadrac, así que prefirieron descartar la intención de volver a cruzar esa región.
—Cada día empeoras tu método para entrar sin avisar Zadrac —pronunció Driss mirando por encima de su hombro.
—¡Rayos Driss! Intento enseñarte un poco de sigilo —argumentó Zadrac algo decepcionado.
—Creo que olvidas quién es el ser más temido en éste lugar ¿cierto? ¿Y aun así intentas enseñarme?
—El único temor que vale la pena sentir es el temor a vivir sin miedo —respondió el pequeño demonio encogiendo sus hombros.
—Es graciosa la forma en la que lo dices… claro que extrañaré ese buen sentido del humor que tienes Zadrac.
—¿Solo eso?
—Bueno también ese par de orejas ridículas que cuelgan de lo que parece ser tu rostro —respondió Driss lanzándose sobre Zadrac para frotar sus orejas hasta que se coloreen de rojo, cosa que hacía reír mucho a Driss y que Zadrac odiaba.
—Muy gracioso grandulón, pero te equivocas, extrañarás la idea de que soy el único amigo que tiene la paciencia para soportar tus pésimas bromas.
—Lo admito Zadrac eres mi único amigo —confesó, volviendo a frotar ese par de orejas.
—No por favor, las orejas no…
—Demasiado tarde amigo, creo que vas a extrañar mucho más que yo esas orejas rojas.
—Créeme, lo último que haré será extrañarte —respondió Zadrac colocando algo de metal frío en sus rojas orejas.
Zadrac de pronto se puso algo serio.
—No lo sé Driss, ésta misión me parece un poco extraña.
—¿Por qué lo dices?
—Caín ha llegado mal herido, y los rumores dicen que se debilita poco a poco y que sea lo que sea que está buscando lo hará recuperar su fuerza, incluso incrementarla.
—Vaya que lo necesita ¿Estarás bien?
—Tranquilo, regresaré pronto, mientras tanto no te metas en problemas, no sin mí.
—Tranquilo nada está más lejos de mis intenciones que hacer enojar a tus súbditos.
—Te extrañaré amigo.
—Hasta pronto…
Aquel fornido demonio de ropaje guerrero, emergió por primera vez al mundo de los vivos. El frío de la noche lo envolvió por primera vez. Su cuerpo se hallaba mojado al brotar de una gran cascada aislada durante su ascensión. Tomó un poco de tierra del suelo y lo inhaló, sus ojos se convirtieron en incandescentes rubíes, brillantes y hermosos. Sus pupilas agudizaron la vista y lo primero que observó a lo lejos fue la gran ciudad que yacía imponente y bulliciosa, toda una jungla de cemento y asfalto ensordecida de tráfico y ostentoso hedor a codicia. Varias ciudadelas a las afueras custodiaban el corazón grisáceo de aquella arquitectura semimodernista. Se dio a caminar por medio del prado, dejando un camino forzado de plantas marchitas por la maliciosa caricia de su sombra.
—Que patético mundo —refunfuñó aquel demonio intentando hallar un lugar donde ordenar sus pensamientos.
Se sentó un momento sobre una gran roca llena de brazas de hierba mojada y antes de poder iniciar su labor, se puso a meditar un poco en algo que su amo le había dicho:
“Todos los nombres del diario”
¿Acaso las víctimas están sentenciadas desde ya? Y de ser así ¿Quiénes eran esas víctimas que debían merecer tal destino? Se preguntó a sí mismo.
Abrió el diario en la primera página y así descubrir si su misión aparecería pronto, pero fue inútil. El libro era muy extraño, su cubierta era de cuero, color negro, sus esquinas forradas de oro sólido, todas sus páginas estaba vacías. Recorrió un poco aquel bosque, en su camino algunos demonios aparecieron, pero al verlo éstos le temían y se alejaban cuidadosamente en cuanto sabían quién era. Se preguntó así mismo si la arrogancia de sus actos era más fuerte que la vaga sensación de no sentirse él mismo. Tantas veces se cuestionó si su destino era aquel, “ser temido por todas las criaturas” pues lo que él anhelaba era respeto mas no temor, quizá algún día lo apreciaran por cumplir sus misiones de forma diligente, antes que temerle por el hecho de ser sanguinario con sus víctimas.
Observó por un momento su brazo, en él tenía una marca extraña que parecía un tatuaje, tenía la forma de unas alas, lo detestaba mucho